jueves, 14 de enero de 2021

Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido

 Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”

Jorge Luis Borges


Hace unos años mi memoria comenzó a flaquear generando un cisma en mi estructura, que me ha llevado unas temporadas en tratar de remediar y convivir con la “nueva normalidad” de mi existencia. Recuerdo -que paradoja- que me encomendé a varios profesionales para ver a que se debía: estrés, cansancio mental, edad, ansiedad, miedo a alguna enfermedad. Varios se aventuraron a pronosticar prontas y raudas mejoras o métodos que nunca han prosperado en mi condición. En ese tránsito sobre ese nuevo estado tuve que recurrir a infinidad de notas a mano, en anotadores o stickers, también en el móvil, propiciando el absurdo que tantas veces no recuerdo que he anotado cosas o dónde. En muchos ordenes mi memoria continúa siendo prodigiosa, pero en hechos determinados no puedo retener alguna información ni recordar.


Y no hablo de los recuerdos, esos si bien están a resguardo, suelen aparecer tantas veces por asociación. Ayer mismo, en la noche de Buenos Aires, retornando de un hospital a casa de mis padres, en un taxi, el avance del coche por Avenida Las Heras o Avenida Cabildo, me enfrentó con mi figura añeja en muchas esquinas, en muchas puertas o locales del recorrido. Como insistiera Emmanuel Lévinas, uno tiene la imperiosa necesidad de afirmar su identidad y de existir a partir de uno mismo. Pero la calma de la noche, la brisa que remediaba parte del verano de la ciudad, y mi necesidad de mirar por la ventanilla calles que no he transitado en más de veinte años, me atraía tal vez con la necesidad de encontrarme a mí mismo en esos pasajes. El disparador de recuerdos funcionó pero no logré divisar a mi versión anterior -aspecto físico o voz adolescente o joven- tal vez por una necesidad de salir de mi mismo y regresar al tipo que fui y ya no soy, aunque peregrullo insista que mantenemos la esencia.


Lo mágico es que todo recuerdo puede ser de lo más remoto, pero puede regresar en el ahora, siempre que algún disparador lo evoque en nuestra mente. Pero al querer profundizar el recuerdo, se corre el riesgo de pulir al extremo la evocación que solo logremos una recreación aproximada del momento. Los “ahora” del pasado se destruyen en aquel momento, permitiendo maquillar el recuerdo adaptándolo a la necesidad del presente. El concepto cerrado de la palabra tiempo también suele ser incorrecto, el tiempo siempre será distinto porque cada lapso con el que solemos identificarnos no se puede identificar en el tiempo actual más allá de la añoranza. Aristóteles lo pudo haber definido como el doble sentido de la palabra “ahora”.


Pero el olvido también se me aparece en mis propias notas escritas. Tantas veces, a las apuradas, señalo en libros o apunto temas que me parecen de lo más interesantes para con tiempo, abordar en futuras escrituras. Pero se da el caso, de forma muy continúa, que al leer esas notas meses después, no logro comprender la importancia que pudo haber tenido para mi mismo en aquel momento. Y a veces no comprendo el registro emocional o la importancia de mi propia nota. Tengo un estilo definido de guardar posibles temas a tratar, pero de un tiempo a esta parte, parece un cementerio de significados perdidos. Intento recrear el estado de ánimo o predisposición que me llevó a apuntar ese dato, pero tantas veces carece de sentido, y de hecho, más de una anotación nunca será utilizada como disparador hacia una entrada al blog.


No seremos nosotros quienes elegimos nuestros recuerdos, sino que son ellos los que nos eligen. Nos piden regresar, se muestran esenciales y yo me suelo apoyar en muchos de esos registros porque, es indudable, que me muevo mejor en el recuerdo o en la memoria, aunque mucho no me acuerde. Frases motivadoras, acordes musicales que me transportan, fragancias, vivencias, anécdotas o fotos enterradas en cajas o álbumes me invitan a ese dislocación temporal que llamamos recuerdo, tratar de traer con la mayor fidelidad el pasado al presente. “Cada vez iré sintiendo menos y recordando más” reaparece el texto de Rayuela en el momento que escribo esta especie de lamento por no recordar las cosas, aunque en aquel caso se refiera a mantenerse aferrado a un presente que hace tiempo que no está y nos supera a través del resentimiento. Regresando a Levinas, el tiempo auténtico, emerge con el advenimiento del otro.


No nos reencontramos con el pasado sino con su herencia. Si buscara una metáfora que lo recreara, tal vez se podría aspirar a encontrar esa botella en la orilla del presente con la ficción del recuerdo en su interior. La memoria debe trabajar con más disciplinas, donde creemos como fiel o lo real a la nostálgica remembranza. Con asiduidad precisamos de la invención que proporciona la imaginación porque ningún recuerdo está construido en la exactitud. Nada de lo que recordamos es igual a lo que sucedió. Tal vez cuando elaboramos la recuperación de un recuerdo influya sobre nosotros parte del pasado, nuestro presente y el futuro -que nos permita seguir generando coherencia a nuestros comportamientos-. El tiempo parece ser la paciencia de nuestra existencia.


La memoria fotográfica tal vez no exista. Un pequeño numero de piezas pueden rellenar nuestras lagunas y seguramente, la memoria, intentará por razones evolutivas reconstruir parte de la verdad vivida. Si en el momento del recuerdo estamos con otra persona, que pudo haber o no estado con nosotros al momento del recuerdo, es posible que los elementos que esa persona nos aporte, cambien por completo el recuerdo y no nos demos cuenta. Y así lo traslademos a nuestras siguientes generaciones. Por eso tantas veces recuerdo como propios anécdotas familiares que por su fecha vivencial, yo no pude haber vivido.


Acumulamos objetos, muebles, vestimentas, páginas o cartas que no se han de repasar en los tiempos de los tiempos. Pero no queremos tirar nada, forma parte de nuestro tiempo eterno, es la excusa. Recordar no es recrear, se parece más a un aderezo que acomode mejor nuestro paso por el tiempo. Me gusta recordar lo que he hecho, me reconforta recuperar imágenes o sentimientos del pasado, soy un nostálgico del olvido que tal vez no se da cuenta que mientras tanto, avanza. Usando el buscador pude recordar que hace menos de dos años publiqué algo sobre el olvido. No lo recordaba, tal vez sea un escritor cíclico que en el mejor de los casos, con el correr del tiempo evolucione y modifique mi pensar, enriqueciéndome. En el peor de las situaciones, será de esperar que siga escribiendo y acumulando material que tal vez trate de los mismos objetivos y por suerte, no me acuerde de ellos con el correr de los días en la eternidad de mi mundo...

 


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