jueves, 5 de septiembre de 2013

Hablamos de lo que no sabemos



“Si cada español hablara de lo que sabe y sólo de lo que sabe, se haría un gran silencio nacional que podríamos aprovechar para estudiar”, la frase pertenece a Manuel Azaña, aunque se afirma que se la pidió prestada a Antonio Machado. “Me resisto a ser tertuliano, en eso respeto mucho lo que decía Azaña; no soy un profesional para opinar de lo que sé y de lo que no sé”, esto corre por cuenta y voz de Felipe González. Las tertulias fueron durante buena parte del siglo XX una forma interesante de debate e intercambios de ideas, generalmente con el ruido de fondo de un café, de los frascos de vidrio en una farmacia o botica, o con los libros que se abren y pasan hojas. Pero hoy, la tertulia en los medios de comunicación no se sabe en qué derivó y lo que es peor, no se sabe a quienes les gustan, quizás a los que prefieren la confusión.

Pero si a mí o a ustedes no nos gustan, a los responsables de programación de las distintas cadenas radiales y televisivas les encanta. Dicen que se trata de un formato económico comparado con otros cuyas producciones son más costosas y que reciben una amplia aceptación por parte de la audiencia que requieren que los expertos les expliquen la actualidad.
¿En qué quedamos?, ¿Nos gustan o no las tertulias?. Seguramente, como en todos los órdenes, la respuesta es individual, aunque las cadenas nos aseguren que las necesitamos como colectivo. Que los expertos nos explican la actualidad, pero creo que nos explican su actualidad o la actualidad que su ideología les permita. Y más bien les permite bien poco, no tenemos la sensación de estar ante personas formadas, se presentan como todólogos, como expertos que se atreven a hablar de cualquier tema, pero ante la primera confrontación sale el grito histérico como argumento, dejando el concepto de tertuliano asimilado como algo superficial.
En estos tiempos tan confusos es de preguntarse si vale la pena discutir algo en público, si alguien finalmente aprende algo sobre lo que escucha, si acepta que lo que escuchó aunque es contrario a sus ideas, es válido o posible y lo más difícil de lograr, es si podemos ser capaces de “digerir” esos argumentos contrarios a nuestros gustos o ideologías sin ofender o dañar al otro. Y si bien la frase inicial de Azaña está referida solo a los españoles, me permite el puntapié para referirme al tema, ya que se puede aplicar en cualquier sociedad (al menos he vivido en dos) y la pregunta no tendrá unánime respuesta.
La farmacia de Plentzia cumplió en enero de este año 125 años de funcionamiento continuo. Según informaciones periodísticas, tiene el honor de ser el establecimiento más antiguo del territorio vizcaíno en mantener sus puertas abiertas, de ser administrado por la misma familia y de mantener el emplazamiento original. Con una serie de remodelaciones en los últimos tiempos, nos dejó un espacio al costado del mostrador que es reutilizado como museo, y en el conserva espacios originales de la botica, del primitivo laboratorio y la antigua rebotica, y el punto que mas me llamó la atención a la hora de reseñar las tradiciones, es que para demostrar la estrecha relación que guarda desde siempre la profesión farmacéutica con el mundo de la analítica y otros campos científicos, la botica se utilizó también para interesantes tertulias, a las que asistía asiduamente entre otros intelectuales, Don Miguel de Unamuno. Es de imaginar que las conversaciones derivarían de la política, de las condiciones sociales, de los cambios que se avecinaban y algunos resistían, y de buena parte de la filosofía. Pero el Museo pone énfasis en la importancia de esas épocas de tertulia, y da una especie de envidia leer el orgullo de haber albergado esos momentos.
Las tertulias literarias también son un clásico, lamentablemente se las asocia solo con el mundillo intelectual. Es una actividad cultural pero también educativa, y como tal es sinónimo de aburrimiento, es la eterna confusión de estos días. Pero albergan un sinfín de actividades destinadas a que personas que no han leído ningún libro, lleguen a disfrutar de obras clásicas o generacionales de la literatura, además de ampliarnos nuestra formación basada en principios democráticos o de participación. Y porque la lectura es importante aún en estos tiempos de teléfono móvil, tv 24 horas o conexión a internet permanente? Sólo, y eso no es poco, para mejorar el vocabulario, para comprensión de una actualidad o de una situación histórica, aunque no sea determinante para poder entender al mundo y reflexionar sobre sus necesarios cambios. ¿Es tan difícil de abordar? ¿No sería la solución para no tener la sospecha de que los medios nos manipulan? ¿No sería el final del engaño de nuestros mandatarios que en vez de rendirnos cuentas por sus excesos, nos insinúan que somos tontos porque nos dejamos engañar por lo que nos dicen los medios de comunicación?
Es que una tertulia se trata de una construcción colectiva de significado y conocimiento basado en el diálogo y con la participación de todo aquel que sienta la inclinación o necesidad de expresarse.  El funcionamiento de una tertulia se basa fundamentalmente en un diálogo igualitario y a partir de esta premisa, hay otros principios: la inteligencia cultural, que a no asustarse, es la capacidad de que todas las personas aporten conocimientos o aprendizajes por el solo hecho de pertenecer a una cultura, a una sociedad; la transformación: que vendría a ser el construir el lenguaje y de utilizarlo como medio de expresión o interpretación para nuestras vidas y las de los que nos rodean; una dimensión instrumental: el saber es la llave a nuevos saberes. No podemos aspirar a un diálogo igualitario si no tenemos la inclinación de razonar algún tipo de información y solo nos regimos por lo que nos diga un medio o funcionario sin cuestionarnos si puede ser un engaño; la creación de sentido: las reflexiones conjuntas tendrá una fuerza transformadora en nuevas reflexiones o significados, base de una acción social o de transformación personal; la solidaridad: de un procedimiento democrático donde nadie imponga al otro su manera de ver las cosas, obligando a ejercicios “perdidos” como argumentos, debates, disensos y consensos; e igualdad de diferencias: sin ser un juego de palabras, es promover el derecho a ser diferentes en un marco de igualdad, dignidad y derechos. Son sólo siete principios básicos, solo resta comprobar si las tertulias de los medios de comunicación respetan estos principios, y lo que es peor, si en una mesa familiar o de amigos podemos aceptar que esto está faltando seriamente.
En cuanto a los medios de comunicación, todos los días acostumbro desayunar con la compañía de la radio. He pasado por diversos diales desde que me instalé aquí. Al principio no reconocía ni me interesaba reconocer si era de derecha o de izquierdas, si era nacional o local, sólo quería reflotar la vieja sensación de estar escuchando a Héctor Larrea, Santo Biassati, Mario Pergolini, Néstor Ibarra o el que me acompañara en Buenos Aires. Era la necesidad de estar acompañado por la radio, no la de buscar contenido político en ella. Pero aquí la ideología o diferencia entre comunidades o nacionalismos está demasiado marcada. La gente a veces le cuesta encontrar una radio, periódico o canal, abundan las afinidades que separan por sobre los contenidos que unen. Comencé al azar en un dial y con el paso del tiempo me alejé de una “onda” porque el presentador de buena voz y bigote (en aquel momento) era demasiado Aznar y no me gustaban sus interpretaciones, porque podía aceptar otra manera de pensar pero me ponía nervioso ese nacionalismo español que te abraza y te asfixia, se te apodera y si no estás de acuerdo, te reprende. Me cambié de dial y un aparato de radio pequeñita fue de gran ayuda durante dos años cuando me tocó “en suerte” pertenecer a una cadena de mandos en una fábrica de condensadores. Ahí cambié por una cuestión de que se escuchaba mejor y me fui a un clásico de la radio española, de origen guipuzcoano y socialista con el que coincidía porque aún sin apartarse de su ideología, me mostraba una inteligencia y convicción que me costaba encontrar en estas tierras, y si en algo no estaba de acuerdo, no sentía odio hacia el personaje; luego de un tiempo salté a otro clásico, pero éste no tan culto como el otro. En los últimos años la comodidad del dial se quedó varando en la radio nacional y con los cambios de gobierno cambia la ideología, pero me propongo seguir aún cuando no esté de acuerdo, pero en todos los casos, me cuestiono siempre a la hora de escuchar las tertulias de la mañana si vale la pena el esfuerzo.
Lo primero que me llamó la atención de las tertulias es que en un espacio de media hora, cuatro personas alternan el micrófono hablando de diversos temas y en todos ellos, coinciden o difieren, pero saben o disimulan saber todos los temas. Que presuman pluralidad de voces es sano, el problema es que no disimulan ser una caja de resonancia de una ideología o una empresa a la que pertenezca la emisora. Si se trata de un tema obvio de corrupción del gobierno, la encendida voz del hombre o mujer de derecha recordará otro caso emblemático de la izquierda pero en ningún caso se vislumbra un cuestionamiento a la propia ideología, al fleco que esa corrupción nos está gritando. Si mi hijo se portó mal, no lo castigamos. Solo miramos lo mal que lo están haciendo los otros padres y sus hijos.
Los tertulianos participan el mismo día de cada semana, casi no rotan y a veces se tiene la sensación que el conflicto se generará para mantener el encendido, la famosa mediación de audiencias y no para modificar ni reconocer nada. Es decir, que mostrarnos que son tozudos o que responden a intereses no les avergüenzan, ellos tienen la razón porque ellos están en el medio público y privado y por ende, saben más que nosotros. Y lo único que movilizan es a apurar el desayuno, a desarrollar cada vez más la vergüenza ajena.
Y aparte, saben de todo. Si el caso Bárcenas lo conocen al dedillo, también son especialistas en Siria, en Venezuela, en el violador de Viena, en el pase de Bale, en la última expropiación recibida y en el corazón garra de Nadal. Nunca dicen al aire que de ese tema no tienen la mínima idea y si ya pierden credibilidad cuando hablan del tema que dominan, imaginemos lo que generan con el que no saben.
Y en la televisión tenemos tertulias del corazón, políticas, económicas, taurinas, futboleras, literarias y de interés general. Se requiere de un moderador o conductor y una plantilla estable de tertulianos o contertulios, muchos de ellos los que ya nos aburren en la radio. Plantilla estable porque se considera importante que el oyente reconozca la voz del que le habla, que  haya una identificación, un nexo de aproximación con los oyentes. Así el tertuliano no necesita casi de presentación, pues los asiduos escuchantes ya lo reconocen. ¿Se logra entonces la identificación con la reflexión o análisis, o sólo identificamos una voz?.
En la tele se grita más de lo que se habla. Los tertulianos no esperan su turno, están agazapados para hacer callar al otro y modificar el rumbo de la consigna, para guiarla hacia su propio puerto. Se descalifica, se luce una mala educación y se intenta neutralizar al otro con el monopolio de la palabra. ¿Lo necesitamos? ¿Hacemos lo mismo en nuestras conversaciones íntimas?
Yo me volqué a la escritura por diversos motivos, debe ser algo que me gusta. Trato de escribir sobre lo que sé o investigo, muestro mi opinión y debe estar muchas veces equivocada o movida por mis impulsos. Damos por hecho que no me motivan intereses ni políticos ni económicos, al menos cuando me lean veinte o treinta amigos. Pero me volqué a la escritura una tarde que en la Feria del Libro de Buenos Aires escuché una charla entre la moderadora (modelo y periodista) Teté Custarot y Mario Vargas Llosa. La literatura del Premio Nobel peruano es asombrosa, a lo largo de su trayectoria guarda más de cinco títulos recomendables. Sus adaptaciones teatrales son también muy bien recibidas y resulta un ensayista preparado, a eso le sumamos que suele publicar sus columnas en medios de ideología distinta a la suya. También opina sobre las sociedades y deja en claro su ideología, que muchas veces no comparto, pero que siempre escucho o leo. Y que tiene de malo esa ideología si cuando debate no te humilla ni busca el descredito de la persona sino que va al fondo de la teoría, al debate sobre la ideología, pero que aparenta mantener (porque no lo conozco en persona) el respeto hacia el camarada que opina distinto, aun en las antípodas. Y en la mayoría de sus escritos, debemos reconocer que aprendemos. Y el ejemplo no es casual, hace un par de años la furia de muchos de mis conocidos se centró en él, denominándolo desestabilizador o mercenario de algún monopolio. Y el motivo de la furia, cuestionar con sus fundamentos la conducción de nuestro país y la conducta de nuestros conductores.
Y las últimas veces que me senté en una mesa de familiares y amigos en mi país natal sentí la opresiva necesidad de no incurrir en el tema político para tener la jornada en paz. Y si invito a un amigo oficialista, antes preparo a los demás para evitar un orden del día de la agresividad o reproche. Y me pregunto porque debemos sentirnos oprimidos, porque debemos callarnos. Alguna vez un amigo me comentó que estaba influenciado por una señal de cable, sin percatarse que vivía a 12.000 kilómetros del alcance de esa señal y no recurría a ella a través de internet y que llevaba ocho años viviendo fuera del país. En ese momento primó el reflejo de la amistad de toda una vida antes de desacreditar un estado de fanatismo que envolvió a todos.
Y en España pasa algo parecido. En época de crisis las tertulias son formatos en apariencia económicos, pero nos salen muy caros en la tolerancia y el hastío. No creemos en nadie y solo vemos a los que consideramos “nuestros”, al otro nos reservamos el odio que parece resentido. El otro y el nuestro esconderán su suciedad entre infinidad de papeles o estadísticas favorecidas, y nosotros claudicamos ante el todologo de turno, que ya no es de turno sino que está en todos lados y luego repetimos como si fuera razonamiento genuino lo que han gritado para que todo siga igual, para que nada cambie, para que nos sigamos hundiendo.

Lo contradictorio de esta entrada, es que esta noche de jueves, retomo por tercer año una tertulia deportiva en Radio Popular, es decir que yo formo parte de una. Trata del Athletic de Bilbao y me uno a tres compañeros para desgranar la actualidad del equipo vizcaíno. En la primera temporada me encontré con una situación asombrosa y me llevó unos minutos decidir mi reacción. En vísperas de la revancha contra el Manchester United en la Europa League que finalmente perdieran en la final, el conductor nos lanzó el desafío de decir al aire cual era nuestro segundo equipo, por afinidad, sentimiento o cualquier motivo. La euforia por el triunfo en Manchester era increíble, cada hora iba en aumento. Por estar al lado del conductor y este comenzar la ronda por el otro lado, tuve tiempo para decidir qué contestar. Mis compañeros se decantaron por el Liverpool, por el Newcastle, por el Bilbao Athletic y por otro más de la zona, y todos dieron sus motivos. José me preguntó finalmente a mí y dije que mi segundo equipo era Excursionistas. Se hizo un silencio y me dijeron que creían que mi segundo equipo era River Plate (daban por sentado que el primero era el Athletic), ante lo que contesté que River era mi único equipo y Excursio, el de mi barrio (aunque en realidad me era afín por el gusto de buenos amigos). Pensé que eso me desacreditaría, que sería mi última tertulia, pero no pasó de allí. Esta tertulia es un espacio para socios y simpatizantes del equipo vasco, y yo estaba allí supongo por pertenecer a la misma nacionalidad que Marcelo Bielsa y porque me apasiona el deporte, y decidí participar porque me gusta el medio, recuperaba algo que había ya realizado en mi país, me es cercano el conductor y porque a lo largo del tiempo guardo un cariño especial por el cariño que me ofrecieron mis compañeros de los jueves casi sin conocerme. Pero prefiero expresar lo que siento aún cuando discrepe con los demás. Y fue un increíble ejercicio el poder convivir con otra filosofía que es única (la del Athletic), de la que no formo parte pero donde prima el respeto. Y por eso, de momento sigo.
Quinto Septimio Florente Tertuliano, Tertuliano para sus amigos, fue un romano converso al cristianismo, que se especializó en discutir con intensidad asuntos de teología. En su honor, definimos tertulia a ese espacio de comunicación. No es cuestión de lavar su imagen y reconducir los términos del diálogo en nuestras sociedades. Solo es menester recuperar en parte el equilibrio, dejar de lado los fanatismos y agravios, volcarnos aunque sea un poco al conocimiento y de esa forma, desbaratar a los timadores que nos manipulan, nos mienten y lo que es más grave, no saben gestionar nuestros derechos y obligaciones. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario