viernes, 3 de julio de 2015

La suerte juega con cartas sin marcar. No se puede cambiar.



"Gobierna tu mente o ella te gobernará a ti."
Quinto Horacio Flaco, poeta lírico y satírico latino.

Recuerdo más de un autor animado a documentar con imaginación y estilo el tema. Otros al entrar en materia, hasta pusieron en duda su rol de enunciador de ficciones. Al momento de contar una historia real, la riqueza de la imaginación y vocabulario puede apartar la realidad para convertirse en otra historia. Suele suceder constantemente, a veces podemos suponer que el único que conoce la verdad, es el testigo directo, siempre dependiendo de la fiabilidad de su perspectiva, y reconocer además que nadie es portador de la verdad absoluta. El resto, una vez que abre la boca, genera una nueva versión. Y así vamos por la vida, recogiendo experiencias a medias e imposturas a montón.

Y algunos impostores se abrazan a historias inventadas con el fin de creérsela a pie juntilla. Y la reiteración de la utopía confunde al relator, porque a la corta ya cree que eso fue el recorrido real de su experiencia. Estamos rodeados de impostura, estamos plagados de impostores. Puedo en este mismo momento estar escribiendo solo de literatura. Puedo, al mismo tiempo, estar refiriéndome a una brecha político cultural que no se sabe frenar en ambos bandos. Puedo también, al momento de desarrollar el segundo párrafo, encontrándome que mis propias líneas me han apartado de la idea original, y me encuentro acusado de falsificador, de colaborar con mi pluma a una nueva adaptación a la farsa, a la comedia, a la suplantación de otros contenidos ya existentes.
Me movilizó una de las últimas imágenes recogidas en Buenos Aires a escribir sobre el tema. Pero no fue la tan manoseada política y la manipulada ideología o los acomodaticios adeptos. La casualidad es que el tema tiene varias ramificaciones. La impostura a la que me refiero es el libro que regalé a mi padre y se trata del último trabajo de Javier Cercas, sobre la vida de Enric Marco, titulado "El impostor". Y no es el único escritor que encaró la materia, una rápida revisión mental me acerca a Carrere, Cervantes, Borges, Unamuno, Gamboa, Vila-Matas, Jorge Ingenieros y otros.
Pero es un tema de todos los días. En esa última semana en mi país, trascendió la impostura de una mujer norteamericana, que su noticia rebotó en el mundo, alterándolo. No se trata de ninguna presidenta conocida, ya que solo su actualidad rebota casi en su ámbito local ya que el resto parece haber leído o adivinado el final burdo de su impostura socialista. No, el caso que refiero es el de Rachel Dolozal, la activista y dirigente para el avance de la gente de color, que en su afán de defender una raza, no le bastó con la convicción, ideal o militancia, sino que necesitó mudar su historia étnica, escondiendo lo blanco de su piel para ser físicamente negra o mestiza.
Ojos verdes, piel bronceada y peinado afro eran las señas físicas de una mujer comprometida, una luchadora incansable que recibía elogios permanentes en la última década. Su causa era su mejor atributo, pero de repente, una filtración o una investigación, hacen que lo más importante sea que su piel de origen es blanca, que no reviste antecedente racial mixto, que su pelo era rubio y lacio, y que sus ojos originales no tenían ese verde caribe, sino un verde casi arial.
"¿Eres afroamericana?" fue la consulta que le cambió su rutina. "No entiendo la pregunta" fue la respuesta que desnudó la impostura. "Rachel ha querido ser alguien que no es en realidad. No solo ha decidido ser ella misma, sino representarse como cómo una mujer negra o de raza mixta", declaró su madre, que confirmó que tanto ella como su marido, tienen antecedentes europeos. Esta impostura ha decepcionado a mucha gente. La cuestión es determinar qué es lo que predomina: el fraude de su etiqueta o la constante defensa de una etnia sacudida.
Enric Marco, mientras tanto, engañó durante décadas haciéndose pasar por víctima del holocausto nazi. "¿Toda existencia tiene algo de ficción?" es la pregunta que desarrolla Javier Cercas para tratar el tema de una impostura que llegó muy lejos. Inventó una historia con asombrosa habilidad, que le permitió presidir la Amical Mathausen, sin haber estado detenido en un campo nazi. "Las falsedades de Marco son en gran parte nuestras fealdades. Todos mentimos para que nos quieran, para que nos acepten. Todos maquillamos un poco nuestras vidas. Este hombre no solo es la metáfora de todos nosotros, sino la metáfora de lo que nuestro país se ha inventado", declaró Cercas a la hora de promocionar su libro. Sostiene que el flagelo de una guerra, inevitablemente lleva a los sobrevivientes a mutar su verdadera historia. Lo mismo, sobre un concepto tantas veces políticamente bastardeado, como es el de la memoria histórica.
El fin declarado de Cercas (porque sabemos que hay miles y no hay ninguno) era comprender a Marco para poder comprender a todos los hombres. Porque si la impostura de Marco es entendida, quizás los no afectados podrían comprender la simulación de Adolf Hitler, por ejemplo. Y Cercas expresa un deseo casi inmaduro, que ese éxito permita que los Hitler no puedan repetirse. Si Cercas lograba interpretar a ese hombre, podía comprender el accionar de la humanidad misma, y también la percepción de la literatura, y desnudarse él mismo.
Hasta aquí, la impostura de dos casos puntuales. No vamos a extendernos con el book de impostores tan a mano que disponemos, ya que con algunos podríamos alterar la realidad de su relato toda la vida. Retornemos a la literatura. Cuando narramos un acontecimiento real lo falseamos un poco, y tal vez mucho. Una realidad transformada por la ficción se convierte en otra realidad. Si un autor desnuda una impostura, tal vez esté creando una nueva, eso sí, con estilo y valor literario. Y a su vez, el impostor que la literatura refleja, en muchos momentos de su impostura está mostrando su real cara, tal lo que demuestra Cercas sobre Marco. No toda impostura es producto de total ficción, también se sostiene con hechos que sí son reales, existentes.
El impostor tiene demasiado trabajo para sostener la ficción. El más importante, romper con ese pasado que no coincide con la gesta de su historia. Esos flecos si no se atienden, rebotan contra su crónica. Siempre habrá alguien dispuesto a cuestionar la realidad, siempre el azar irrumpirá de forma inoportuna. Y con la impostura declarada, surge el más importante de los valores del impostor: el valor de aceptar haber sido descubierto. Estamos acostumbrados a tolerar que el impostor genere una nueva impostura para justificar su fraude. En un mundo tecnológico, la existencia de una imagen contundente ya no basta. El  simulador nos quiere inducir a interpretar lo contundente, a negar lo categórico. Por eso tiene mérito reconocer la ficción, es regresar del relato para obtener una dosis de realidad en su existencia.
Simulamos cuando mostramos lo que no somos. Lo hacemos todo el tiempo. Nuestros éxitos pueden estar basados en ese guión. Nuestros matrimonios pueden provenir de una impostura, de falsear un estilo, de disimular carencias, de ficcionar virtudes. Quizás disimular sea una cara de la impostura. La gravedad de la simulación es la que nos lleva a filosofar o cuestionar como han hecho Cercas y los demás autores. Para sobrevivir muchas veces hay que disfrazarse, para seguir vivos hay que falsificarse, y para sostener la adulteración, tantas veces hay que ser legítimos.
Enrique Vila-Matas ha navegado por los mismos mares, adentrándose en otros océanos. La identidad es analizada desde el origen de los tiempos. El escritor catalán, tan particular por la excelencia de su  metalenguaje, busca medir la distancia exacta entre lo que uno es, lo que quiere ser, lo que los demás le dejan ser, y lo que los demás quieren que seas. El personaje más difícil de sostener, quizás sea el del tipo normal. Todos deseamos alcanzar ese título. Porqué para ser normal, quizás es necesario dejarse guiar como un estúpido o rebelarse como un idiota ante la enorme escena que el mundo y esa "memoria" tal vez impostada nos ata de por vida y nos estanca en la inercia de sentir que más allá de lo que vemos que somos, está lo que el estereotipo quiere que desarrollemos. En este contrasentido podemos encontrar las bases de los nacionalismos, tal vez la mejor de las imposturas.
Entonces la impostura es tan antigua como el tiempo. Pero a todos nos parece que en los tiempos que corren, la impostura es el master a alcanzar, el pico máximo, la gloria eterna del fraude. Observemos a nuestros políticos. Estos no gobiernan con convicción, simplemente se apoyan en permanentes sondeos o encuestas, para conocer y dilucidar la opinión de sus votantes y dirigidos. Y el tan mal guionado personaje en el que se han convertido, se aterra de que se descubran sus convicciones más íntimas, si es que las tienen. "Me gustaría ser recordado como alguien que entregó su vida a los humildes" es la frase con más altruismo que se pueda optar. De ahí que siempre regrese a la literatura y a la duda que me carcome. Quizás fueron los eruditos, los hombres de letras, los dueños del razonamiento, los que se lanzaron con la impostura. Y ya nadie podrá detenerlo.
El escritor es un impostor tolerado, repite Cercas. Y muchas veces admirado. ¿Quién no quiso descubrir Macondo y de paso ser Premio Nobel de tan fascinante impostura? Cercas al desnudar a Enric Marco, en realidad propone que cada uno se desnude y aislé por un rato a su personaje. El que lea el libro, terminará inevitablemente preguntándose cosas de su propia vida. Todos seremos Marco o Dolozal, si seguimos con la necia actitud de no querer mirarnos a un espejo. La realidad mata, la ficción a veces salva. Me quedo con una frase del genial Umberto Eco, para no continuar reflexionando sobre lo irreflexivo. Al escritor italiano le preguntaron un día: "Usted, ¿Porqué escribe novelas?" Respondió: "Para no concluir"...

El poeta es un fingidor
(Fernando Pessoa)
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que en verdad siente.
Y, en el dolor que han leído,
A leer sus lectores vienen,
No los dos que él ha tenido,
Sino sólo el que no tienen.
Y así en la vida se mete,
Distrayendo a la razón,

Y gira, el tren de juguete
Que se llama corazón.

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