martes, 30 de junio de 2015

La cucaracha, la cucaracha...



"Despertar es el momento más arriesgado del día."
Franz Kafka

La situación mantiene vigencia. Acaso transitamos un camino similar al momento de levantarnos y hacernos con las noticias inmediatas de nuestros conciudadanos o gobernantes. Tantas veces se nos anuda el sorbo de café ante tanto despropósito o desatino. Con frecuencia  renovamos la supuesta pérdida de la capacidad de asombro. En ocasiones, nos quedamos azorados observando solo el titular de la nota, sin atrevernos a encauzar la información completa.  Más allá del proselitismo de turno, las cosas parecen ir a peor con relación al día anterior. Tantas calamidades de nuestro accionar y las empecinadas defensas que hacen los oficialistas, nos acercan cada mañana a la metamorfosis; cada día temo arrancar como le sucedió aquella mañana a Gregorio Samsa; es decir: informarme y convertirme en escarabajo, que sería la confirmación exacta del retroceso de una especie que se la cree más apta de lo que es.

El mencionado Samsa se convirtió, con la anuencia de Franz Kafka, en el emblema del monstruo expresionista. Publicado en octubre de 1915, "La metamorfosis" es quizás uno de los libros más famosos. A partir de aquella transformación, la historia literaria dejo sentado que las existencias tantas veces están condicionadas por todo lo que les rodea. Las identidades pueden ser concebidas de acuerdo a como la conciben los demás. Convertido en una eterna metáfora, representa la toma de conciencia cruda y dura de Kafka con la nulidad identitaria de los hombres.
Las noticias de hoy han perdido el matiz. Son chatas, vulgares, ofensivas contra la inteligencia. La mala jugada que la mala moral nos hace es permitir que terribles conjuras, mentiras, incapacidades o exabruptos sean interpretado por la "hidalga" ciudadanía con una sonrisa. ¿Cuál es el motivo de la sonrisa? Quizás sea la resignación. ¿Acaso confiamos que el ruin es un irónico o un cachondo? ¿Qué ha pasado con aquella palabra "principios" que todos pavonean y que parece que nadie enaltece? Ha pasado que nos hemos convertidos en lo que temió Kafka, con el matiz de que la mayoría cree que se trata de una cucaracha, pero el personaje era un escarabajo. Pero nosotros, sin contar con el talento del escritor de Praga, al aceptar sólo combatir por adivinar si la noticia es verdadera o falsa como principio ideológico de confrontación, al discutir esas infantiles trivialidades, no estamos a la altura del escarabajo. Solo somos cucarachas.
En su momento, Kafka se obsesionó para que su creación no quedara estancada en la simple transformación en insecto. Tanto énfasis quedó reflejado en una carta al encargado de las ilustraciones del libro. En la misiva a Ottomar Starke le eleva la encarecida petición de que el insecto no pueda ser dibujado. Ni tan solo fuera mostrado de lejos, solo plasmar la realidad del relato, mucha oscuridad y la puerta de por medio entre Samsa y sus familiares.
La novela refleja un crudo estado de ánimo de un pensador que la historia reivindicó en genio. Kafka se hallaba enfrascado en un dilema existencial, a la hora de narrar la historia. Titubeaba, resbalaba en cada duda sobre su escritura. "En el fondo soy un hombre incapaz, ignorante, que si no hubiera ido obligado a la escuela, solo valdría para estar acurrucado en la caseta del perro...". Parece absurdo el nivel de duda del escritor checo, teniendo en cuenta que la historia lo ha definido como crucial o clásico de referencia. Si un genio duda, define el gran rasgo de la especie: la incertidumbre. La diferencia entre el sabio es el permanente cuestionamiento, aunque conlleve a más titubeo. Y tamaña conducta no está tan a la vista hoy, donde solo se repite el razonamiento de "que el otro" miente.
"Mi vida, en el fondo, consiste y ha consistido siempre en intentos de escribir, en su mayoría fracasados. Pero el no escribir me hacía estar por los suelos, para ser barrido", le escribió a Felice Bauer, su novia. Frágil, nervioso y obseso, tuvo la particularidad de escribir "La metamorfosis" en apenas veinte días. Un error de traducción permitió, quizás, el único fallo en el contenido. Jorge Luis Borges lo explico reiteradas veces: "Yo traduje el libro de cuentos cuyo primer título es <La transformación>, y nunca supe porqué a todos les dio por ponerle <La metamorfosis>. Es un disparate, no sé a quién se le ocurrió traducir así esa palabra del más sencillo alemán. Cuando trabajé en la obra, el editor insistió en dejarla así porque ya se había hecho famosa y se la vinculaba a Kafka. El traductor francés había utilizado <La metamorphose> y todos utilizamos el mismo giro".
La radiografía más lúcida y espantosa de la transformación del hombre tardó varias décadas en ser referencia. La propia metamorfosis sobre el buen hacer de Kafka se dio, principalmente en su tierra, República Checa, a partir de 1968, a las puertas de La primavera de Praga. ¿Qué lo motivó? Una espantosa sensación de pérdida de libertad. De la opacidad o intrascendencia, se transfiguró en una lectura esencial para oxigenar aquel viciado clima represor, simbolizado por los tanques rusos invadiendo la ciudad. El ignorado pasó a convertirse en el estandarte, en el ícono que intentó enseñarnos a modificar el camino prohibido.
La sociedad burguesa de aquella época, la de 1915, no toleró que Kafka desmontara la teoría de mundo respetable que todos transitaban. Mostró el peor de los conflictos, la nula aceptación propia, el acoso del miedo y lo desconocido, lo débil y lo vulnerable.  Pero aquella sociedad no pudo observar como la universalidad convirtió al rebelde Kafka en un concepto. Todos sabemos pronunciar la categorización de kafkiano cuando las pesadillas cotidianas de la vulgaridad nos hace mella.
El arte deja un legado, lo más difícil es perdurar en el tiempo. Al perpetuarse se convirtió en influencia decisiva para la literatura posterior. Borges, García Márquez, Kundera o Murakami han reconocido el influjo de Kafka en sus obras.  Ha inspirado a generaciones de jóvenes en su despertar a la necesidad de cultura. Ha ayudado a profundizar el pensamiento, ha permitido que a pesar del espanto de sentirnos Samsas en las mañanas de desconcierto, podamos aspirar a palpar que se trata de una pesadilla pasajera.
"Al despertar Gregorio Samsa una mañana tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia".
A pesar de cumplirse cien años de la publicación de esta obra, nadie se ha permitido crear una paradoja tan perfecta, tan cruel, tan simbólica y tan deshumanizada. ¿Quién no se despierta con la sensación de ser un insecto que no comprende los avatares del mundo? Regreso al obsceno repaso de las noticias, de las nuevas vertientes de la corrupción, a nuestros imbéciles que nos representan, que nos hacen sentir que cada amanecer en el mundo es un nuevo día perdido.

Cien años no es nada, muchos no han sabido interpretar la metáfora, siquiera aquellos que pregonan movimientos sociales que sólo encierra más egoísmo individualista. Últimamente homenajeo a los referentes, delatando a los insectos que no se cuestionan su falta de transformación. Para cerrar con algún argumento que permita una sonrisa, recupero un tweet que podría ser del propio Kafka: "¿Se imaginan la vergüenza que vamos a pasar cuando nos invadan los extraterrestres y nos pidan llévenos con sus líderes?".

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