domingo, 25 de noviembre de 2018

Es que no sé muy bien por dónde vas


“El límite de tu mundo es el límite de tu lenguaje”
Ludwig Wittgenstein

Da la sensación de que el ser humano vive atrapado en un límite que intenta todo el tiempo doblegar para avanzar. A través de la filosofía intentamos abordar la realidad desde la razón. Encerrados en un corralito virtual que dice que es el mundo concreto, la sensación de inseguridad que presume que más nos movemos en lo intangible, hace añicos tantas palabras empleadas para no poder explicar que lo misterioso predomina. Decimos cosas, argumentamos, desarrollamos teorías, justificamos el paso de civilizaciones, y todo lo hacemos apoyados en el ambiguo corredor que va de un lado al otro del límite, donde lo racional, irascible o concupiscible nos invita constantemente a reformular la tontería que hayamos desarrollado con nombre de teoría para vivir con lo uno y lo otro que somos. Y seguir teorizando.

domingo, 18 de noviembre de 2018

El corazón del hombre se hizo añicos antes de que explotara la vergüenza


“En la base de todas las reglas que determinan la elección y el empleo de las palabras encontramos la misma exigencia primordial: la economía de la atención”.
Herbert Spencer – naturalista, filósofo, sociólogo, psicólogo y antropólogo inglés (1820-1903)

Alguna vez repetí hasta el cansancio una canción de un artista argentino, que vivió parte de su tiempo en Madrid, y supo resurgir, mediado los ochenta, de un pasado de niño prodigio al convertirse en una estrella que él, hubiera deseada se le equipare a Dylan o a Morrison. Pero la cuestión es la canción, la repetía una y otra vez, y hasta la cantaba cercano a las lágrimas siempre internas, por el dolor que sentía hacia un amor frustrado. Entre suspiros de dolor me preguntaba cómo había podido graficar tan contundentemente esa sensación de despertar y pensar en el acto, si la has de ver. Me aliviaba en parte saber que era moneda corriente ese dolor. Me aliviaba hasta que alguien me contó que esa canción en realidad se la cantaba a la cocaína. Nunca sabré la realidad, porque no es habitual que un cantante, o un escritor, o alguien vinculado al éxito te confiese que su gran fama en realidad surgió de una marranada. Pero yo era capaz de perecer en mi cama sintiendo eso bien propio, lo de y ahora tengo que esconder mis heridas.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Quien quiere vivir eternamente


"Respondiendo a las informaciones y conjeturas que sobre mí han aparecido en la prensa desde hace dos semanas, deseo confirmar que he dado positivo en las pruebas del virus y que tengo el sida. Es hora de que mis amigos y mis fans en todo el mundo conozcan la verdad, y deseo que todos se unan a mí, a mis médicos y a todos los que padecen esta terrible enfermedad para luchar contra ella”.
Freddie Mercury, a través de su portavoz Roxy Meade.

Al día siguiente, murió. En aquel momento, 24 de noviembre de 1991, pareció absurdo develar que padecía la enfermedad del SIDA un día antes de fallecer. La lógica no permitía suponer que, en verdad, fue una señal de valentía. Podría haber muerto con el silencio de su afección, tal vez fue una manera de abrir una puerta para que todos aquellos muertos de aquellas décadas por “la peste gay” dejarán de sentir el oprobio de una enfermedad que avergonzaba y marginaba. Freddie Mercury siempre fue una estrella, el rock le permitió magnetizar a las masas, pero en esos últimos meses, no pudo frenar el terrible impulso que la prensa sensacionalista británica llevó a cabo: un goteo constante de un puñado de fotos donde su delgadez extrema y aspecto enfermizo demostraba que el morbo no conoce de privacidad.