jueves, 12 de septiembre de 2013

Buscando la mejor cara de una Moneda



Hace cuarenta años que en Chile se cruzan los recuerdos y los homenajes. La vida es así, cuesta creerlo, pero se trata de festejos cruzados. Tantas veces el festejo de unos es el dolor del otro. Y tantas veces el otro está casi al lado, a una puerta de por medio o en la familia de un hermano. Y no se trata de filosofar pero tampoco de discutirlo ideológicamente. Filosofando no accedemos a las respuestas, sólo ampliamos lenguaje; pero discutiendo ideologías creo que a la larga, nos solemos sentir más engañados.

Dos países dentro de un mismo territorio nacional conmemoran por separado el 11 de setiembre de 1973. Unos homenajean al Presidente democráticamente elegido por el pueblo, que cae víctima de un golpe militar. Otros festejan la caída de ese gobierno, porque creen que significó el regreso de una normalidad perdida a causa del irresponsable voto popular. Y pasados cuarenta años, es difícil que se pongan de acuerdo. Pero lo bueno que tienen los años es que acomodan las cosas y sólo los atrapados por el fanatismo no logran ver más allá de sus narices. Ninguno de los personajes que encabezan las causas de los festejos hoy viven. Uno se quitó la vida el mismo 11 de setiembre de 1973. Al otro, la vida le respetó su curso hasta el año 2006. Quizás la súbita muerte de Salvador Allende alimente el romanticismo del personaje con ideales, la muerte repentina magnifica a los personajes. La inevitable caída luego de abrazarse al poder de turno hace que destrocemos al personaje, para no destrozar nuestras conciencias. Para muchos, el final de Augusto Pinochet y sus cuentas acomodadas en Suiza ponen en contradicción esa lucha “desinteresada” por la patria. Y así todo, la ideología protege las miserias de los conductores al grito de viva una patria y hasta las últimas consecuencias.
Entre 1973 y 1975 se certifican 42.486 detenciones de carácter políticas. Y entre 1976 y 1988 hubo 12.134 detenciones individuales y 26.431 detenciones masivas. El Informe Rettig y la Corporación Nacional para la Reconciliación y Reparación, concluye que en 1996, murieron o desaparecieron 3.197 personas en el tiempo que va desde el 11 de setiembre mencionado y el 11 de marzo de 1990. Las muertes o desapariciones serían consecuencias de violaciones a los derechos humanos. Fueron calificados como desaparecidos 1.102 personas. Los otros 2.095 “tuvieron mejor suerte”, pueden ser considerados muertos. A partir de estos datos, todo puede ser posible, porque ahí entra en juego la interpretación humana. En el juego de la vida, nosotros podemos ser lo que verdaderamente sucedió, o podemos actuar, maquillar, inventar o reinventar nuestros personajes. El Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos (ILAS) estima que un 10% de la población chilena, a principios de los años ochenta se encontraba afectada por alguna situación represiva y condicionó la realidad a unas 200.000 personas entre el exilio, torturas, juicios sumarios y ejecuciones. Aquí es donde se pueden camuflar los datos, pero no interesa en esta entrada definir quien se exilió por ser víctima y quien eligió estar exiliada para hacerse la víctima.
No creó en las ideologías porque las tergiversa el hombre. Creó en los resultados ideológicos y suelen ser nefastos la mayoría de sus guarismos. No me gusta ver como alguna derecha se reacomoda en las sociedades democráticas pactando no sufrir consecuencias en aras de una normalización entre “hermanos”. Y no me gusta pero subestimo a alguna izquierda que crece victimizándose. No me parece lógico la monarquía, el nacionalismo y el fascismo me sientan como un nudo de corbata demasiado ajustado y el comunismo me sonroja, no por ser colorado, sino por creer algunos que vamos a ser todos iguales y lo vamos a aplicar si es necesario (y siempre lo será) con la fuerza de la palabra pero también del martillo. La democracia parece ser el mejor sistema, porque nos permite elegir, cada período de tiempo, a otros. Pero la mayoría de elegidores y elegidos creen que sus obligaciones terminan con el acto en la urna. También tendremos que entender que nos podemos equivocar o acertar. Y que cada alternativa conlleva una serie de derechos y obligaciones, para que ese periódico ejercicio que es votar no sea otro ejercicio de irresponsabilidad ciudadana. Y la irresponsabilidad se combate con información, con lectura, con debate, con auditorias, con paciencia, tolerancia y una dosis de buena fe. Y al finalizar un mandato, el ideal sería exigir que el que finalice se marche con lo puesto, como cuando llegó; pero eso por ahí lo pudimos comprobar sólo con un par de presidentes de cada nación.
Salvador Allende quizás sufrió una tragedia griega. Para ser Presidente de la nación chilena tuvo que ser candidato en cuatro oportunidades, asimilando como demócrata sus tres primeras derrotas. Y luego de su muerte, tuvo tres funerales. El primero, al día siguiente del golpe de estado, en el cementerio de Santa Inés, de noche, sin testigos y en una tumba sin nombre por iniciativa del gobierno castrense recién instaurado, por eso de que la gente no se acerque a homenajearle. Mercedes Hortensia Bussi, viuda de Allende dijo: “Se entierra aquí al Presidente Constitucional de Chile”; el segundo, fue el 4 de setiembre de 1990. Sus restos fueron trasladados a Santiago e inhumado, tras un acto multitudinario, en el Cementerio General; y el tercero, el 8 de setiembre de 2011 en el Mausoleo, después de que una comisión internacional de expertos determinara que Allende murió a causa de un disparo que el mismo se propinó. Toda la tragedia griega se desarrolló en setiembre. Las cuatro elecciones fueron un 4 (1952-1958-1964 y 1970), al igual que su segundo entierro; su muerte un 11; su primer funeral la noche siguiente y el último, un día 8.
 Y dicha comisión logró acallar las dudas sobre su muerte. Y nos vino a confirmar lo que pocos testigos anunciaron al mundo. Que en el momento de salir todos hacía una rendición pactada con los militares, Allende prefirió dar la mano a los 64 colaboradores que acompañaron su último día de gobierno, anunciar que bajaran todos que él bajaría el último, para luego apartarse y desplazarse al Salón Independencia de la segunda planta del Palacio de la Moneda. Allí, sentado en un sofá, se disparó con un fusil AK-47 (regalo de Fidel Castro) que tenía entre las piernas. Se voló la bóveda craneana. Apenas habían pasado minutos de las dos de la tarde.
No se trata de contar la historia de Allende. Sólo recordarlo. A mí quizás me impactó saber un día que alguien fue consecuente con sus ideales y no supo o no quiso pactar. Si fue por miedo o por convicción no lo sé, quizás el propio Allende no lo tuviera claro. Pero en un mundo donde la frase “hasta las últimas consecuencias”  suele ser bastardeada y manipulada hacia el pronto olvido, la historia nos confirmó que Allende murió de acuerdo a lo que pensaba que era, un hombre con un fuerte sentimiento de patria.
Les dejo el link del último discurso de Allende. En esa mañana del 11 de setiembre se dirigió cinco veces al pueblo por radio. La última, a las 9:10 de la mañana cerró uno de sus últimos párrafos con este contenido: “Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Pasaron 40 años del último discurso. La democracia tuvo que esperar hasta 1989 para retomar la normalidad y a partir de ese momento, cinco Presidentes de distintas ideologías se alternaron en el cargo. Para muchos, Chile está mejor que en aquel 1973, el país ha progresado. Y las diferencias de ingresos continúan su insalvable camino. Todavía los hombres no encontramos la fórmula contra las obscenas desigualdades.
Salvador Allende tenía en alta estima su puesto de Presidente. Por ahí, ese fue el motivo de morir en el cargo. Encontraremos mucha biografía sobre su vida política y más aún del último momento. Cada uno podrá leer la que mejor se acomode a su ideología. Yo he leído “El último día de Salvador Allende” y “Allende en el recuerdo”, ambos de Oscar Soto Guzmán, quien fuera su médico personal y estuviera presente en esa última jornada. También podemos acceder a “Salvador Allende, biografía sentimental”, de Eduardo Labarca; “Allende. La biografía”, de Mario Amorós es otra opción, este un texto de más de setecientas páginas. Y también tendremos infinidad de novelas, ensayos y poesías sobre el golpe militar, los abusos, la transición y la vuelta a la democracia. Solo es cuestión de proponernos conocer parte de la historia de un país vecino.
Pablo Neruda falleció nueve días después de cáncer. Algunos insinúan que murió de tristeza ante los hechos en su país y la muerte de su amigo. Desde Isla Negra, su residencia en Chile, dejó antes de marcharse su testimonio sobre lo sucedido ese 11 de setiembre:
 “Escribo estas rápidas líneas para mis memorias a sólo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte de mi gran compañero el presidente Allende. Su asesinato se mantuvo en silencio; fue enterrado secretamente; sólo a su viuda le fue permitido acompañar aquel inmortal cadáver.
La versión de los agresores es que hallaron su cuerpo inerte, con muestras de visible suicidio. La versión que ha sido publicada en el extranjero es diferente. A reglón seguido del bombardeo aéreo entraron en acción los tanques, muchos tanques, a luchar intrépidamente contra un solo hombre: el Presidente de la Republica de Chile, Salvador Allende, que los esperaba en su gabinete, sin más compañía que su corazón, envuelto en humo y llamas.
Tenían que aprovechar una ocasión tan bella. Había que ametrallarlo porque nunca renunciaría a su cargo. Aquel cuerpo fue enterrado secretamente en un sitio cualquiera. Aquel cadáver que marchó a la sepultura acompañado por una sola mujer que llevaba en si misma todo el dolor del mundo, aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las metralletas de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile."
Sea como haya sido la historia, habrá que recordar a un hombre que intentó dar voz a los que no la tenían y con virtudes y muchos errores, intentó implementarlo. Sufrió conspiraciones internas y desde Estados Unidos, y pagó caro su viejo anhelo, instalar el socialismo sin violencia y por medios legales. Aún le quedaban tres años de legislatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario