martes, 26 de enero de 2021

Y dejad que el temporal desguace sus alas blancas

Qué clase de lugar es éste, donde hay gente pero es invisible, o va de un lado a otro hasta el infinito, como si tuviera la eternidad por delante para…

-Ésta es la orilla del mar (...). Ni tierra ni mar. Es un lugar que no existe."

"Océano mar", de Alessandro Baricco (1993)


Como todo personaje talentoso, tiene adeptos y detractores que generan opiniones encontradas. Su literatura parece a veces incompleta en el epilogo de sus historias, a consecuencias de una estructura plagada de imágenes, emociones y sencillez de estilo que no terminan de cerrar con recursos similares la mayoría de sus historias. Su método es directo, cinematográfico -muy musical y visual- y su escritura no es para nada difícil, predominando en sus novelas los relatos breves que se asemejan a poemas elegantes o exquisitos donde en todo momento se intenta plasmar la realidad del ser. Alessandro Baricco, escritor y filosofo turinés, posee el talento de inventar y contar historias y por generar combinaciones narrativas innovadoras.


En la absurda disputa por conocer y devorar nuevos títulos y autores, no suelo releer obras en el tiempo. En esta estadía en Buenos Aires y al quedarme sin material de lectura, me acerqué a la biblioteca familiar -que alimento permanentemente- donde tres títulos de Baricco me obligaron a plantear su relectura en el espacio de una semana, y además de lograrlo, encontré matices deliciosos que tal vez disfruté en la primera lectura pero a través de detalles y giros olvidados se antojaron como inéditos. La lectura de “Océano mar”, “Novecento, la leyenda del pianista en el océano” y “City” me acercaron nuevamente hacia el lado más íntimo de la literatura, que de tan sencilla oculta tantas veces la profundidad de su registro y ese talento innegable que permite describir parajes y situaciones inaccesibles que se convierten en posibles a través de sus leves y permanentes metáforas -me hizo recordar a la entrada sobre las metáforas de hace unas semanas atrás-.


Estas tres novelas o nouvelles son excusa para hablar de la música, de los ojos o el final de cada ola en el mar o la relación entre un chico superdotado y solitario con una chica que les permite a ambos continuar al margen de una realidad extraliteraria, un sentido de un mundo que a todos los personajes de Baricco no les gusta, rechazan en pos de escapar a ámbitos que acerquen a una verdad más pura. “...quizás el mundo sea una herida y alguien esté cosiéndola en aquellos dos cuerpos que se mezclan”, esta frase de Océano mar permite suponer que los personajes provienen de los extremos más alejados de la vida, sin rozarse hasta entonces y sin necesidad de buscarse, hasta que se deja de convivir en mundos diferentes, aunque simultáneos.


El estilo de Baricco se puede definir como lírico, sensible y con un alto contenido poético. Es un juglar de la palabra, un gran narrador oral como aquellos trovadores que mediaban entre la literatura alta y la cultura popular. Baricco es de los que te susurran al oído una historia, su oficio parece ser desde siempre el de narrador, mas que el de escritor o pensador. Sus historias alternan la fascinación con el desconsuelo, donde el lector es cómplice y victima de su hechizo, donde se espera en cada renglón que pase algo, aunque sea intrascendente. Tal vez la clave de sus obras es que se traten de historias sin enseñanzas, sin moralejas pero atractivas. Un estilo íntimo que se torna mágico, transitando desde lo real a lo onírico.


Sus temas pueden ser recurrentes, poblando sus historias de entornos irreales y personajes obsesionados en la búsqueda y consecución de sueños, definidos como idealismo en el alma humana. Sus historias surgen como consecuencia de la sinergia entre talento y técnica, regadas por un personaje que hace de la literatura un oficio de artesanos. Bebió de grandes escritores, admirando a Jerome Salinger y adoptando formas que asemejan homenajes a Gabriel García Márquez, Italo Calvino, John Steinbeck, Cesare Pavese o Ernest Hemingway -imitando sus diálogos cinematográficos-. 


El que crea que su prosa es sencilla o naif, es el primer engañado, su talento radica en la constante generación de ritmos y un listado a bote pronto nos puede arrojar títulos como “Seda”, “Novecento”, “Océano Mar”, “City”, “Esta historia”, “Sin sangre”, “Tierra de cristal” o cualquiera de sus ensayos. Parafraseando una entrada que le dediqué en 2014 -y que recomiendo leer porque en aquel momento escribía distinto- mi idea inicial en esta entrada era reseñar el magnetismo de volver a leer “Océano mar”, para sucumbir con “City” o “Novecento” y parar allí porque el fin de semana regreso a casa. En aquella oportunidad -2014- remarcaba que no esperaras de mi una recomendación especial, los autores están para ser descubiertos saboreando las conquistas. Comencé por Seda -la que no creo que vuelva a re leer- y no he parado, pero cada uno debe descubrir su propio viaje en este recorrido literario…

 


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