martes, 5 de enero de 2021

Una crema de estrellas parece cubrirlo todo

 En la vida, todo es una metáfora”.

Haruki Murakami


La oralidad fue el primer cauce comunicativo a través de la voz hasta que irrumpió la escritura, que tendió a dominar a lo hablado. Pero la complementariedad comunicativa continua hasta estos días, no podemos negar que el vehículo fundamental de la cultura no es sólo la escritura sino la palabra, que durante siglos permitió la transmisión educativa y de la sabiduría popular transportando mitos, leyendas, cuentos, proverbios, cantos y otros géneros de acerbo oral. De las tres mil lenguas que hoy existen, solo setenta y ocho poseen literatura escrita. Una de las figuras retóricas más presentes en las letras tiene un tinte poético y se define como metáfora, pero no podemos obviar que está omnipresente en la vida cotidiana, no solo en el lenguaje escrito sino en el pensamiento y la acción, por lo que no es exagerado predecir que es una figura oral, que usamos continuamente, tal vez sin la fragancia bucólica de la escritura.

Hemos considerado a la metáfora como un recurso expresivo extraordinario y característico del lenguaje literario. Últimamente la tendencia permite reconocerla como un mecanismo esencialmente cognitivo y no solo expresivo. Esta identificación suena lógica porque esta figura retórica forma parte del pensamiento y luego se transmite, ya sea de palabra o en su forma escrita. Este giro cognitivo supone el reconocimiento de la metáfora como una necesidad que no se puede evitar, ya forma parte de un proceso natural de interpretación de la realidad. Dejamos de considerarla como una recurso extraordinario para blanquearla como un elemento o herramienta cotidiana al alcance de los hablantes, dependiendo sus capacidades y aptitudes para ser personas que piensan y propagan metáforas.

La función típica de la metáfora es trazar correspondencias entre dos conceptos (categorías, espacios, dominios) por lo que alcanza una tercera dimensión -recordemos que el pensamiento y el lenguaje son las dos más claras- que es la comunicativa donde pocas veces ponemos énfasis en el proceso de la metáfora hablada al considerar que se trataba de un florecimiento retórico como una cuestión de lenguaje extraordinario más que ordinario. Surge entonces las clasificaciones -tenemos la tendencia de clasificar, ordenar o poner en listas- de metáforas deliberadas y no deliberadas. Estas últimas pueden pasar desapercibidas porque carecen de fuerza expresiva. Pero su estudio permite suponer una mejor comprensión de los procesos de razonamiento y de construcción de un discurso. Frases habituales en un boletín informativo como “el turismo es el sector que ha sido el pilar de la recuperación económica de los últimos años y que se mantendrá como motor de crecimiento de la economía a mediano y largo plazo” nos dice varias metáforas para explicar un factor económico que refiera crecimiento, motor o pilar. En un texto breve podemos encontrar tantas metáforas en apariencias dispares para sostener su comprensión desde la totalidad. El que se expresa, antes ha pensado mediando el lenguaje con la realidad de su flexibilidad y reflexibidad.

Internet nos ha hecho más metafóricos manejando el concepto de manera mas cercana o amena que una simple pero compleja red de redes -que de por sí es una metáfora-. Queriendo dimensionar su capacidad de acumulación, suponemos que se trata de un enorme contenedor o almacén que tiene alcance ilimitado, llegando a poder utilizar una nube. Al buscar información nos la pasamos navegando, pudiendo subir nuestros archivos personalizando lo que se dice dominio en la forma de una dirección que muchas veces nos ofrecen en forma de mapa. En nuestra exploración permanente debemos lidear con la presencia de los piratas, prestos a hackear los centros de datos o granjas de servidores de una comunidad virtual que tiene una forma laberíntica e intrincada. Si necesitamos alguna información es indispensable contar con un buen buscador para abordar los mejores enlaces y propiciar encuentros en redes sociales. Se suele abrir los correos y bajar los mensajes importantes, optando por la posibilidad de etiquetar a un ser conocido para compartir de forma personal o comentar en un foro. Como se puede enumerar, no escasean las figuras retóricas que rodean el funcionamiento de las tics.

Por lo expresado, no se trata de que utilizamos un mensaje metafórico para ofrecer florituras de nuestros conocimientos o alcances en tecnología o en economía finanzas -del primer ejemplo mencionado- sino que resulta inevitable que nuestras expresiones se reflejen con un pensamiento metafórico porque nos simplifique la convivencia con el sistema conceptual a través de esquemas imaginativos utilizadas para estructurar dominios abstractos permitiéndonos construir o conceptualizar la realidad en un mundo social o moral.

Charles Darwin (1809-1882) dijo “Ya que no podemos crear nada nuevo, podemos unicamente combinar o separar las ideas que hemos recibido por nuestras percepciones”. La metáfora no necesita inventar nuevos términos para generar nuevos significados, sino que a través de una transposición modifica lo existente, generando un ruido estético o de sonoridad. Una metáfora nos permite recrear sonidos, sabores, texturas, capacidades mentales y psicológicas en realidades que hasta ese momento no poseían. Posee una eterna naturaleza experimental que aporta una importancia referencial a la experiencia dejando de lado aquel único concepto que le atribuíamos, el del recurso estilístico para embellecer un discurso. Somos una metáfora hablando en un sentido pragmático y portamos la magia a través de nuestros pensamientos cognitivos que nos conviertan en creadores que embellecen las expresiones, enriqueciéndolas sin la necesidad de portar una inspirada pluma literaria...

 


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