jueves, 7 de agosto de 2014

Venecia sin ti



Luchino Visconti, alentado por el éxito del film “La caída de los Dioses” en 1969, completó la llamada trilogía alemana, con la adaptación de “Muerte en Venecia”, en 1971, y “Ludwig”, en 1972. En las tres películas, Visconti analiza el ascenso del nazismo y toca temas como la ambición desmedida por el poder, la homosexualidad, la pedofilia, la prostitución, la traición. Todos temas escandalosos en la época, en plena liberación sexual.

“Muerte en Venecia”, es la transformación de la imprescindible novela de Thomas Mann, de 1911, “La muerte en Venecia”. Visconti omite en su adaptación, el articulo la. El film quedó inmortalizado por su inicio, la brumosa mañana y la llegada del vaporetto, que acerca a los viajeros a Venecia, acompañado por el sonido del Adagietto de la Sinfonía nº5 de Mahler. La escena ha pasado a la historia del cine. Y Venecia, ciudad que observa siempre su futuro amenazado, planea recibir en el siguiente año, 10 millones más de turistas. La causa, la Expo que organizará Milán.
“Lo bello no es sino el comienzo de lo terrible”, es un estupendo muestrario del talento sin igual del escritor checo Ranier María Rilke, en su “Elegía de Duino. Y podemos “robar” la frase que forma parte de unos sus poemas, para referirnos a la ciudad, quizás más soñada y deseada, pero que desde 1966 presenta una larga agonía. Nada será igual luego de conocerla, y hay una frase que no resulta indiferente: “Formar parte de Venecia tiene su precio. Y hay que pagarlo”. Y es tan cierto, que si uno elige pernoctar en Mestre, a cinco minutos en tren, el precio baja considerablemente.
La ciudad de las 118 islas unidas por más de 455 puentes continúa despoblándose, sin encontrar el equilibrio entre la explotación masiva del turismo y la conservación del alma de la urbe. A pesar de todo, encierra varios momentos mágicos. Dos de los cuales, muchos no llegan a conocer, ya que suele ser una ciudad de visita de paso: El alba y el ocaso. Contemplar la ciudad cuando aún no han llegado los turistas o cuando se marchan, permite disfrutar el verdadero rostro de Venecia. En la única noche que dormí en la ciudad, me sorprendió el ocaso sobre la Piazza San Marcos y sus numerosas terrazas alteraban el agradable ambiente con los grupos de cámara, que interpretan en los templetes, música clásica. Fue regresar a la Piazza, comprobar con fascinación que casi no quedaban turistas, montar el trípode para un sinfín de tomas fotográficas, y desde el templete más cercano, comenzar los acordes de “No llores por mí, Argentina”. No habría quizás, señal más mágica.
 
San Marcos es el corazón y alma de la ciudad. No es masiva en cuanto a su tamaño, pero sí por el flujo constante de turistas, que consideran la plaza como la zona cero. Intente sacar una foto en soledad, resultará imposible a lo largo de casi todo el día. La riqueza y poderío de Venecia la convirtió su espacio central.

En la zona de Rialto, existe aún la farmacia Morelli. En su escaparate se actualiza un rótulo con el número de residentes en Venecia. 56.683 con sus oscilaciones dependiendo el mes, es la cantidad más o menos vigente, contemplando un millar de bajas al año. En 1951 eran 174.800; las trágicas inundaciones del 4 de noviembre de  1966 dejaron el padrón con 121.309 habitantes, y los puntos más bajos de la ciudad quedaron sepultados bajo metro y medio de agua. Unas 160.000 viviendas fueron consideradas inhabitables. Muchos de los que marcharon pensaron que sería algo transitorio. La gran mayoría no regresó. “Cada vez que un anciano muere, se muere un poco más Venecia, porque su lugar no será ocupado por otro veneciano, sino por otro turista”, es otra de las frases que uno puede recoger, eso sí, dependiendo del optimismo o pesimismo del portador de la frase.

Volviendo al Rialto, del arquitecto veneciano Antonio da Ponte nadie guardaba referencias. En el siglo XVI las autoridades venecianos sacaron un bando para intentar rehacer el Puente de Rialto, destruido y reconstruido varias veces desde el voraz incendio de  1514, que afectó a todo el barrio. El diseño presentado por da Ponte fue considerado audaz para la época, y quizás por una característica tan humana, de criticar hasta ridiculizar ante el temor de algo nuevo, durante los tres años de realización y luego de su inauguración, fue víctima de mofas de sus contemporáneos. Pero Antonio da Ponte, que era ingeniero hidráulico, acalló criticas y disimuló el costo altísimo para la época y con el paso de los años, se convirtió no solo en uno de los pocos puentes que unen la longitud del Gran Canal, sino en el sitio obligado para contemplar la belleza de la ciudad y para convertirse en uno de los puentes más fotografiados en el mundo.

El contraste lo brindan los 22 millones de turistas que visitan al año la ciudad de los canales. Quizás sean ellos los responsables de la lenta muerte de la ciudad. “Han convertido Venecia en un parque temático del amor”, resopla un residente, otrora especializado en la restauración de muebles, y hoy uno de los tantos que cada poco analiza irse con su oficio a vivir a tierra firme. Los oficios vinculados a los artesanos del mármol, oro, bronce o cristal sostenían la economía de la ciudad. Hoy resiste por el turismo, y entonces las posibilidades de trabajo están sustentadas por ser recepcionista o personal de limpieza de hotel, camarero, dependiente de los innumerables locales de souvenirs made in china y poco más. Para confirmar el súbito cambio, en los últimos años  más de setecientos apartamentos del centro histórico han sido transformados en pensiones del estilo “bed and breakfast”. Ante la muerte de cada abuelo-abuela, la tendencia es generar una nueva pensión para el turista.

El canto del “Oh Sole mío” puede ser también considerado como una especie con riesgo de extinción. Y eso que hay más de 600 gondoleros inscriptos, peleando por “la caza” del turista. Pero  si el gondolero canta, la tarifa se duplica. Un paseo de cuarenta minutos sale 80 euros y por cada veinte minutos de excedencia, te cobran 20 euros adicionales. Antes, las góndolas invitaban a las parejas a abrazarse y besarse al ritmo del acompasado manejo del gondollieri. Ahora es práctica habitual ver hasta 6 personas por góndola. Hay que amortizar el costo de formar parte del sueño. La hermosa tradición de navegar acaramelados al atardecer por las cercanías del Puente de los Suspiros, parece ser demanda exclusiva de los innumerables contingentes chinos. Y de estos, con su timidez y respeto marca de la casa, no es tan factible conseguir la instantánea del ósculo. Y a los que se besan durante la puesta de sol mientras las campanas de la Campanile están sonando, se les concede el amor y la felicidad eterna. Y lo de los suspiros, no era por una tradición del amor, el famoso puente era el lugar por donde transitaban los prisioneros a los calabozos del Palacio Ducal después de ser condenados. Si suspiraban, era porque resultaría más que factible que esa fuera la última vez que viesen la ciudad, el mar y el cielo, desde sus dos pequeños balcones.

Lord Byron fue el autor romántico por excelencia. Al ver el puente, sabía que era una perfecta muestra del Romanticismo. Este movimiento, en sus orígenes trataba temas como la tragedia del hombre ante su destino, la lucha contra los elementos, la oposición entre los sueños y la realidad, el ansia de libertad y de muerte. Nosotros, que todo solemos desvirtuar, sin ganas de comprender el significado, creemos que romanticismo es todo aquello vinculado a la sensibilidad, perdón por lo poco romántico, denominada cursi. De ahí el error, nos besamos en el paraje donde otros por las crueles condiciones de las cárceles de la época, apenas suspiraban para prolongar la vida. 

Para los low cost, entre los que me encuentro, nos sirve el viaje en vaporetto. Un viaje de una hora por el Gran Canal, desde la estación de tren hasta la Piazza San Marcos, con sus respectivas paradas con subida y bajada de pasajeros, puede disimular en parte aquella tradición de navegar románticamente por el canal de forma de s invertida, con una extensión de 3.8 kilómetros, que divide la isla principal de Venecia en dos mitades. Por 6 euros, dispones de varias líneas que te trasladan por las afueras de la ciudad. Las fotos de los palacios son igual de espectaculares. Muchas de estas residencias se construyeron entre los siglos XIII y XVIII por familias ricas que competían entre sí para ver cuál era más esplendorosa. Además puedes presenciar el constante flujo de navegantes. El paso de los taxis tuneados con todo el lujo posible, es otra de las conquistas visuales que propone la ciudad. Para variar, los turistas chinos son los principales pasajeros de estas lanchas taxi.
Los principales “sestieri” (distritos) que día a día recorren los turistas son: Cannaregio, Castello, Dorsoduro, San Polo, Santa Croce y San Marcos. Con el vaporetto puedes acceder también a Murano, el pueblo del famoso cristal; a Burano, el pueblo pescador por excelencia; y Lido, la playa de Venecia.
El Arsenale de Venecia, en el distrito de Castello, es uno de los lugares más importantes de la ciudad. Fue un astillero y un depósito naval, que desempeñó la grandeza y liderazgo del imperio veneciano. En la actualidad es un centro de investigación y luce desierta, pocos turistas sortean las callejuelas y acceden a este paraje de atractiva belleza. Como curiosidad, los leones de la entrada al Arsenale, provienen todos de lugares distintos. 
Si toda Venecia es fotogénica, Burano es la excelencia. En este archipiélago residencial a cuarenta minutos de Venecia en barco, es una casa luminosa tras otra, abusando de explosiones permanentes de color. Originalmente eran casas de pescadores, luego el gobierno fue eligiendo estrictamente la distribución de sus colores. La isla también ha sido famosa por sus productos de encaje hechos a mano. Parte de la sensualidad se la debemos a la isla.
Murano es conocida universalmente por una sola cosa: el vidrio. Dicen que hay solo dos clases, el resto y el de Murano. Tuvo el monopolio de la fabricación de vidrio durante siglos. En 1291 ganó su estado inflado y la divulgación del secreto de sus secretos profesionales era castigado con la misma muerte. Hoy quedan pocas fábricas abiertas, y la visita al Museo del Vidrio, en el Palacio Giustinian, puede darnos una idea de tanto esplendor. Se llega con el vaporetto 12, 13 ó 52.
Sus playas de arena, algunas privadas, pocas públicas, constituyen en Lido un lugar de veraneo, de relativa tranquilidad. A mediados de 1930 se hizo famoso el Lido de Venecia por sus piscinas públicas. Cada setiembre se celebra aquí el Festival de Cine de Venecia. El Grand Hotel des Bains, además de acoger a actores y celebridades, se ha hecho famoso por la muerte de Thomas Mann en Venecia.
Volviendo a San Marcos, un buen consejo es no cenar nunca antes de las ocho de la tarde. Es la hora más cruel, no solo por nuestras costumbres, sino porque cenarás en un lugar abarrotado, separadas las mesas por escasos centímetros, comiendo pasta de dudosa calidad y pagando precio de escándalo. Si esperas al final de la hora del coctel, podrás acercarte a distintas opciones, donde el precio estará más acorde a nuestras posibilidades. No suena tan romántico comer un plato de pasta en un chino, pero el entorno de oscuridad y fuentes cercanas, te dará el mismo romanticismo. Y si vas a dormir a Trieste, saber que tienes hasta las 12 de la noche para abordar el último tren. Allí muchos habrán de suspirar como si se tratara de un preso, porque habrán de abandonar esta ciudad mágica.

El alcalde y otros 34 políticos de derecha e izquierda fueron detenidos recientemente, bajo la acusación de formar parte de una trama corrupta para enriquecerse con las obras del Moisés, la gran obra de ingeniería con la que se pretende librar a Venecia y a la laguna, de las grandes mareas. El agua alta es un fenómeno de las mareas que contempla aguas sucias. Esto suele suceder en los meses de noviembre, diciembre o enero. 56 millones de euros, cinco veces más de lo proyectado, es lo gastado para esta obra que debía inaugurase en 2011 y parece que recién se ha de terminar en 2017.
Mientras tanto, la única marea visible es la de la corrupción, y la muerte lenta de Venecia obliga a pensar que hay que visitarla antes que desaparezca y deje de ser un lugar único, aquel donde cuesta comprender la diferencia de un suspiro por amor, por la belleza de ser uno de los lugares más bellos del mundo, o por la falta de libertad de los fantasmas de los reclusos, o por haber conseguido formar parte de la mordida política italiana y caer en el intento.

PD: Las fotos, son de Fer. Gracias!

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