lunes, 20 de enero de 2014

¿Quién sigue?



El sistema no falla. En realidad, el sistema está actuando correctamente, sigue los mandamientos que nosotros profesamos. Están fallando las sociedades. Estamos fallando los habitantes de las sociedades. Estamos fallando nosotros. Deberíamos comenzar por allí. En esa famosa autocrítica que nunca llega.


El tráfico de influencias, el abuso de poder, la cultura de la desigualdad son otras maneras de oficiar la degradación, de tentar a la corrupción. Nos ofrecen una nueva escala de valores que dependen del nuevo significado de la realidad. De arbitrario termina en corrupto, está presente en nuestros ámbitos habituales y por ende, a esa forma de corrupción la tenemos al alcance de nuestras manos. Están los que la toman y adoptan. Están los que la toman y la adaptan. Están los que no se animan a tomarla por temores educativos y religiosos, y cada vez que la toman se confiesan, hacen un donativo mínimo o participan de una marcha por algún buen motivo. Y están los que no la toman por convicciones y se apartan todo el rato. Aunque parezca mentira, estos deberían ser los que más esfuerzos hagan.

Si Mariano Rajoy nos confiesa que “es imposible dialogar si se toman decisiones unilaterales” con relación al conflicto que estamos presenciando en la relación Cataluña – España, que podemos reprocharle?. Casi nada, lo que dice es verdad. Pero también es verdad que el gobierno que preside el señor Rajoy, amparado en esa maravillosa mayoría absoluta que la misma población le ha regalado, se ha encargado estos dos últimos años en tomar decisiones unilaterales que han despertado el malestar de la población, amén del engaño al no cumplimentar ese tan famoso programa electoral que en realidad suele ser papel mojado. Rajoy en el fondo le habla al espejo, como hacemos todos, como hacía la malvada Reina Grimhilde en la película de Blancanieves.

Si en la Argentina tenemos corte de luz con las olas de calor y baja de suministro de gas cuando sobrevienen las olas de frio, tienen que tener cuidado el ciudadano al quejarse. Por qué dependiendo de la ideología, se pueden encontrar como normal que la cabeza de una asociación candidata al Premio Nobel de la Paz te diga a la cara con tranquilidad, que antes de quejarse por los cortes de luz, deberían ver que tienen el congelador lleno, y será por algo, cuando hay tanta gente que no lo puede llenar. Te obliga a pensar si eres insolidario, te obliga a analizar si tienes derecho a quejarte. Te acusan de pequeños burgueses contrarevolucionarios. Hace unos años te obligaban a callarte, pero solo por temor, para evitar la inmediata represalia. En el caso de Argentina es peor lo que sucede con relación al tema de la entrada de hoy, aunque chilles, aunque grites o patalees, estás vendido de antemano, porque ya nadie conoce el alcance de derechos y obligaciones. Estás abandonado: papá y mamá Estado te han abandonado; te contaron un cuento, te cobijaron, te dejaron al perrito monono o bombón jugueteando al costado, pero te dejaron solo toda la noche cuando las pesadillas comenzaron.

En los dos países que he habitado se repiten características molestas en las sociedades. Al principio genera desconcierto, al poco tiempo desesperación, en el tiempo exasperación y luego de un buen rato, acostumbramiento: adoptas esa actitud en tu vida diaria. Ante un problema, el agresivo, díscolo o pesado que no se calla aunque diga estupideces, lleva las de ganar, mientras que los que cumplen con las doctrinas de convivencia, tolerancia y respeto por las sociedades que habita, se pierden en un océano de indiferencia y burocracia que no les soluciona los ocasionales problemas que se le genera. El que no llora no mama, nos repiten a Discépolo. El tango Cambalache fue escrito en 1935. Enrique Santos Discépolo falleció en 1951, pero al menos nos dejó su mejor letra para tararear nuestro gran fracaso social los últimos sesenta años.

Empresas, lobbys, grupo sindicales, pymes y pequeños emprendedores suelen utilizar estas técnicas porque dan resultado. Los organismos públicos suelen ser los Masters, el modelo a seguir. La tecnología es la nueva aliada. Ponte a conversar con un pre atendedor a la hora de iniciar un reclamo. Es fantástica la supuesta agilidad que solo pregonan, y si tienes la desgracia de pronunciar distinto los números o las letras, te puedes quedar horas puteando a la maquina producto de la desesperación. Y lo peor es que no eras de andar puteando por nada o por algo.

Otro ejemplo interesante sobre esta nueva escala de valores lo puedes comprobar al negociar con tu operador de telefonía, cable o internet, o los tres en uno. Hace unos años llamabas y le contabas que una empresa rival te había realizado un mejor ofrecimiento y que pensabas cambiarte. En el acto, te hacían una oferta que te obligaba a quedarte, ya que era inmejorable. El estupor inicial pudo dejar paso al acostumbramiento: ya no es necesario recibir una mejor oferta, tú te la inventas y el resultado es el mismo. La fidelización es un concepto que nadie aplica, solo lo mencionamos porque genera empatía. La marca, cadena o franquicia determina que un regalo que no necesitamos confirma la empatía, la fidelización, el compromiso hacia sus usuarios. En realidad, solo intentan ofrecernos un sobre valor, innecesario pero lo consideramos una ventaja, sacarle algo más al servicio que hemos contratado. ¿Es ético este comportamiento de las partes?

Tengo mi obra social que cuesta un dinero renovarla. Mantengo el problema en el tobillo derecho desde mi viaje a Buenos Aires. Avanzo con los estudios médicos solicitados y cuando ya tengo los resultados de la tomografía que me indicaría el tratamiento de rehabilitación a encarar, me encuentro que la telefonista del centro donde me asiste mi traumatólogo, me da un turno para dentro de 26 días. Lo acepto y le pido un favor, si le puede consultar al doctor sobre adelantar la visita, porque estuve con él cuatro días atrás y me dijo que ni bien tuviera la tomografía volviera a verlo. Ella me dice, con esa gentileza que de tan gentil parece inhumana, que si se cancela alguna cita, me adelantaría. Pero no se levanta de su sillón y consulta al médico. Esa es la opción que me ofrece, que espere y si ella se acuerda y alguien abandona, ganaré la partida. Ya faltan diez días para la cita, la partida la he perdido. Y muchos dicen que fue por no haberme quejado. Antes que gritar, recordar mis supuestos derechos, preferí recurrir a mi fisio que también es traumatólogo para iniciar la rehabilitación. Es decir, que a pesar de pagar, estar al día y tener mis derechos, yo seguí otros caminos para poder sentirme protegido en cuanto a mi rehabilitación se refiere.

Y no me quejé porque el cupo ya lo había cubierto en el mes, ni bien retornado de Buenos Aires. Tenía que pasar la ITV del coche y lo tenía que hacer en diciembre. Regresamos el 30 de diciembre y por primera vez no había pedido la cita previa. No lo hice porque no quise ser tan rígido, si ese día estábamos cansados o tristes por el retorno, no quería verme obligado por mi rigidez a cumplir con el trámite. Y más teniendo en cuenta que no soy yo el que conduce el coche. Así que una vez en casa, decidimos intentarlo y nos fuimos a pasarla el último día hábil del año. Porque también te atienden sin cita previa, solo que dependiendo el momento tendrás que aguardar o tal vez, no te atiendan, dependiendo la demanda.

Al ponernos en la fila para pagar, nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado. En el último día hábil del año había más gente que en otras jornadas y estaban dando turnos para el 2 de enero, primera jornada hábil del nuevo año. Así todo, llegó mi momento en la fila, el gestor de la ventanilla 3 dijo el tan mentado “quién sigue”. Le indiqué que tenía intención de pasar la ITV porque vencía en diciembre. Me preguntó si tenía cita y le confesé que no. Me mando en dirección a la fila donde me darían cita para otro día. En un momento de zozobra, quizás producto de mi frustración ante mi falta, por no pedir la cita, le mencioné si podía aguardar por un hueco ya que no había pedido cita porque había llegado ayer desde Argentina. No sé si me entendió (ese es otro problema, la gente que atiende está cansada de entendernos y deja en consecuencia de entendernos y nos mal atienden) y con aspavientos comenzó a vacilarme con una frase del tipo “venga ya, que vienes de Argentina para pasar la ITV. Vete para la fila”, como si yo fuera un cachondo que utilizó una mala excusa y él tuviera el derecho a tratarme como a un amigote. Me quedé clavado frente a la ventanilla intentando conversar sobre ese exabrupto, ante su única reacción de mirarme con cara de fastidio, tal como “me ha tocado a mí el pesado de turno”. Solo me señalaba la fila para pedir citas y repetía el mecánico “quien sigue” ante lo cual no solo estaba yo fastidiado y anonadado por el trato, sino que el que estaba atrás se estaba fastidiando conmigo porque me resistía a abandonar la fila. Le pedí que me dijera que era lo que le había causado tanta gracia o porque me ridiculizaba y él me miraba como con compasión esperando que siguiera la estela de sus ojos y manos en dirección a la fila, ante lo cual no aguante más, y antes de encarar la fila de las citas le recordé que era un mal educado y que un cristal nos separaba de poder discutirle a la cara su virilidad y cachondeo.

Pedí la cita, me la dieron para el 2 de enero, la mujer que me atendió me explicó que era imposible darles a algunos la posibilidad de hacerla ese día porque se pondría al resto de la gente sin cita en contra y con razón, ante lo cual acepté porque siempre acepto las cosas normales. Pero le conté lo mismo que al de la ventanilla 3 y le pregunté si a ella le causaba gracia o consideraba que lo mío era una mentira burda o infantil, ante lo cual me dijo que no. Entonces pedí hacer una reclamación por cómo me habían tratado en la fila inicial. Me la aceptó con naturalidad y a los minutos estaba conversando afuera del recinto con el jefe.

No soy de quejarme, no me gusta fastidiar a la gente. Acepto casi todo lo que me sucede, pero cada tanto me vence el desconsuelo de lo burdo, de lo abandonados que vamos estando. Le dije que no tenía intención de hacer una queja escrita, no me interesa formar parte del papeleo, solo quería decirle que no me había gustado ese trato, como si fuera un mal mentiroso. Sé que están acostumbrados a malas excusas todo el rato, pero deben asumirlas con otra actitud. Me dio la razón, me preguntó varias veces si yo estaba seguro que me había vacilado y siempre le dije que sí, que no eran exageraciones mías. Me preguntó si podía aguardar por 45 minutos en el lugar y me pidió la matricula de mi coche para ingresarla en el sistema y así cumplimentar la ITV en la fecha. Le dije que yo no me quejaba para sacar ventajas y me dijo que no se trataba de eso. Que él sabía que en una hora se aliviaría la fila y que podía hacerlo, de paso solucionábamos un mal entendido en toda regla. De hecho, el jefe no había entendido bien si yo vivía en Buenos Aires y tenía un coche en el País Vasco y quizás esa misma confusión lo atrapó al gestor de ventanilla 3, mi último enemigo del 2013.

Esperé esos 45 minutos con una sensación increíble de frustración y vergüenza. Debería volver a esa fila y mostrar que yo había triunfado. No era esa mi intención y más me ridiculizaba tener vergüenza. Me había salido con la mía, ese sería el mensaje cuando me vieran regresar al recinto para pasar el examen. El que no llora no mama, otro día analizaremos la rima siguiente del tango.

En la misma familia observamos los privilegios que ostenta el más protestón, el que está siempre en contra de una decisión conversada, el que te obliga a cambiar lo conversado. Ese mismo que nunca acude ante el origen de un problema, el que utiliza la desidia como argumento y el que cree que porque pegó tres gritos ha tomado las riendas. Está en la familia, está dentro de nuestro círculo íntimo, y la mayoría de las veces lo aceptamos porque hay que aceptarlo. El mismo modelo familiar termina premiando a ese abusador y él cree que eso es producto de un merecido reconocimiento a su firme decisión para solucionar conflictos. ¿Qué pasaría si ese pariente fuese presidente o funcionario de un país? Quizás mucho de sus familiares tendrían la vida resuelta, pero por otro lado nos contaría un lindo relato como los de la presi con bombón en el regazo, o como Don Mariano con su famoso tic en el ojo a la hora de contar mentiras.

La esencia de la desigualdad es obtener beneficios o ventajas fuera de los cauces normales. Lo que sucede al lograr de esa manera el beneficio es que al mismo tiempo se lo estamos quitando a otras personas. Y al no quejarnos, estamos perpetuando ese estado de abandono en el que nos hemos declarado y perpetuamos al incapaz en su sillón. Y al tener éxito en la queja, encontramos una concesión y al mismo tiempo, la llave a solucionar solo tus problemas. No habrá justicia, solo se obtendrá poder. El que no llora no mama, y si no tienes para comer, llora mas, llora por tus derechos, oculta en el llanto tus obligaciones personales y ciudadanas. ¡Ay Discépolo, como nos perjudicaste al hacer un himno de nuestra idiosincrasia.

Repito que en Argentina no siempre solucionas la desidia con un grito o llanto. Casi nunca lo logras, por eso el desquicio permanente de vivir en esas sociedades. Para que en este rincón occidental del mundo un grito cada tanto reconduzca nuestro estado de mutuo abandono, es necesario que exista otro rincón donde la gente lloré por dolor o injusticia y que ese llanto sea silenciado. Solo te queda la ideología de la ventaja para protegerte, y la fortuna de tener el congelador algo vacio para que tu queja no sea motivo de discusión o represalia entre los ideólogos de los derechos humanos siempre mentados.








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