lunes, 13 de enero de 2014

Por no escuchar a tu madre




“Hay un principio bueno que creó el orden, la luz y al hombre, y un principio malo que creó el caos, las tinieblas y la mujer”.
Pitágoras (580-500 AC) – Filósofo griego.
 
Esta frase se encuentra junto a otras del mismo pensador, como “Entre dos hombres iguales en fuerza, el más fuerte es el que tiene la razón”, o “La Libertad dijo un día a la ley: Tu me estorbas. La Ley respondió a la Libertad: Yo te guardo”.


Teano fue una de las alumnas de Pitágoras. Es raro que tuviera alumnas, ya que en la antigüedad las mujeres no tenían derecho a estudiar ni mucho menos a trascender en las ciencias. Pero Teano estudió junto a Pitágoras y luego se casó con este. Con el tiempo, al fallecer Pitágoras, ella quedó a cargo de la orden pitagórica. Teano fue la primera mujer matemática y aún más destacada, fue la encargada de compartir los pensamientos de su esposo después de muerto. Tiana reflejó que Pitágoras fue el primer matemático feminista.

Un siglo y medio más tarde, Platón (427-347AC, Filósofo griego) moldea su academia luego de visitar la orden pitagórica. En La República escribió: “las dotes naturales están diseminadas indistintamente en unos y otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las labores y el hombre también…”.Cabe recordar el contexto de la época: En Grecia imperaba una ley según la cual, las mujeres ni podían acudir a las reuniones públicas.

¿Y por qué comienzo la entrada con una frase de Pitágoras que envuelve a la mujer en un principio malo? Por qué con esta frase y otra de Poulan de la Barre comienza Simone de Beauvoir la redacción de su libro emblemático, “El otro sexo”. Este es un libro histórico, y se convierte en esencial, ya que por primera vez alguien plantea ese lado totalmente inexplorado de la humanidad que es el continente femenino. Este libro fue escrito entre los años 1948-1949. En ese contexto de época, el movimiento feminista no tenía ni el peso ni la militancia de estos tiempos. Es difícil rastrear el origen del feminismo como movimiento, algunos se remontan a protestas expresadas por mujeres denominadas “memorial de agravios” durante una época que precede a La ilustración y que se remonta hasta la Edad Media. La misma Simone concede que la primera mujer que utilizó el don de la pluma para defender a las mujeres, fue Christine de Pizan, quien en el siglo XV escribió “Como ciudad de damas”.

En mi estructura familiar, mi madre se encargó de mi educación mientras mi padre era una presencia fuerte pero concentrada en el trabajo fuera de casa y en el estudio de una carrera. Y era él quien firmaba mis boletines. A mi madre la ayudaron sus tres hermanas. Porque mi madre también trabajaba fuera de casa y cuando regresaba, se marcaba otro turno de quehaceres, puertas adentro. Era ella la que se aseguraba todos los días que yo habría estudiado y realizado las tareas, y en los primeros años de secundaria me tomaba las supuestas lecciones de cada materia que me aguardara al día siguiente. En ese contexto crecí. Siempre cuidado, siempre querido. No recuerdo retos ni advertencias de parte de nadie por mi conducta. Habrá habido retos, habré generado disgustos, supongo que pasajeros. Lo que recuerdo es que mi madre conversaba conmigo y me iba preparando para vivir en pareja, y quiso que yo mejorara las diferencias existentes entre la cultura del hombre y de la mujer. Yo le escuché y creo que le hice caso. Y lo llamativo es que al terminar la escuela secundaria, una norma del colegio le generó una profunda desilusión a mi madre. A la entrega de mi diploma solo podía subir el padre para acompañarme. Y esa fue la única vez que fue mi viejo al colegio. Y mi madre tuvo la grandeza de alegrarse por ese, en el fondo desaire a todas las madres que se encargaron de la educación de los niños.

 Simone de Beauvoir me conduce a una gran amiga defensora de los derechos de la mujer. En su afán, muchas veces no estudia las características particulares del hombre que se le acerca, sino que le recita su dogma de humano bajo sospecha. Me costó remontar esa cuesta cuando nos conocimos lo que demora una persona en poder ver que no todo es blanco o negro. Pero me costó y valió la pena, es una de las almas más puras que he frecuentado en el tiempo. La entiendo muchas veces, otras me desconcierta. Y algunas otras me aburre esa presunción monoscópica que nos acompaña a todos los pobladores del sexo masculino. Y Simone me recuerda a esta y otras amigas que profesan ese celo hacia los hombres, porque muchas veces en mis pensamientos internos las he desacreditado al notar evidentes contradicciones entre sus maneras de pensar, de decir, de sentir y de actuar, con otros movimientos en sus vidas vinculados a las relaciones, a lo afectivo. Estudiando brevemente a Beauvoir llegó a la conclusión, y sin ruborizarme, que uno de los grandes problemas que transitamos es que no podemos encajar con nobleza las contradicciones del ser humano. Que usamos sus partes débiles para desacreditar sus zonas fuertes, que la debilidad neutraliza la convicción y que un algo es superior a un todo. Y ahí nos desencontramos todo el rato. Y recuerdo los dichos de mi madre en lo relativo a mi educación como parte de esta sociedad y procuro dejarles claro a mis amigas que yo tengo la lección aprendida casi desde pequeño. Y lo llamativo es que mis estudios secundarios los realicé en una escuela de curas, totalmente alejado de la figura femenina, salvo en los casos puntuales de profesoras. Y la confirmación de lo aprendido tardó varios años en comprobarse.

El segundo sexo es un libro que habría que leer. Y no solo las mujeres. Es un long seller, es decir se vende sin dificultad en cualquier época, año tras año. Hay que tener en cuenta que la primera traducción al inglés, por ejemplo, tiene un sinfín de errores de interpretación. Y podemos ser sutiles al denominarlos errores de interpretación. La traducción fue encargada a un zoólogo jubilado que en muchas ocasiones antepuso un criterio editorial de encajonar el razonamiento del autor por otro que podría asemejarse a censura u olvido. Un grupo de mujeres se encomendó la revisión total del texto (hablamos de 1000 páginas y lo digo casi en silencio para todos aquellos que tal cantidad de hojas le obligará a no leerlo nunca) para mejorar más ese dogma de texto fundador.

No voy a remarcar en estas líneas las contradicciones de mis amigas que me enfurecían internamente. Porque de hacerlo, tergiversaría el motivo de esta entrada. Se trata de un reconocimiento a sus convicciones, no una traición a sus flaquezas. Pero ese reconocimiento llega después de empaparme de Beauvoir, de ver varios documentales y comprobar que sus detractores utilizan flaquezas emocionales de la pensadora francesa para desprestigiar una obra intima, que para mi criterio no llega a ser feminista, sino femenina y socialista, y el desarrollo de su obra consecuencia de una persona de las ciencias y artes.

“Nelson, amor mío. Las mujeres están locas. Lo voy a demostrar en mi libro. Cuando esté terminado, cariño, los hombres sabrán todo acerca de las mujeres y puede que dejen de interesarse por ellas, cosa que revolucionaría el mundo”, la relación con puntos y comas con Nelson Algren fue contada por Beauvoir en su libro “La fuerza de las cosas”. Esta publicación puede haber acelerado el final de la relación furtiva que sostenía con el escritor realista americano. En otra carta, a la cual no trascribo por la pereza de rebuscarla, ella anticipa su entusiasmo por un cercano encuentro en tierras americanas donde la explosión de amor ante la inminencia le lleva a decir: Nelson, me portaré bien, te haré todas las comidas, fregaré los pisos, te haré el amor diez veces por la noche y otras tantas en el día. Para algunos fue una ironía ante tanto material que recolectaba sobre la situación y actuación de algunas mujeres para su libro. Para otros, solo reflejaba la debilidad del corazón, y de eso se aferraron para tratar de derribar a las feministas que enarbolaban el mensaje de Beauvoir. Hubo feministas que se sintieron desilusionadas, engañadas con estas pocas líneas de frivolidad sentimental. Sostenían que cuando Simone se enamoraba, sus actos no encajaban con sus palabras y principios, y eso fue un factor muy duro que la juzgó toda su vida. Hay otro fragmento que si transcribo fielmente:

“Por usted, podría renunciar a la mayoría de las cosas. Sin embargo, no sería la Simone que le gusta si pudiese renunciar a mi vida con Sartre, sería una sucia criatura, una traidora, una egoísta. Quiero que sepa esto, sea cual fuere la decisión que usted tome en el futuro: no es por falta de amor que no puedo quedarme a vivir con usted. Aunque le parezca pretencioso, lo que debe saber es hasta qué punto Sartre me necesita. Preferiría morir antes que hacerle daño a alguien que hizo todo por mi felicidad”.

A Simone le acusan de haber vivido siempre a la sombra de su amante, Jean Paul Sartre. Otros consideran que conformaron una pareja única, escritores conviviendo bajo el principio de la libertad, igualdad y complicidad afectiva e intelectual. Compartieron sus vidas sin vivir juntos, compartieron sus obras sin haber publicado juntos, amaron a otros sin dejar de amarse. Dicen que es una pareja que descubre la igualdad de los sexos.

No obstante el acuerdo que ambos tenían, nada fue fácil. En su obra “Carnéts”, el filósofo francés explica que le dijo a Simone que “existían dos tipos de sexualidad; el amor necesario y los amores contingentes”. Simone era su amor necesario, y sus detractores acusan de que ella misma proveía de alumnas adolescentes para las contingencias. Y el contrasentido tan presente en toda obra humana se hizo ver en la relación. En un momento, Simone se sintió traicionada; fue cuando este adoptó a Arlette y la convirtió en la heredera universal de sus derechos literarios. Esa relación libre y cordial que transitaron no evitó el dolor y conflictivas heridas, de allí que estemos mejor preparados para la monogamia, resulta más cómoda.

Retomamos el libro, las reacciones no se hicieron esperar, alternando las expresiones de gratitud y alabanzas, hasta posiciones de abierto rechazo y una dosis de escándalo. La obra no plantea la duda de superioridad o debilidad relativa a los sexos, sino plantea la situación de la mujer como una consecuencia cultural bastante arbitraria. Plantea el status de la mujer con la clasificación de “otro”, y en este caso se le atribuye todo lo que se sitúa del lado del mal: oscuridad, maldad, irracionalidad, etc. Se la ha valorizado como lo negativo o inferior.

El hombre es guerrero y cazador, la mujer desde los primeros tiempos se consagra a alimentar y a criar niños y demás actividades sedentarias. Repite la vida constantemente, al reproducirla, no crea nada nuevo, es una repetición. El hombre guerrea, abre nuevos frentes, busca nuevas muertes.

“(...) El hombre se eleva sobre el animal al arriesgar la vida no al darla: Por eso la humanidad acuerda superioridad al sexo que mata y no al que engendra.

Tenemos aquí la llave de todo el misterio (...) El hombre asegura la repetición de la Vida al transcender la Vida por la existencia, y por medio de esa superación crea valores que niegan todo valor a la pura repetición (...) Al plantearse como soberano encuentra la complicidad de la mujer misma, porque ella es también un existente, está también habitada por la transcendencia y su proyecto no es la repetición, sino su superación hacia un otro porvenir; ella encuentra también en el corazón de su ser la confirmación de las pretensiones masculinas. (...) Su desgracia es haber sido consagrada biológicamente a repetir la Vida, cuando a sus mismos ojos la Vida no lleva en sí sus razones de ser y esas razones son más importantes que la vida misma.”

“Espero que el libro caduque algún día”, “la disputa durará en tanto que hombres y mujeres no se reconozcan como semejantes” y “para alcanzar esa suprema victoria es necesario, entre otras cosas, que, por encima de sus diferencias naturales, hombres y mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad”, estas menciones de Simone al final de la obra nos permite suponer, 65 años después, que el camino no está finalizado. Las contradicciones continúan a la orden del día. La violencia física y sexual en el mundo continúa representando una vulneración de los derechos de la mujer. En España comentan los tertulianos rancios el desprecio por la relación extramatrimonial del presidente de Francia, ignorando parcialmente las miserias ibéricas. La Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada en España parece haber sido escrita por alguien que no frecuenta la vida diaria, sus complejidades y sus sensibilidades. Y además, no quiere escuchar o aprender, ni cuenta con la autoridad de sus compañeras de parlamento, que como mi madre podrían advertir a los caballeros de mejorar generación tras generación tanta diferencia que no conducen a nada. En realidad todos los caminos conducen a ellos y a ellas, y a caminar de la mano.






No hay comentarios:

Publicar un comentario