martes, 19 de febrero de 2019

Que aquel amor es como un océano de fuego


“El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos”
Octavio Paz

Se puede definir como un sentimiento humano vinculado con el afecto y el apego. También se le asocia a dos elementos indisolubles: la pasión y la fuerza de acción. Es difícil definirlo con palabras, pero puede ser considerado el vinculo esencial y fundamental de la unidad universal. Si bien todos somos capaces de sentirlo, resulta imposible unificar un criterio para definirlo con rotundidad. Si apelamos al diccionario nos encontraremos con catorce acepciones que le contemplan. Puedo definirlo como la experiencia compleja donde prima una pulsión por estar cerca, entrar en contacto, anhelar un proyecto en común, desear y hasta adorar a otra persona u objeto -sí, también debemos incluir los objetos en este sentimiento- que invita a traspasar los limites de nuestra individualidad. El amor es difícil de precisar, pero está presente a lo largo de la humanidad, y algunos lo han convertido en una industria de masividad.


En literatura se puede clasificar el concepto amor en diversos tipos, aun remarcando que el encasillado puede ser difuso porque una obra narrativa no puede pertenecer a un solo tipo de amor. Pero podemos sugerir la existencia de un amor sensual, trágico, imposible, reciproco, tirano, idealizado y cortés. Más aún, debemos dejar de lado las visiones que se tiene del amor en las diversas culturas o religiones en los diversos hemisferios de nuestro planeta. La tendencia de la civilización actual lo define como una necesidad más por satisfacer lo que le acerca peligrosamente a considerarlo como una mercancía más que se procura y se consume a escala, de ahí que me ponga a filosofar o divagar sobre el amor en las inmediaciones de San Valentín.

Tenemos el día de los enamorados que mueve una verdadera industria. Nos vemos obligados a clamar por la fidelidad y vigencia de un sentimiento a través de regalos, mensajes en las redes sociales, detalles, pasacalles, canciones, videos, películas, cenas, viajes y toda la posible presión que determina nuevos estereotipos que obligan a contemplar parámetros que escapan de la discreción del sentimiento para deformarlo en una mercancía más que buscará la aceptación social o un estatus de aprobación en la escala de los sentimientos infinitos y eternos.

Infinidad de disciplinas pueden conceptualizarlo. Desde la filosofía, sociología, neurología, psicología, ciencia, arte sostienen un criterio propio a este sentimiento o emoción humana. En cuanto a la literatura se puede precisar que el amor literario puede ser precisado por el sentimiento que un personaje despierta en el lector. El amor es uno de los sentimientos más abordados por los escritores en cualquier época. Cientos de poemas, novelas, obras de teatro o cuentos donde el amor es el protagonista de historias que nos han y siguen atrapando. Lo asociamos con el paso del tiempo, la memoria, el olvido, la muerte o el desamor. Tal vez sea un tema inagotable porque nadie sabe bien como es, resulta imposible realizar una descripción exacta. Si tenemos en cuenta que la necesidad de narrativa se fundamenta en intentar alcanzar una concepción coherente del mundo y sus necesidades, podemos entender que, en el tema del amor, todo sigue aun sin determinarse. Es una tarea eternamente inacabada.

A lo largo de la historia se puede encarar infinidad de listas donde el amor se presenta: desde La Ilíada y La Odisea, La Celestina, Don Quijote de la Mancha, Cumbres borrascosas, Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Rimas, El amor en los tiempos de cólera o Veinte poemas de amor y una canción desesperada pueden ser parte interminable en listar la secuencia del amor y sus pasiones en la interminable fuente de inspiración presente desde el inicio de los mismos tiempos. La evolución de las formas de amor a través del tiempo obliga a mencionar como historia contemporánea a la trilogía de E. L. James de Cincuenta sombras de Grey, para algunos sin estándar literario y para muchos, una forma de amor retorcida, fruto de estos tiempos. Su mención no la destaca literariamente, sino que se manifiesta para aportar confusión a este tema, el amor es indefinido y para unos es pasión, para otros es ternura, para muchos es confusión y para otros, un asunto de vida, dominación y muerte. A lo largo del tiempo se ama de manera distinta.

Lo dicho, en el afán por encontrar la única respuesta a esa sensación tan personal, se choca uno con las mil caras. El merchandising nos hace creer que el amor solo se refiere a una pareja o amante, olvidándose exprofeso del sentimiento hacia las personas, familiares, amigos, compañeros o semejantes. En este mes de febrero donde lamentablemente, nos hacemos participes de una tradición que hasta hace bien poco no era nuestra, hacemos listas, referencias o menciones hacia al amor físico, pasional o espiritual que una pareja de amantes pueda o no consumar, pero nosotros debamos consumir. Si me debo unir a un listado, durante tiempo consideré que la obra de Gabriel García Márquez llamada El amor en los tiempos de cólera podía definir mi concepto en espera de esa llama de amor que no se llega a consumar. Era tradición en mi regalar ese libro a mis seres queridos. Hoy ya no, pero si me preguntan una historia de amor será esta y también la del hidalgo don Quijote las que me muevan al placido recuerdo de ese platonismo donde me consumí en una etapa de mi vida.

“Seda”, de Alessandro Baricco, “La casa de las bellas durmientes” de Kawabata, “El amante” de Margarite Duras, “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, “Ocho noches blancas” de André Aciman, “Rayuela” de Cortázar pueden ser otras de las novelas que me vienen a la mente -además de las mencionadas a lo largo de esta entrada- para simbolizar la presencia del amor en nuestra literatura. Parece que el amor no sucumbe, cambia de piel o de concepto según las nuevas generaciones y degeneraciones, pero sigue formando parte de nuestra esencia, donde además de la procreación sostiene un afán indispensable para nuestra supervivencia, contemplado en la necesidad de la contemplación, satisfacción, adoración o disfrute no solo de sus parejas o líos, sino también de sus semejantes y, por ende, de la vida misma…

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