viernes, 1 de marzo de 2019

Lo que para arriba es excéntrico, para abajo es ridiculez


“Elegancia es la ciencia de no hacer nada igual que los demás, pareciendo que se hace todo de la misma manera que ellos.” 
Honoré de Balzac

Tantas veces cuestioné si la originalidad es el camino para un escritor o simplemente, el saber encontrar su voz propia y enriquecerla. Redactar bien no significa escribir literariamente. La confusión tal vez deviene de las limitaciones que nos gobiernan en estos tiempos de poca exigencia, pero uno no debe confundirse: saber redactar no te abre camino hacia un Nobel. Algunas personas escriben respetando a rajatabla las palabras del diccionario, pero si dejamos de lado lo gramatical, tal vez lo único irreprochable de su comunicación, lo que trasmita sea pura naturaleza “muerta”. Tanta honestidad brutal tal vez diferencie a los escribidores de los escritores. El tan temido estilo tal vez genere la diferencia.


Todos tenemos un conocido que sabe condimentar sus anécdotas o vivencias, deleitándonos con su prosapia. Y también padecemos a aquel otro que cuando te cuenta una vivencia o acontecimiento es de lo más soso, aburrido, intrascendente. Alguna vez me deberé preguntar en qué lado de la acera está la supuesta naturalidad de mi voz, si es que no soy un ronco sin matices. Tal vez esa voz que creo tener no refresque ni deje impronta, y me confunda en el paradigma de que un autor es autor ni bien crea. No quiero lastimar mi autoestima con una pregunta que no tenga respuesta positiva o aduladora, al menos me centraré en lo que iba a ser la temática de esta entrada: tengo un estilo. E incluir una nueva palabra bien sonante: estilema.

De hecho, el corrector de Word no me la reconoce. Pero el estilema representa ese rasgo lingüístico propio de una persona, tal vez generado por su origen, educación, influencias, imposturas o experiencias. En una época de huellas, podemos definirlo como nuestra marca o estela oral y escrita representada por un lenguaje. La duda es si habrá estilema en esta tendencia de hablar todos iguales y con escaso contenido. Mejor no apartarme de la idea primaria de este texto y no juzgar limitaciones sociales ajenas y centrarme en mi voz y su alcance. Decidí invertir en el idioma y la educación como arma que me trascienda a largo plazo y me topé con un mundo empecinado a hablar de planificación y apenas no pasan de la siguiente contienda electoral.

Estilema tal vez se relacione con estética. El conjunto de elementos estilísticos y temáticos nos define como escritores con voz propia y natural. ¿Pero cómo sabemos que somos naturales? Todo escritor primero fue lector y sufre del mal endémico de las influencias. Mis recursos narrativos tal vez desemboquen en un todo que los escasos lectores que poseo puedan reconocer. Pero estilema que es la palabra que concentra todo este palabrerío se refiere al estilo propio, pero tengo dudas. Las relaciones de autoridad existen, las hay de padres a hijos, de escritores, de referentes, de profesores. Una vez que nos adjudicamos un estilo es indudable que las influencias nos moldearon. Entonces es ahí donde me cuestiono mi propio estilema. Me encuentro ante una duda existencial, he caído en la trampa de tanto preguntarme las cosas, que dudo de si mi marca registrada es absolutamente mía o que no puede existir un estilo individual y personalizado.

Me retroalimento y transformo a cada rato. Eso no significa enriquecimiento y evolución, apenas transformación. Tal vez sea el secreto de porque somos incoherentes en el tiempo. Pero creo reconocer que puedo solapar distintas concepciones de una misma situación en el tiempo, pero eso sí, respetando un estilo. O será que también con el rutinario ejercicio de publicar en un blog haya logrado mi estilema, mi copyright. No puedo precisar las redes estilemáticas que han trazado mi camino. No puedo presumir de mi adoración y respeto a Shakespeare, Cervantes, García Márquez, Hrabal, Muttis o Saramago para no poder lograr esa trascendencia que se persigue. Estos y tantos escritores dejaron su huella en la eternidad y se les definió como creadores de un estilo propio. Me atrapa la duda de si soy un plagio, una posible denuncia de imitación o remedo. Solo perseguía despertarme cada mañana con el propósito de encontrar mi propia chispa que catapulte una obra sin precedentes. Si reviso lo escrito hace veinte años y lo comparo con los últimos diez sé que me igualan en la invisibilidad, pero puedo arrogarme la tutoría de mi propio estilema, porque ahora tengo claro que por más que parezca un fraude copión tengo elementos propios distinguibles que permitan a más de uno reconocer que con textos como este, más de una vez se han dormido. Pero eso es tener un estilo o estilema, por más que perjure que tiene algún aire a Saramago o Javier Marías.

La estilística se debe encargar de analizar el más pequeño de los elementos que decoran mi bitácora. El estilema será la forma en que se transmitan los estilos de una persona a otra, para luego transformarlos o deformarlos. Mi estilo concreto descansa en otros estilos de los que bebí por lo que lo más adecuado sea hablar de una relación de estilos o estilemas. Yo provengo de mis familias maternas y paternas, e incorporé a la familia de mi esposa y los familiares de sus familias. El secreto de la literatura debe ser similar, tendré elementos comunes a los escritores que admiro, a los profesores de literatura que me moldearon y a mis profesores de taller literario que frecuenté. Puedo escribir similar a algún instructor y no es malo. Lo mismo sucede con la historia que se comunica con los diversos estilemas, como una red de autores o sucesos. No debe asustar provenir de alguien, lo que se debe tratar es de lograr finalmente imitar para ser mejores, y no para seguir tergiversando historias patéticas y conformistas…

No hay comentarios:

Publicar un comentario