(…)
“No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto
de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos,
voces del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene
de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña Muerte, llaman en
Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos
nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero
grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace. "
El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
Podría ser una experiencia similar a la meditación o
algunas sustancias visionarias, como el LSD, mezcalina o peyote. Es una acción
que mantiene una cualidad sagrada, que siempre dependerá del buen uso de sus
practicantes. Es una conjunción espiritual, producto del amor, empatía o
afinidad. Aunque muchas veces es solo una manifestación de deseo, poder,
debilidad o descarga física. Su corolario apenas puede durar entre 6 a 10
segundos, aunque hay algunos que juramentan que pueden estirarlo hasta más allá
de los 20 segundos. El desenlace de esa pasión y aún misterio que es el sexo,
se llama orgasmo, aunque los franceses prefirieron graficarlo como “La petit
mort”, que en buen castellano, traducimos como “Pequeña muerte”.
“Un regreso a la muerte, el lugar de reunión con el
otro”, a través de Octavio Paz podemos retomar el concepto de pequeña muerte
referida al orgasmo, como metáfora. El Premio Nobel mexicano amplió la
referencia de la unión carnal entre mortales: “La muerte es inseparable del
placer, Thanatos es la sombra de Eros. La sexualidad es la respuesta a la
muerte: las células se unen para formar otras células y así perpetuarse.
Desviado de la reproducción, el erotismo crea un dominio aparte regido por una
deidad doble: el placer que es muerte. No es casualidad que los cuentos de El
Decamerón, gran elogio del placer carnal, sean precedidos por la descripción de
la peste de 1938. Tampoco (lo es) que un novelista hispanoamericano, Gabriel
García Márquez, haya escogido como el lugar y la fecha de una novela de amor
precisamente la malsana Cartagena en los días de la epidemia de cólera”.
“Oh, estruendo mudo”, alegoría del orgasmo, también
reflejado por Octavio Paz. El poeta aclaró que es mudo en lo relativo al
lenguaje, ya que no podemos decir más que sonidos inconexos, balbuceantes. El
espasmo del éxtasis sexual es indecible, ya que de pasar por una tensión
extrema y continuada, en cuestión de pocos segundos habitamos un estado de
total abandono, de estar concentrados al placer, al olvido, de la subida a la
inevitable caída y apagado, es esa pequeña muerte que los poetas tan bien
graficaron.
Puede estar asociado con sentimientos o emociones. La
sensación de liberación o descarga tiene que estar en sintonía con un placer.
Hablamos siempre de una excitación correcta, como hablamos supuestamente de un
sexo responsable y consensuado. El marketing del deseo, pero del deseo perverso
o morboso, nos quiso hacer creer que un orgasmo está asociado con la
perfección, algo que supera todas las expectativas. Pero nos mal ayudó a
confundir las bases del sexo, acostumbrados a crecer creyendo que sexo es
fundamentalmente penetración o amor, como elementos antagónicos que desprecian
a unos y a otros, y todo dependiendo de la formación que alcanzamos, la predisposición
a respetar a los que nos rodean o las represiones que nos inculcaron. Si
hablamos de coacción, la religión y sus hipócritas interpretantes nos
apabullaron con el concepto de pecado, de culpa y de miedo.
Ese apuro por experimentar esa sensación casi animal
de practicar sexo, nos lleva en nuestra iniciación, y lamentablemente perdura
en toda la vida activa a un sinfín de seres humanos, a no centrarse en el
momento sino en el objetivo final. Prima lo genital por sobre lo corporal. Eso
lleva a muchos a pensar en uno solo, en sus necesidades o pasiones, y considerar
que el éxito de los embates solo se verá reflejado en el orgasmo. Como está tan
extendido ese reflejo, muchos obvian el disfrute que rodea todo encuentro
amoroso. Ese fallo nos limita, nos reduce, nos precipita, nos hace egoístas y
escasos. Cuando uno tiene la suerte de conocer al otro, de respetarlo, de
compartirlo, reconduce el erróneo concepto que de precipitado tiene el sexo,
para quitar presiones, tensiones y nervios, y entregarse a una relación donde
el inicio y desenlace puede ser en cualquier momento y circunstancia.
Y resulta complicado encontrar el cómplice ideal para
nuestro disfrute sexual. La pasión juvenil está más vinculada al arrebato, pero
como en el resto de caminos que propone la existencia, la experiencia permite
regular las marchas, controlar las ansiedades, someter los miedos y finalmente,
disfrutar del cuerpo propio y del todavía deseado de la pareja. La intensidad
debe dejar paso a una plenitud, en eso consiste el beneficio de crecer en
pareja el gozo sexual.
Y durante siglos nos han remarcado con palabras que
suenan duras, que lo extrema hacia algo impuro. Coito, fornicar, cópula o
amancebamiento. Nos enseñaron a reconocer el pensamiento como algo impuro,
pecaminoso. De esta manera la atracción se deriva hacia algo que no está
permitido, que solo las convenciones impuestas por un dogma consideran puras.
Nos obliga a confesarnos, a pedir reconocer debilidades, a orar para lograr la
disculpa eterna. Nos vemos atrapado en un circulo tóxico, que lo único que
logra es que un acto puro se convierta en algo marginal, donde la violencia o
la dominación lucren, la represión o frustración sea latente, donde el abuso
sea moneda constante, donde algo que existe desde la misma luz del universo sea
un enigma para una mayoría, donde la ejecución de un acto natural, un
estrafalario muestrario fetichista, donde la libido supera con creces a la inspiración.
Y hoy el mensaje trata de refutar el dogma. La comunicación
y la frecuencia hacen el adjetivo calificativo de una suprema práctica, en vez
de recaer en un vicio como condenaban algunos maestros, rectores o sacerdotes
barriales. Fortalecemos el respeto y el afecto hacia la otra persona.
Desmitificamos el acto en sí, dejamos que nuestro cerebro disfrute sin
lascivia, con la plena naturalidad de la expresión suprema del cuerpo, dejamos
de lado el alma con su máxima expresión como la de los poetas, o como lo impuro
de los sacerdocios. Rescatamos la intimidad, propiciamos la complicidad y
renovamos la creatividad. Nos hacemos libres a ataduras propias y externas.
Así todo nos cuesta hablar de ello, nuestro propio círculo
lo menciona pero le da rodeos, sigue siendo una conversación machista por parte
de los hombres, y no sé si para las mujeres, charlas que no sobrepasen los
murmullos. Unos y otros crecieron en el tabú, y tengo la sensación de que entre
los hombres, una conversación sobre sexo será siempre más superficial, más
impostado, todo basado en el hecho supremo de la dominación más que el gozo
compartido.
Para quitarle hierro los distintos especialistas nos
dicen que es beneficioso para la salud cardiovascular, que reduce la
posibilidad de infarto, que recomiendan una frecuencia aconsejable de dos veces
por semana. Diversas teorías confirman y refutan la importancia del sexo o masturbación
para prevenir cáncer de próstata. Que durante las fases de excitación, nuestro
cuerpo genera mayor nivel de estrógeno, lo que contribuye al mantenimiento de
un cabello brillante y una piel más suave. Que ayuda a disminuir el estrés, que
controla las ansiedades, que beneficia la sensación de bienestar física y
mental. Parecería que finalmente intentamos encarar la sexualidad como algo
abierto, consensuado y equilibrado. Que nos reconducen hacia un diálogo, remarcando
la importancia de la comunicación para dejar de lado finalmente la objeción del
deseo.
Y los poetas ya no escandalizarán más con sus odas, no
serán los únicos que se animen a poner en palabras o rimas la exaltación del
acto natural por excelencia. La comunicación se podrá complementar con la educación,
área que nos hace presuponer que somos víctimas de un atraso que se demora
veintipocos siglos. Utilizaremos el concepto de erotismo vinculado como amor
sensual, un impuso básico que no solo debe tener desenlace en la procreación.
El poeta logrará otra liberación, el de insinuar para no ser tan directo. Pero
todo esto, de momento está al alcance de algunos, otros muchos dan muestra de
que siguen tratando el tema con la animadversión que erróneamente la asociamos
con lo animal, cuando estos bien claro tienen, que se tratan de ciclos
naturales.
Sigmund Freud enfatizó el vínculo entre sexo y muerte,
hipotetizando en su obra “Eros y Thanatos” sobre una doble naturaleza humana
que sugería dos instintos: La vida, sexualidad y el amor, a través de Eros; La
muerte y la agresión, enfocada desde Thanatos. Regresando a la pequeña muerte,
los neurólogos afirman que durante el orgasmo, aumenta la presión dentro del
cráneo, sin que suponga un problema. En raras ocasiones, el esfuerzo coital
(similar a mover un mueble) conducen a la aneurisma a personas sanas. Un estudio
tan difundido, de origen japonés, indica que de 5.559 muertes súbitas, únicamente
34 de ellas tuvieron relación con un acto sexual, y 27 de ellas condicionadas
por un uso anterior excesivo de alcohol o alimentación copiosa sin digestión. Es
decir que la sutil metáfora de la muerte lenta, está asociada al desenlace de
una descarga intensa, pero que no nos enfrenta con la muerte ante la eyaculación
u orgasmo. La contundencia de una alegoría y la falta de educación sexual
precipitaron el mito, aumentaron las dudas, ayudaron a condicionar el disfrute
para no perecer en el intento.
El poeta peruano César Vallejo está a la cabeza de aquellos
juglares románticos y melancólicos. Máximo exponente de las letras en su país,
y uno de los más grandes innovadores de la poesía en el siglo XX, no ha muerto
más allá de su desaparición física, en 1938. Vallejo en un principio quiso ser
médico, y la poesía que escribió en el tiempo ha reflejado el conocimiento de
las funciones fisiológicas del cuerpo humano. “La vida humana está determinada
en sus distintas manifestaciones intelectuales por las funciones elementales
biológicas”. Somos todos animales, pero sin darnos cuenta de ello. La muerte
reduce al hombre al estado de un mero animal mortal, la diferencia quizás
estile en un momento determinado, en saber disfrutar el placer de unos segundos
de esa petit mort que sigue animando a la vida…
Trilce,
Poema XIII
Pienso en tu sexo.
Simplificado
el corazón, pienso en tu sexo,
ante
el hijar maduro del día.
Palpo
el botón de dicha, está en sazón.
Y
muere un sentimiento antiguo
degenerado
en seso.
Pienso
en tu sexo, surco más prolífico
y
annonioso que el vientre de la Sombra,
anque
la Muerte concibe y pare
de
Dios mismo.
Oh
Conciencia,
pienso,
sí, en el bruto libre
que
goza donde quiere, donde puede.
Oh,
escándalo de miel de los crepúsculos
Oh
estruendo mudo.
!Odumodneurtse!
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