lunes, 20 de octubre de 2014

El infierno está encantador esta noche



(…) “No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña Muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace. "
       El libro de los abrazos - Eduardo Galeano


Podría ser una experiencia similar a la meditación o algunas sustancias visionarias, como el LSD, mezcalina o peyote. Es una acción que mantiene una cualidad sagrada, que siempre dependerá del buen uso de sus practicantes. Es una conjunción espiritual, producto del amor, empatía o afinidad. Aunque muchas veces es solo una manifestación de deseo, poder, debilidad o descarga física. Su corolario apenas puede durar entre 6 a 10 segundos, aunque hay algunos que juramentan que pueden estirarlo hasta más allá de los 20 segundos. El desenlace de esa pasión y aún misterio que es el sexo, se llama orgasmo, aunque los franceses prefirieron graficarlo como “La petit mort”, que en buen castellano, traducimos como “Pequeña muerte”.
“Un regreso a la muerte, el lugar de reunión con el otro”, a través de Octavio Paz podemos retomar el concepto de pequeña muerte referida al orgasmo, como metáfora. El Premio Nobel mexicano amplió la referencia de la unión carnal entre mortales: “La muerte es inseparable del placer, Thanatos es la sombra de Eros. La sexualidad es la respuesta a la muerte: las células se unen para formar otras células y así perpetuarse. Desviado de la reproducción, el erotismo crea un dominio aparte regido por una deidad doble: el placer que es muerte. No es casualidad que los cuentos de El Decamerón, gran elogio del placer carnal, sean precedidos por la descripción de la peste de 1938. Tampoco (lo es) que un novelista hispanoamericano, Gabriel García Márquez, haya escogido como el lugar y la fecha de una novela de amor precisamente la malsana Cartagena en los días de la epidemia de cólera”.
“Oh, estruendo mudo”, alegoría del orgasmo, también reflejado por Octavio Paz. El poeta aclaró que es mudo en lo relativo al lenguaje, ya que no podemos decir más que sonidos inconexos, balbuceantes. El espasmo del éxtasis sexual es indecible, ya que de pasar por una tensión extrema y continuada, en cuestión de pocos segundos habitamos un estado de total abandono, de estar concentrados al placer, al olvido, de la subida a la inevitable caída y apagado, es esa pequeña muerte que los poetas tan bien graficaron.
Puede estar asociado con sentimientos o emociones. La sensación de liberación o descarga tiene que estar en sintonía con un placer. Hablamos siempre de una excitación correcta, como hablamos supuestamente de un sexo responsable y consensuado. El marketing del deseo, pero del deseo perverso o morboso, nos quiso hacer creer que un orgasmo está asociado con la perfección, algo que supera todas las expectativas. Pero nos mal ayudó a confundir las bases del sexo, acostumbrados a crecer creyendo que sexo es fundamentalmente penetración o amor, como elementos antagónicos que desprecian a unos y a otros, y todo dependiendo de la formación que alcanzamos, la predisposición a respetar a los que nos rodean o las represiones que nos inculcaron. Si hablamos de coacción, la religión y sus hipócritas interpretantes nos apabullaron con el concepto de pecado, de culpa y de miedo.
Ese apuro por experimentar esa sensación casi animal de practicar sexo, nos lleva en nuestra iniciación, y lamentablemente perdura en toda la vida activa a un sinfín de seres humanos, a no centrarse en el momento sino en el objetivo final. Prima lo genital por sobre lo corporal. Eso lleva a muchos a pensar en uno solo, en sus necesidades o pasiones, y considerar que el éxito de los embates solo se verá reflejado en el orgasmo. Como está tan extendido ese reflejo, muchos obvian el disfrute que rodea todo encuentro amoroso. Ese fallo nos limita, nos reduce, nos precipita, nos hace egoístas y escasos. Cuando uno tiene la suerte de conocer al otro, de respetarlo, de compartirlo, reconduce el erróneo concepto que de precipitado tiene el sexo, para quitar presiones, tensiones y nervios, y entregarse a una relación donde el inicio y desenlace puede ser en cualquier momento y circunstancia.
Y resulta complicado encontrar el cómplice ideal para nuestro disfrute sexual. La pasión juvenil está más vinculada al arrebato, pero como en el resto de caminos que propone la existencia, la experiencia permite regular las marchas, controlar las ansiedades, someter los miedos y finalmente, disfrutar del cuerpo propio y del todavía deseado de la pareja. La intensidad debe dejar paso a una plenitud, en eso consiste el beneficio de crecer en pareja el gozo sexual.
Y durante siglos nos han remarcado con palabras que suenan duras, que lo extrema hacia algo impuro. Coito, fornicar, cópula o amancebamiento. Nos enseñaron a reconocer el pensamiento como algo impuro, pecaminoso. De esta manera la atracción se deriva hacia algo que no está permitido, que solo las convenciones impuestas por un dogma consideran puras. Nos obliga a confesarnos, a pedir reconocer debilidades, a orar para lograr la disculpa eterna. Nos vemos atrapado en un circulo tóxico, que lo único que logra es que un acto puro se convierta en algo marginal, donde la violencia o la dominación lucren, la represión o frustración sea latente, donde el abuso sea moneda constante, donde algo que existe desde la misma luz del universo sea un enigma para una mayoría, donde la ejecución de un acto natural, un estrafalario muestrario fetichista, donde la libido supera con creces a la inspiración.
Y hoy el mensaje trata de refutar el dogma. La comunicación y la frecuencia hacen el adjetivo calificativo de una suprema práctica, en vez de recaer en un vicio como condenaban algunos maestros, rectores o sacerdotes barriales. Fortalecemos el respeto y el afecto hacia la otra persona. Desmitificamos el acto en sí, dejamos que nuestro cerebro disfrute sin lascivia, con la plena naturalidad de la expresión suprema del cuerpo, dejamos de lado el alma con su máxima expresión como la de los poetas, o como lo impuro de los sacerdocios. Rescatamos la intimidad, propiciamos la complicidad y renovamos la creatividad. Nos hacemos libres a ataduras propias y externas.
Así todo nos cuesta hablar de ello, nuestro propio círculo lo menciona pero le da rodeos, sigue siendo una conversación machista por parte de los hombres, y no sé si para las mujeres, charlas que no sobrepasen los murmullos. Unos y otros crecieron en el tabú, y tengo la sensación de que entre los hombres, una conversación sobre sexo será siempre más superficial, más impostado, todo basado en el hecho supremo de la dominación más que el gozo compartido.
Para quitarle hierro los distintos especialistas nos dicen que es beneficioso para la salud cardiovascular, que reduce la posibilidad de infarto, que recomiendan una frecuencia aconsejable de dos veces por semana. Diversas teorías confirman y refutan la importancia del sexo o masturbación para prevenir cáncer de próstata. Que durante las fases de excitación, nuestro cuerpo genera mayor nivel de estrógeno, lo que contribuye al mantenimiento de un cabello brillante y una piel más suave. Que ayuda a disminuir el estrés, que controla las ansiedades, que beneficia la sensación de bienestar física y mental. Parecería que finalmente intentamos encarar la sexualidad como algo abierto, consensuado y equilibrado. Que nos reconducen hacia un diálogo, remarcando la importancia de la comunicación para dejar de lado finalmente la objeción del deseo.
Y los poetas ya no escandalizarán más con sus odas, no serán los únicos que se animen a poner en palabras o rimas la exaltación del acto natural por excelencia. La comunicación se podrá complementar con la educación, área que nos hace presuponer que somos víctimas de un atraso que se demora veintipocos siglos. Utilizaremos el concepto de erotismo vinculado como amor sensual, un impuso básico que no solo debe tener desenlace en la procreación. El poeta logrará otra liberación, el de insinuar para no ser tan directo. Pero todo esto, de momento está al alcance de algunos, otros muchos dan muestra de que siguen tratando el tema con la animadversión que erróneamente la asociamos con lo animal, cuando estos bien claro tienen, que se tratan de ciclos naturales.
Sigmund Freud enfatizó el vínculo entre sexo y muerte, hipotetizando en su obra “Eros y Thanatos” sobre una doble naturaleza humana que sugería dos instintos: La vida, sexualidad y el amor, a través de Eros; La muerte y la agresión, enfocada desde Thanatos. Regresando a la pequeña muerte, los neurólogos afirman que durante el orgasmo, aumenta la presión dentro del cráneo, sin que suponga un problema. En raras ocasiones, el esfuerzo coital (similar a mover un mueble) conducen a la aneurisma a personas sanas. Un estudio tan difundido, de origen japonés, indica que de 5.559 muertes súbitas, únicamente 34 de ellas tuvieron relación con un acto sexual, y 27 de ellas condicionadas por un uso anterior excesivo de alcohol o alimentación copiosa sin digestión. Es decir que la sutil metáfora de la muerte lenta, está asociada al desenlace de una descarga intensa, pero que no nos enfrenta con la muerte ante la eyaculación u orgasmo. La contundencia de una alegoría y la falta de educación sexual precipitaron el mito, aumentaron las dudas, ayudaron a condicionar el disfrute para no perecer en el intento.
El poeta peruano César Vallejo está a la cabeza de aquellos juglares románticos y melancólicos. Máximo exponente de las letras en su país, y uno de los más grandes innovadores de la poesía en el siglo XX, no ha muerto más allá de su desaparición física, en 1938. Vallejo en un principio quiso ser médico, y la poesía que escribió en el tiempo ha reflejado el conocimiento de las funciones fisiológicas del cuerpo humano. “La vida humana está determinada en sus distintas manifestaciones intelectuales por las funciones elementales biológicas”. Somos todos animales, pero sin darnos cuenta de ello. La muerte reduce al hombre al estado de un mero animal mortal, la diferencia quizás estile en un momento determinado, en saber disfrutar el placer de unos segundos de esa petit mort que sigue animando a la vida…


Trilce,
Poema XIII

Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y annonioso que el vientre de la Sombra,
anque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos
Oh estruendo mudo.
!Odumodneurtse!

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