martes, 7 de octubre de 2014

Donde “no” habita el olvido



Hay pueblos que construyen su historia en base a leyendas, muchas de ellas de dudosa exactitud. Caminando por las calles de Edimburgo, uno se puede topar con la marquesina de un bar, The Elephant House, donde un cartel anuncia que el local presume de ser “El lugar de nacimiento de Harry Potter”. La cafetería abrió sus puertas al público en 1995, y revisando la cronología de la saga, la primera de las entregas, “Harry Potter y la piedra filosofal” fue publicada en junio de 1997.

Según confesiones de la creadora del personaje, J.K. Rowling, la idea del personaje la había gestado en su época de profesora de inglés en Portugal. Y en el país luso hasta habría comenzado a escribir los primeros capítulos del libro que le cambiaria su vida y la de millones de niños. Es de suponer, que el cartel que reza en la marquesina de The Elephant House, responda a una de las tantas exageraciones que permiten respirar a las leyendas. Es cierto que la escritora pasaba horas en este café y en otros de la ciudad, escribiendo sus historias con la compañía de un café humeante. Pero su fama alcanzó un nivel de exposición tan notable, que alrededor de la cuarta entrega, “Harry Potter y el cáliz de fuego”, debió abandonar su costumbre, porque ya no era un remanso escribir en esas condiciones. Pero aún hoy, cualquier guía turístico que se precie, se hará un parate en la puerta de este café para contarnos lo trascendente de esta escritura en la vida contemporánea de la ciudad. Y sí se anima a tomar un café en el lugar y se acerca a la zona de baños, es toda una tradición dejar un mensaje de agradecimiento a la escritora en las paredes de los baños.
Conociendo la ciudad, cae de maduro suponer que en el rincón de esa cafetería, Rowling volcó el universo imaginario de Harry Potter, basándose en los innumerables parajes de ensueño de la capital escocesa. Y el exceso de fantasía que regala Edimburgo, permitió a otros escritores de renombre, regalarnos páginas de excelente literatura o anhelada ficción, basándose en vidas reales, intensas o particulares de la ciudad. Y ésta las promociona en cada rincón, forma parte de toda visita guiada. Y nuestra guía nos lo cuenta, como corresponde: como si fuera otra historia. De esta manera, nos encontraremos con recovecos que se suponían sombríos, donde se pudo haber gestado la existencia de “El extraño caso del Doctor Jekyll y mister Hayde”, una de las tantas novelas que consagrara a Robert Louis Stevenson.

Sin apartarme de la literatura, en Edimburgo abundan terroríficas historias sobre numerosos crímenes que tuvieron como epicentro la oscuridad de sus esquinas, sus callejones con sus bajos, que se denominó closes. Y que hoy responde a la curiosidad de los cientos de amantes de la arquitectura. Si bien muchos responden a un propietario privado, en la visita turística nos acercaremos a un par de ellos a los que se podrá adentrar y hasta descender sus complejos escalones, para contemplar el submundo subterráneo de la ciudad. En el único momento de recogimiento de la caminata, nos pedirán silencio, ya que si aguzamos los oídos, podremos escuchar las quejas de las ánimas descarriadas que han quedado encalladas en Edimburgo. La visita de la ruta fantasma de la ciudad es una de las atracciones en la noche escocesa. Y esta forma de ganarse el pan con el turismo nos devuelve a personajes emblemáticos de la literatura universal.
Si había tantos crímenes, resulta obvio que Arthur Conan Doyle haya creado en esta ciudad su mítico personaje, el detective Sherlock Holmes. Además de los espíritus macabros, la fantasía que rebosa la ciudad fue motivo obligado para que el mencionado Robert Louis Stevenson se animara a novelas de fantasía o históricas como “La isla del tesoro”, “La flecha negra”, “La isla de la aventura” ó “En los mares del sur”. J. M. Barrie fue el creador de un sinfín de obras teatrales, y trascendió eternamente por la fantasía de su Peter Pan. Para completar el muestrario literario de excepción de la ciudad, Sir Walter Scott o el poeta nacional, Robert Burns demuestran que la ciudad fue trascendente desde tres siglos atrás, como mínimo.
El poemario de Burns es imprescindible para reconocer el Romanticismo. Por los viejos tiempos se convirtió en un clásico; lo escribió en 1788, y el pueblo comenzó a cantarlo en forma de despedida a un amigo, para un funeral o para anunciar el cambio de año. Para los memoriosos, con su melodía de fondo, casi todos hemos cantado al finalizar algún ciclo escolar, nuestra particular “Canción del adiós”.
Y es tan fuerte literariamente la ciudad, que todavía no hemos comentado casi nada de ella. Nos quedamos atrapados en sus personajes e historias, muchas de ellas macabras. En la primorosa calle Victoria Street, habría muerto en un hostal un inquilino que debía cuatro libras de renta. La propietaria no lloraba la muerte, lloraba su fatalidad ya que ese importe representaba aproximado el sueldo de un mes. Dos individuos conocidos como Burke y Hare decidieron ayudarla. Se llevaron el cadáver y lo vendieron a la Universidad de Medicina para que lo utilizaran en sus clases y en sus prácticas. Obtuvieron siete libras por el cadáver, por lo que vislumbraron un negocio perfecto. A medida que se encontraba un muerto sin familia, se acercaban raudos a la Universidad o contactaban con ávidos estudiantes. El problema se generó al comprobar que la gente muere cuando muere, y el bolsillo se vacía de dinero cuando lo gastamos, entonces la leyenda nos cuenta que comenzaron a gestarse asesinatos masivos de paseantes en estas callejas. Por un cuerpo sano se sacaba doce libras. Diecinueve muertes misteriosas y fulminantes alimentaron la leyenda. La veinte descubrió lo macabro del negocio. Un profesor de Anatomía destapó la trama al comprobar que el cadáver que iban a utilizar en clase correspondía a una conocida suya, prostituta ella, y el catedrático se acercó a la policía para explicar que esa mujer gozaba hasta ayer mismo de excelente salud y mejor forma. El aporte del profesor permitió terminar con la trama, lo que nunca explicó era el porqué de tanto y preciso conocimiento sobre la occisa.

Si no haces ninguna de esas visitas guiadas, al pasar o pisar el Corazón de Midlothian, situado en el piso mismo contiguo al antiguo Ayuntamiento, no sabrás la rica historia de esos adoquines. Era costumbre escupir con ganas y odio sobre ese corazón. Allí, los escoceses acudían a pagar los impuestos que los ingleses determinaran. Los pobladores debían abonar sin rechistar, pero una manera de manifestar su desprecio hacia la Corona inglesa, era salivar ese escudo en forma de órgano vital. La leyenda aumentó luego la historia. El Ayuntamiento se convirtió en cárcel y patíbulo. La gente continuó escupiendo para mostrar su contrariedad ante las condenas de ejecución dictadas por las autoridades inglesas. Y hoy se sigue escupiendo para no apagar la leyenda. Si caminas distraído y pisas el corazón, dicen las malas lenguas que no habrás de conocer el amor verdadero. Si escupes, lo habrás de conseguir. Para finalizar con este corazón, este lugar es el único permitido en la ciudad para escupir libremente; en el resto de Edimburgo, está prohibido salivar.
La cantidad de ejecuciones libradas durante siglos en esta ciudad, llevó a dedicar espacios a los ejecutados. En los alrededores de la antigua plaza del mercado, Grassmarket, donde se colocaba la horca, los pubs permitían el homenaje al ejecutado, con un last drop, que no era otra cosa que el último deseo, y dicen que en Edimburgo era, echarse un último trago. Y otra leyenda dicen que obligó a cambiar la letra pequeña vinculada a las ejecuciones. Maggie Dickson fue condenada a la horca por asesinar a su bebé. Una vez colgada, y su cuerpo colocado en un cajón, fue trasladada al cementerio. De camino, despertó de su “sueño eterno”, no había fallecido aún. De ahí que se agregaran las palabras “hasta la muerte” para las siguientes ejecuciones, y que a Maggie la consideraran de por vida, “La medio colgada”.

El parlamento está instalado justo detrás de la Iglesia de St. Gile. Allí nos relatan la siguiente historia. Es de aclarar que los habitantes de Edimburgo la siguen contando como si fuera la primera vez. En el centro de la plaza existe una estatua, la de Carlos II. Este, vestido de romano, luce su cuerpo conquistador arriba de un caballo paticorto, con errores de escala. El problema principal es que el homenaje estaba contemplado con una corona de laureles sobre la cabeza del monarca. La corona era de laurel verdadero, y entonces debía renovarse con frecuencia, sobre todo por las constantes lluvias que acompañan el diario discurrir de la ciudad. Tanto cambio de corona fue minando la estructura de la escultura, fue perforando la cabeza por el lado de la coronilla. El agua que entraba por esos orificios dañaba y goteaba la imagen, ridiculizando la imagen del Rey. Tuvieron la excelente idea de hacer un agujero a la altura de la tripa del caballo, pero lo que lograron fue aún más ridículo. Ante el exceso de lluvias, el animal transmitía la permanente sensación de estar eternamente orinando. Luego de escupir sobre el corazón de Midlothian, el segundo paso obligado para humillar a la corona inglesa, era esta plaza. Hasta que un verdadero cerebro remedió tamaño error: taparon los agujeros de la coronilla de Carlos II.
La ciudad se deja visitar durante todo el año, pero en el mes de agosto suceden algunos hechos fundamentales para recomendar su visita. Uno, es la presencia del sol, ya que no abunda. La otra es la existencia del festival más grande del mundo, o al menos del Viejo continente. Más de tres mil artistas de cuarenta y siete países, presentan sus espectáculos en calles, cabarets o pubs y es reconocido internacionalmente como Festival Fringe.

Este festival nació como represalia a la organización, a partir de finalizada la Segunda Guerra Mundial, del Festival Internacional de Edimburgo. El propósito era estimular la caída economía de la zona, para lo cual sofisticaron un programa con grandes artistas. Un sinfín de virtuosos escoceses, apremiadas sus economías, quedaron fuera del programa. En respuesta a la arbitrariedad, organizaron un festival alternativo en bares y sitios informales. Ambos festivales fueron un boom inmediato, y durante los agostos, conviven durante tres semanas, abarrotando las calles de eventos, turistas y festejos.

Y tanta leyenda no da tiempo para comentar sobre el imponente emplazamiento del Castillo de Edimburgo, situado en la parte alta de la ciudad, en la colina de Castle Hill. Rodeado en sus lados por acantilados y erigido sobre roca volcánica, es el monumento más visitado de toda Escocia.  Para acceder al castillo, existe la milla real (1.8 kilómetros de extensión, el equivalente de una milla escocesa) es decir una calle larga que es toda cuesta arriba y responde al nombre de The Royal Mile. A los pies del castillo encontramos The Forest, amplio y hermoso parque con arboleda que permite el disfrute de tumbarse y disfrutar del sol, las vistas, la permanente compañía de música escocesa de los locales comerciales cercanos. También es visita obligada la colina del Calton Hill, donde apreciamos la belleza de la panorámica de la ciudad y la cercanía del mar. 

Casi todos terminamos nuestra estadía en Edimburgo, en la taberna Deacon Brodie’s, saboreando una pinta de cerveza. Brodie fue un personaje real que inspiró la novela de Doctor Jekyll. Este era un reputado ebanista y miembro del Consejo Municipal y diácono de la Corporación de Artesanos y Masones. Este buen hombre no destacaba solo por su vida profesional. No, trascendió por su agitada vida nocturna. Brodie decidió convertirse en ladrón, quizás movido por la ambición de acceder a mayor fortuna. Por su actividad profesional, accedía a todas las cerraduras de las casas y negocios de las familias más acaudaladas de la ciudad. Se ganaba la confianza de estos clientes de día, para durante las noches abusar de tanta familiaridad. Su oficio le permitió acceder a los botines más suculentos. La codicia lo echó a perder, en 1786 robó más de 800 libras de un banco de la ciudad. Pero uno de sus colaboradores, soltó la lengua ante el temor de ser descubierto, y la banda detenida. La leyenda dice que fue a la horca, y que está había sido confeccionada por el moderado ebanista, que de día era orgullo de Edimburgo. Stevenson diseñó una historia perfecta entre tanta leyenda urbana, tanto close y tanta noche sombría. En la calle Lawnmarket, esquina Bank Street, todos alimentamos estas dobles vidas brindando con cerveza la agradable visita a esta ciudad.
No se necesita conocer de literatura para visitar a gusto la ciudad. También lo puedes hacer movido por la música o el resto de artes. Musicalmente es territorio de Bay City Rollers, Big Country, Simple Minds, The Jesus y Mary Chain, de Franz Ferdinand, Travis, The View, The Fratellis, Any Macdonald, KT Tunstall, para finalizar mencionando a los hermanos Knoffler, quizás la mejor aportación de Edimburgo al mundo del rock.

Edimburgo es una ciudad medieval repleta de tradiciones, leyendas, escondites, todo vigilado por un imponente castillo con sus bosques cercanos. Cuenta con la jovial y predispuesta alegría de sus habitantes, con la juventud y la creatividad como estandarte. Y buena música que te permitirá recordar tu paso por la ciudad. Tres días fueron en mi vida, y por lo que veo, seis carillas se han de quedar cortas….

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