lunes, 10 de marzo de 2014

Alguna vez voy a ser libre



La Primavera de Praga fue un movimiento que intentó reivindicar la liberación política del Socialismo. Soñaron con darle un rostro más humano y liberarse al fin del dominio soviético, de la Guerra Fría. El movimiento se insinuó en enero de 1968 pero en agosto del mismo año, las tropas del pacto de Varsovia invaden con tanques Checoslovaquia y ponen fin con la propuesta de apertura política.


Durante los días de represión, intelectuales de todo el mundo alientan por el éxito del movimiento. El mayo francés generó una ola de protestas estudiantiles que rebotó en diversos puntos del mundo: Suiza, México, República Federal de Alemania, España, Estados Unidos, Argentina, Italia y Uruguay. En Cuba, donde aún se mantiene el romance de todos los sectores con la Revolución, un grupo de intelectuales se solidariza con los manifestantes de Praga, pero en uno de los tantos discursos interminables de Fidel, el 23 de agosto define la posición del gobierno, dando su apoyo a la invasión soviética. Fue una confirmación de un quiebre, durante los últimos años se habían dado en la isla varias manifestaciones de un descontento, a través de la palabra escrita de sus intelectuales. Comienza a definirse “El caso Padilla”.
Años antes, en 1961, más precisamente los días 16, 23 y 30 de junio Fidel se había reunido en la Biblioteca Nacional con una serie de intelectuales cubanos, en vista de las primeras diferencias en cuanto a la relación libertad de contenidos y Revolución. Ya son obvias las diferencias existentes con algunos escritores como Guillermo Cabrera Infante o su hermano Saba. Este último, autor del documental “PM” que fue censurado por ser nocivo a los intereses del pueblo cubano y su revolución, mostraba los ambientes nocturnos de La Habana en un tono bohemio, contrastando con el fervor patriótico que se pregonaba en la época. El documental fue el detonante de la primera crisis con la vanguardia intelectual revolucionaria. La prohibición generó el encuentro en la Biblioteca Nacional, donde a través de una serie de discursos denominados “Palabras a los intelectuales”, define la política cultural del país, a partir de una frase que perdurará en el tiempo: “¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”.
Esa frase contundente se mezcló con varias más, algo suaves como “En realidad, ¿qué sabemos nosotros? En realidad, todos nosotros estamos aprendiendo. En realidad nosotros todos tenemos mucho que aprender”, ó “Se habló aquí de la libertad formal. Todo el mundo estuvo de acuerdo en el problema de la libertad formal. Es decir, todo el mundo estuvo de acuerdo –y creo que nadie duda- acerca del problema de la libertad formal. La cuestión se hace más sutil y se convierte verdaderamente en el punto esencial de la cuestión, cuando se trata de la libertad de contenido. Es ahí el punto más sutil, porque es el que está expuesto a las más diversas interpretaciones. Es el punto más polémico de esta cuestión: si debe haber o no una absoluta libertad de contenido en la expresión artística”, y otra más como luz orientadora, “Tiene que existir un consejo que oriente, que estimule, que desarrolle, que trabaje para crear las mejores condiciones para el trabajo de los artistas e intelectuales. ¿y quién es el primer defensor de los intereses de los artistas y de los intelectuales si no es mismo consejo?”, se refería al Consejo Nacional de Cultura. La cosa quedó clara y todos trataron de asimilar el tirón de orejas disimulando que se trataba de una advertencia de censura.
En 1966 Heberto Padilla, poeta y novelista (estudió periodismo y hablaba 6 idiomas: francés, inglés, alemán, griego, ruso e italiano), regresa de Rusia y Praga como encargado de Comercio Exterior. También estuvo designado en la embajada cubana en Londres. Allí trabó amistad con intelectuales y artistas exiliados del campo socialista, de origen checo, polaco, húngaros o rusos. Estos les advierten sobre los rigores de la vida en el socialismo. Al regresar está desencantado y se le nota. El Caimán Barbudo, gaceta literaria de las juventudes comunistas, le encarga una reseña del libro Pasión de Urbino, de Lisandro Otero. Esta novela obtiene una mención en el concurso biblioteca breve de Barral. La ganadora es Vista del amanecer en el trópico, de Cabrera Infante. Pero le encargan la reseña de Pasión, ignorando la existencia de Cabrera, quién ya reside fuera de la isla como un disidente. Y Padilla en la mención solicitada ensalza la lucidez literaria de Cabrera Infante al tiempo que aclara que es extraño el caso de alquien que esté en el exilio sin haber escrito una sola línea en contra de la revolución, salvo discrepar en contenidos, aquella famosa libertad de contenidos. Y lanza un furibundo ataque contra la UNEAC (Unión de escritores y artistas de Cuba), a los que denomina “cascarón de figurones” y también critica la obra de Lisandro Otero.
La revista Verde Olivo apunta contra la crítica de Padilla con el artículo “Las provocaciones de Heberto Padilla”, donde manifiestan que las críticas sobrepasan los límites de lo literario y lo achacan a recelos previos a la publicación de la novela. Pero Padilla continúa escribiendo, y se genera una cruel paradoja. Se lleva el premio de Poesía de la Uneac con el poemario Fuera del juego, que incluye algunos versos que para muchos serán memorables: ¡Al poeta, despídanlo! / Ese no tiene aquí nada que hacer. / No entra en el juego. / No se entusiasma. / No pone en claro  su mensaje. / No repara siquiera en los milagros. / Se pasa el día entero cavilando. / Encuentra siempre algo que objetar.
“Consideramos que, entre los libros que concursaron, Fuera del juego se destaca por su calidad formal y revela la presencia de un poeta en plena posesión de sus recursos expresivos. Por otra parte, en lo que respecta al contenido, hallamos en este libro una intensa mirada sobre problemas fundamentales de nuestra época y una actitud crítica ante la historia…. La fuerza y lo que le da sentido revolucionario a este libro es, precisamente, el hecho de no ser apologético, sino crítico, polémico y estar esencialmente vinculado a la idea de la Revolución como la única solución posible para los problemas que obsesionan a su autor, que son los de la época que nos ha tocado vivir.”, explica en su dictamen el jurado del concurso.
Y explota la isla. La Uneac aclara a través de un comunicado que fue una decisión del jurado no compartida por ellos y en un nuevo comunicado, con fecha 15 de noviembre, el Comité Director confirma los ganadores del concurso pero aclara que rechaza el contenido ideológico del libro de poemas y de la obra de Teatro. La Uneac hizo previamente todo lo posible por no otorgarle el premio ni a Padilla ni al ganador en categoría obra de teatro, “Los siete contra Tebas” de Antón Arrufat por portar ambas puntos conflictivos en el orden político y por suponer que se trataba de una conspiración de intelectuales contra la Revolución. El gobierno relacionó el descontento de la decisión de avalar la invasión soviética con el contenido de ambas obras y utilizó la tan mentada conspiración externa para quebrar la unidad de todo el pueblo cubano. Quedo establecido que irían contra los rebeldes.
En Verde Olivo comienzan a aparecer artículos firmados por Leopoldo Ávila, a quien nadie conocía. Se sospechaba que era un teniente del Ejército, hombre de Raúl Castro, quien dirigía la revista. Ávila se despacha con artículos de lo más rabiosos, contra Padilla, Virgilio Piñera, Antón Arrufat, Cabrera Infante. Padilla continúa declarando lo que pensaba en cualquier parte y momento y se convirtió en el símbolo de la disidencia. Los jóvenes escritores cubanos en el país o en el exterior lo admiran. Y Fidel aguarda el momento para asestar un recordatorio sobre “Palabras a los intelectuales” y darle un golpe definitivo a los intelectuales incorrectos.
En enero de 1971 Padilla ofrece un recital en la Unión de Escritores sobre su poemario “Provocaciones”. El poeta no advirtió la carga que arrastraban sus poemas: “No lo olvides, poeta. / En cualquier sitio y época / en que hagas o sufras la Historia, / siempre estará acechándote algún poema peligroso; /”
Y el fuego cruzado explota contra Padilla, quien había perdido su trabajo, en marzo del mismo año, luego de un par de sucesos diplomáticos, donde se acusan de conspiradores a dos periodistas extranjeros, el chileno Jorge Edwards y el francés Pierre Golendorf. A ambos se los vinculan con Padilla por su estrecha relación y se le acusa de conspirar contra la Revolución. Heberto Padilla y su esposa, la poetisa Belkis Cruza Malé son detenidos e incomunicados en un cuartel de Seguridad. Belkis es liberada luego de tres días, pero Padilla continúa recluido durante 37 días.
Su encarcelamiento despertó una reacción internacional, intelectuales como Sartre, Passolini, Cortázar, Carlos Fuentes, Italo Calvino, Simone de Beauvoir, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez firman una carta pidiendo explicaciones. Fidel Castro responde en otro de sus interminables discursos, esta vez en la clausura del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura con una frase contundente: “Cuando digo ratas intelectuales (se estaba refiriendo al hundimiento europeo ante el capitalismo y las ratas que abandonaban el barco), esté claro que no nos referimos, ni mucho menos, a todos los intelectuales.  ¡No!  ¡Allá también son una minoría!  Pero digo los marineros, las ratas que pretenden convertir en cosa trascendental su mísero papel de tripulantes de embarcaciones que se hunden en los mares tempestuosos de la historia”.
Pero la presión parece dar resultado, Padilla sale libre. Para lo cual, un día después, el día 27 de abril, Padilla convoca a más de 100 escritores y amigos a una reunión en los salones de la UNEAC. Ahí se produce un hecho insólito, Padilla realizó una confesión y un mea culpa llegando a inculparse por haberse confundido al no saber apreciar la tarea de la Revolución. “No digamos las veces que he sido injusto e ingrato con Fidel, de lo cual nunca me cansaré de arrepentirme”, valora el tiempo donde permaneció detenido con frases como “Es increíble los diálogos que yo he tenido con los compañeros de Seguridad del Estado… quienes ni siquiera me han interrogado y había aprendido finalmente a admirarlos y amado” para terminar inculpando a sus propios compañeros invitados, invitándolos a reflexionar sobre las bondades de la Revolución. Todo esto, mientras gente uniformado o de civil confirmarán en el recinto que nadie abandonara el acto.
Los intelectuales firman una nueva carta “Creemos un deber comunicarle nuestra vergüenza y nuestra cólera. El lastimoso texto de la confesión que ha firmado Heberto Padilla sólo puede haberse obtenido por medio de métodos que son la negación de la legalidad y la justicia revolucionarias. (…) lo exhortamos a evitar a Cuba el oscurantismo dogmático, la xenofobia cultural y el sistema represivo que impuso el estalinismo en los países socialistas, y del que fueron manifestaciones flagrantes sucesos similares a los que están sucediendo en Cuba”, ven similitudes con las practicas estalinistas en purgas contra escritores y pensadores soviéticos allí por 1938 en los tristemente celebres “Procesos de Moscú”, pero la divergencia se ha instalado. Octavio Paz no firma esta carta, él sostiene que no lo hace porque nunca se sintió desilusionado como manifestaba la carta, ya que nunca sostuvo ni alimentó expectativas con esta Revolución. Cortázar tampoco firmó y poco después envía un texto denominado “Policrítica a la hora de los chacales” en donde reflexionará sobre los errores de los intelectuales antes comprometidos con la Revolución, ya que él no condena el rumbo de esta, a la que adhiere. Este texto motiva su alejamiento con intelectuales extranjeros. Otro que no firma esta carta será Gabriel García Márquez, que no pondrá en duda nunca las bondades de la Revolución.
Para ir terminando con el “Caso Padilla” se suceden cartas, renuncias y alguna defensa más de Padilla ante su exculpación. Castro se defiende atacando “Ya saben, señores intelectuales burgueses y libelistas burgueses y agentes de la CIA y de las inteligencias del imperialismo, es decir, de los servicios de inteligencia, de espionaje del imperialismo: en Cuba no tendrán entrada, ¡no tendrán entrada! (...) ¡Cerrada la entrada indefinidamente, por tiempo indefinido y por tiempo infinito!”.
Padilla no logró hasta 1980 poder abandonar la isla rumbo a los Estados Unidos. Allí manifiesta que tuvo que hacer la retractación “porque cuando a un hombre le ponen cuatro ametralladoras y lo amenazan con cortarle las manos si no se retracta, generalmente lo hace”. La Revolución continúa con sus diversas actualizaciones, intelectuales purgan condenas por manifestar diferencias mínimas o enconadas. Reinaldo Arenas, otra voz de los intelectuales que estuvieron invitados en la exculpación, explicó las sutilezas del texto de Padilla: “en cuanto a la expresión Amar y admirar utilizada sobre sus compañeros de Seguridad durante su detención, me trajeron a la memoria el final de la novela de George Orwell, 1984. En ese final, el protagonista luego de ser sometido a todo tipo de torturas terminaba diciendo que amaba al Gran Hermano”, para Arenas no fue escandalosa la confesión de Padilla, estaba plagada de ironía y buen humor y a pesar de claudicar estaba dejando constancia de su burla. El éxtasis para Arenas fue que Padilla se considerara un criminal por el simple hecho de haber escrito un libro de poemas.

EN TIEMPOS DIFÍCILES

A aquel hombre le pidieron su tiempo / para que lo juntara al tiempo de la Historia. / Le pidieron las manos, / porque para una época difícil  /nada hay mejor que un par de buenas manos. / Le pidieron los ojos / que alguna vez tuvieron lagrimas / para que contemplara el lado claro / (especialmente el lado claro de la vida) / porque para el horror basta un ojo de asombro. / Le pidieron sus labios / resecos y cuarteados para afirmar, / para erigir, con cada afirmación, un sueño / (el-alto-sueño); / le pidieron las piernas, duras y nudosas, / (sus viejas piernas andariegas) / porque en tiempos difíciles / ¿algo hay mejor que un par de piernas / para la construcción o la trinchera? / Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño, / con su árbol obediente. / Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros. / Le dijeron / que eso era estrictamente necesario. / Le explicaron después / que toda esta donación resultaría inútil / sin entregar la lengua, / porque en tiempos difíciles / nada es tan útil para atajar el odio o la mentira. / Y finalmente le rogaron / que, por favor, echase a andar, / porque en tiempos difíciles / ésta es, sin duda, la prueba decisiva.

Les dejo el link  que reune la cronología de los textos.

PD: Para los que se enojan cuando escribo largo, les pido disculpas. El Caso Padilla me llamó la atención luego de un par de libros leídos. Intenté no mezclar ideología en la recopilación de datos, aunque se presuma de qué lado me encuentro. Más allá de lados, lo triste de este caso es que sucede todo el tiempo y que a pesar de separarnos 43 años (casi mi propia vida) de aquel momento, seguimos enfrascados en debates estériles que solo ponen en cuestión nuestro grado de inteligencia y esterilidad…








 

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