sábado, 30 de noviembre de 2013

Hablar con propiedad

Si la sociedad es machista, el Diccionario lo reflejará. Cuando cambie la sociedad, cambiará el Diccionario, define Pedro Álvarez de Miranda de la Gándara, filólogo y experto en lexicografía histórica y en Historia de la lengua española y Director del Diccionario de la Real Academia. Años investigando los sesgos sexistas en el lenguaje le permiten llegar a la conclusión de que el lenguaje representa un fiel retrato de la sociedad. Y el motivo a destacar de la edición del 2014 es que la lengua podrá ser algo mejor, más cercano a la realidad y no tan machista o sexista como hasta ahora. Siempre y cuando se apliquen esos nuevos conceptos en nuestro acervo lingüístico.

Recién en la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en México en 1975, comenzó a tratarse el tema del sexismo en el lenguaje. Y no es un problema en exclusividad de las lenguas latinas. En inglés, el oficio de bombero se denominaba fireman, que derivaba de man (hombre) y fire (fuego). A pesar de la presencia importante de mujeres en el cuerpo de bomberos, sólo ante la presión de grupos feministas se permitió modificar el concepto por el de firefighter. Así todo, la costumbre ancestral del uso del término fireman sigue siendo el que por instinto, predomina habitualmente en las bocas de los ingleses a la hora de mencionar la profesión.
Las instituciones pueden legislar sobre el lenguaje, pero las reformas solo funcionarán si la mayoría de los hablantes la aceptan. La gente no suele consultar a las autoridades antes de abrir la boca. Leopoldo Alas “Clarín” lo definía en los finales de los 1800: “Somos los amos de la lengua” y eso viene a significar que nuestro vocabulario casi siempre ha girado según la concepción del hombre. Lo que se busca en los últimos años es darle visibilidad a la mujer. Los valores suelen perpetuarse, lo mismo sucede con el habla de la población, y la mujer ha sido condenada a la invisibilidad, comenzando desde la definición del género femenino, que hasta el año que viene seguirá editada como “débil, endeble”. Y si buscamos sexo débil, continuará la concepción de “conjunto de mujeres”.
Gozar: “Conocer carnalmente a una mujer”.
Edén: “Paraíso terrenal, morada del primer hombre antes de su desobediencia”.
Periquear: “Dicho de una mujer: disfrutar de absoluta libertad”.
Cocinilla: “hombre que se entromete en cosas, especialmente domésticas, que no son de su incumbencia”.
Huérfano: “Dicho de una persona menor de edad a quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre”.
Estas cinco definiciones son parte de los conceptos que deberán modificarse en la edición del año entrante. Estas calificaciones no se reformarán por qué son machistas, sino simplemente porque no se ajustan a la realidad y la búsqueda de la mejoría obliga a modificar estos conceptos. Con las reformas, los hombres deberemos tomar nota de las aún incógnitas nuevas definiciones, esperaremos con ansia en que muta el viejo concepto de babosear, que se refería a “obsequiar a una mujer con exceso”.
El tránsito no será inmediato y las feministas se equivocaran al querer imponerlo por sistema desde el primer momento. El trabajo seguirá siendo lento, las estructuras de la lengua están demasiado arraigadas y las imposiciones suelen estar condenadas al fracaso. Es importante el debate y puede ser imprescindible el uso de la paciencia, está demostrado que muchos siglos de invisibilidad someten a las mujeres, esto no se modificará por una edición revisada. Estos excesos o torpezas resultan evidentes al momento de leer estas notas, pero no solemos caer en que discriminamos a la hora de abrir la boca y pronunciar dichas palabras.
Una profesora sustituta llegó a la clase de música de primaria y exclamó: “Ahora vamos a cantar todos los niños”. Las niñas quedaron calladas, no se enteraron ni se dieron por aludidas, ya que la maestra titular les habla de niños y niñas a la hora de mencionarlos. Es un ejemplo real ofrecido por Inmaculada Concepción, Presidenta de la Comisión de Igualdad del CGPJ (Poder Judicial de España). Nombrar a alguien es darle presencia, nos permite visualizarlo. Las niñas en el ejemplo no advirtieron su participación, no aceptaron su presencia, ya que se habían acostumbrado a que llamaran a cada uno por su “nombre”.
Debemos tener en cuenta algo que, si bien cae de maduro, las radicalidades desean ignorarlo. No siempre que mencionamos como niños a hombres y mujeres estamos discriminando. No siempre es un motivo sexista, lo que sucede es que la mayoría de la población hispanohablante está acostumbrado a definir los conjuntos privilegiando lo masculino. Me resulta curioso al querer explicar en clase de castellano a mis alumnas inmigrantes porque en un grupo mixto debemos decir nosotros o ellos y solo podemos acercarnos a la realidad cuando el grupo es exclusivamente femenino y poder mencionarlas como nosotras o ellas. Creo que la curiosidad es sólo evidente para mí, ya que por una cuestión cultural, muchas de mis alumnas asiáticas o africanas ya tienen asimiladas esa condición triste e injusta de invisibilidad.
El uso del doblez puede ser necesario, pero solemos creer que muchos lo aprovechan para manipular una supuesta condición política, con el afán de seguir recaudando votos y voluntades. No suele sonar sincero cuando alguien repite con insistencia el doblez de los géneros, no siempre el género es sexo y si muchas veces, nuestros adorables políticos se publicitan a través de un uso desmedido de la diferenciación. El problema vuelve a ser la interpretación y el uso de todas las normas. Y hay ejemplos que si bien pueden partir de la buena voluntad, suelen terminar siendo confusos y poco prácticos. Robando un párrafo de la actual Constitución Venezolana podemos observar lo embarullado que puede ser esta nueva modalidad que termina dañando la lengua: “Solo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de presidente o presidenta de la República, vicepresidente ejecutivo o vicepresidenta ejecutiva, presidente o presidenta y vicepresidentes o vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, presidente o presidenta del Consejo Nacional Electoral, procurador o procuradora general de la República, contralor o contralora general de la República, fiscal general de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, ministros o ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; gobernadores o gobernadoras y alcaldes o alcaldesas de los Estados y municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional”.
Foto gentileza de Fer
El puente de Plentzia, Zubi Zuri, da la bienvenida a toda persona que desciende del metro. Es uno de los elementos más característicos de la Villa, su modernidad suele llamar la atención, más teniendo en cuenta lo pequeño de su población y lo tradicional de la mayoría de su material urbano. La pasarela del puente está flanqueada desde mediados de 2010 por 200 fotografías que retratan en blanco y negro la Plentzia del siglo XIX y principios del XX. Esta colección vino a sustituir unas placas de metacrilato que eran victimas constantes de actos vandálicos y solían afear la imagen del puente. Algunos vecinos o vecinas del pueblo consideraron que este recorrido visual e histórico guardaba matices sexistas. El problema se suscitó con un mensaje en una de las pancartas que dice: “El hombre de la villa tendría en su horizonte la mar en la que se iría adentrando a lo largo del tiempo hasta convertirse en experto navegante”. Otras referencias sobre el papel del hombre en el desarrollo de la Villa motivó a elevar la queja ante la falta de mención de la importancia de la mujer en el desarrollo del pueblo. Con motivo de un temporal de lluvias y vientos, que dañó varios de esos paneles fotográficos, se conminó a reivindicar el papel de la mujer en la villa con leyendas alusivas. Políticamente se definió la situación como discriminatoria y falta de compromiso por la igualdad de género. A la hora de recorrer el puente, y lo hago a diario, no logró tener esa impresión, lo que si sentí al leer la definición de gozar o huérfano en el diccionario de la Academia. La política y el fervor de la militancia pueden a veces introducirnos en polémicas que no parecen tal. Y esto es un razonamiento de alguien que no cree ser sexista.
Es habitual últimamente ver el uso del grafismo @ para unificar los géneros. Linguisticamente una grafía no tiene lectura y el arroba no parece ser la solución visual al problema existente. Me confunde en la lectura y no me abre la mente de inmediato a un concepto de igualdad o pluralidad. El signo @ representa a la arroba, una medida de peso inicial en europa y adoptada y expandida en internet. Y no logro comprender la igualdad al leer L@s niñ@s, por ejemplo.
El debate ya es cuestión de mucha gente, debería ser de toda la sociedad. Los cambios pueden demorar pero finalmente llegarán, y quizás podamos afianzarnos en una sociedad más lógica. Con el lenguaje transmitimos ideología, ideas políticas e ideas de la relación existente entre hombres y mujeres, y hay países que la sensación de causa perdida parece una losa sin solución. Pero el hombre es un animal de costumbres, será cuestión de acostumbrarlo. El problema puede ser acercar en los tiempos que corren a un humano a la consulta de un diccionario.

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