lunes, 18 de noviembre de 2013

¿Cómo te obligo a seguir leyendo?


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

“El Dinosaurio”, es un microrrelato del escritor guatemalteco Augusto Monterroso. Lo publicó como parte del libro Obras Completas (y otros cuentos) en el año 1959. Al día de hoy se lo sigue considerando uno de los relatos más corto escrito en español. 51 caracteres incluidos comas, espacios y punto final. Aún resulta corto para un tweet. Pero la duda en este 2013, es saber si fuese escrito hoy, si  estaríamos hablando de un microrrelato o un relato largo algo difícil de leer en la red, al no disponer de un tiempo preciso o precioso para la lectura.
Gran parte de la narrativa de Monterroso se distinguió por su brevedad, vitalidad y precisión. Es decir que “El dinosaurio” no fue un oasis en su creación, otros minicuentos tan sugerentes y bellos como el citado, podemos encontrar en “La fe y las montañas”, “La oveja negra” y “La vaca”, por ejemplo. El ganador del Premio Príncipe de Asturias del año 2000 falleció unos años después, más precisamente el 7 de febrero de 2003. Todavía no existía el twitter (Jack Dorsey lo creó en marzo del 2006) y aún en esa época no se había transformado nuestro hábito de lecturas, si bien ya no nos dedicábamos a la novela decimonónica, todavía valorábamos sentarnos a leer una agradable literatura promedio de 400 páginas. Mejor para Augusto, quizás de haber alcanzado a vislumbrar la metamorfosis mecanográfica y virtual que pone en jaque la lectura en actitud pasiva, hubiera comprendido que muchos pudieran adoptar lo breve como el paraíso artificial de los que se denominan “versátiles”. Y hubieran creído que Monterroso no gozaba de la diversidad de un nutrido vocabulario.

“El dinosaurio” ha sido estudiado tanto  como  texto literario o como si se tratara de una reflexión política. Lo notable que cualquier mínima interpretación superará en varias veces su extensión de los 51 caracteres. Desde un valor metafórico, alegórico o sub-textual,  a un género fantástico por su imaginación, o un género de terror o suspense y también, porque no, dotado de carácter policial; una equilibrada estructura sintáctica que abarca dos verbos alternados por tres adverbios; y hasta un relato en ese entonces moderno con más de una interpretación posible. En cualquier caso, nos encontramos con una manera distinta de comunicar, y sobre gustos hay diversos, tal como lo confesó el mismo Monterroso: “si a uno le gustan las novelas, escribe novelas; si le gustan los cuentos, uno escribe cuentos. Como a mí me ocurre lo último escribo cuentos. Pero no tantos: seis en nueve años, ocho en doce. Y así. Los cuentos que uno escribe no pueden ser muchos. Existen tres, cuatro o cinco temas; algunos dicen que siete. Con esos debe trabajarse. Las páginas también tienen que ser solo unas cuantas, porque pocas cosas hay tan fáciles de echar a perder como un cuento”.

Los hábitos que cambian no es invención reciente. Hay una curiosa inversión que siempre se da entre la lectura y la realidad de cada época. Se supone que ahora vivimos más, pero se confirma que ahora queremos leer menos. Cuando la vida era corta e incierta por esa brevedad, nos sometíamos a lecturas largas y duraderas. Más de mil páginas, inmensas introducciones, detalladas referencias históricas y culturales, y una historia para contar. Pero la lectura finalmente invirtió su signo. Estando las sociedades conscientes que la expectativa de vida ha mejorado, que nos hemos abrazado a la a veces parecida ilusión óptica de un estado de bienestar, más cortas son las lecturas que encaramos. En las librerías abunda la literatura aparentemente escrita de un plumazo. El periódico a papel es un extraño documento que nos permitimos solo en días de premio, algún domingo de nostalgia donde necesitamos dar vuelta una página dejando descansar el mouse o ratón del ordenador o el latigazo del tacto de nuestros dedos en las tablets o móviles. Y tan extraño como el papel resulta encarar hoy los extensos editoriales que nos ofrecen las ediciones de domingo o los suplementos especiales. La consideración de la lectura como una inversión productiva está desgastada, la lectura larga y reposada nos enseñaba la práctica del compromiso, hemos girado a la práctica de la deserción. Aunque para no entrar en pánico, la llamaremos dispersión; y si somos uno más de los que hoy se denominan hiperactivos, lo llamaremos no poder darnos el lujo de quedarnos quietos sin hacer nada.

Don Baltasar Gracián y Morales, maestro conceptista español, universalizó el “lo breve, si bueno, dos veces bueno” en la primera mitad de los 1600. Pero no debe haber acunado esta frase para que fuera aplicada por cualquier blogger de este nuevo siglo. Es que un blog presupone una creación más técnica y fría, abarcando el uso de palabras claves, enlaces cuidadosamente utilizados, hipertextos para agregar, imágenes impactantes para que llamen la atención e inviten a la navegación, rapidez de descarga y síntesis semántica para encontrar pronto la definición o respuesta buscada y escapar a otro rincón de la red. El resultado es un blog optimizado para los infatigables buscadores que solo necesitan contenidos que la gente busque, el resto es ruido abandonado en la red, de ahí que tengamos blogs con entradas que persisten en silencio sin comentarios o agradecimientos, hasta que sucumben a tanta indiferencia o castigo.

Friedrich Schiller, poeta y filósofo alemán, es considerado junto a Johann von Goethe, como los dramaturgos más importantes alemanes. Casualmente Schiller recibió una carta del autor de Fausto donde le rogaba: “Perdóneme que le haya escrito una carta larga porque para una corta no he tenido tiempo”. Hoy la gente no lee, escanea los artículos. Si los ve largos, teme comenzar la lectura y prefieren un patrón de lectura en forma de “f”, es decir, un primer movimiento visual horizontal en la parte superior del contenido (como el palo superior de la f). Le sigue un segundo movimiento horizontal más corto, similar al segundo palo de la letra f para rematar con un repaso en forma vertical a la parte izquierda de la pantalla, similar al palito de la f. De esta manera, erradican el concepto de introducción, desarrollo y conclusión por un fotograma mental rápido que capte la atención y permita un poco mas de navegación. Erradicamos el viejo sistema secuencial de leer a papel de izquierda a derecha, y de arriba hacia abajo.

Por eso prima el concepto “menos es mas”, parece que preferimos  no usar tantas palabras para decir lo que finalmente siempre se puede manifestar en menos contenido. El manual del blogger y el “sentido común” del usuario clama por párrafos cortos y lenguaje sencillo. No podemos permitirnos retroceder y releer, no lo querrán digerir, les causará cansancio visual y perderás un lector. Las entradas largas tienen los días contados. Los libros largos tienen el presupuesto perdido y los suplementos dominicales no se leen, se acumulan para la basura o para los residuos del perro o el gato.

Publicar en un blog es relativamente sencillo, sobre todo para aquel que tenga un mínimo conocimiento informático. Lo difícil es lograr poseer un contenido interesante. La premisa tiene que ser lograr una entrada que llame la atención del visitante. Llaman mini post a una entrada con 200-400 palabras; las de 400-800 palabras son considerados post cortos; si tienen entre 800 y 2000 palabras se les dice largos; y más de 2.000 palabras son post o contenidos pilares. Es la primera vez que recabo esta información, se darán cuenta que me desenmascaro virtualmente al reconocer que mis entradas son largas, más largas que un pilar. Y quizás lo hago como nostálgico que no quiere perder el placer de encontrar un momento para leer, otro para meditar y un último esfuerzo para dejar de lado la emoción o euforia de la lectura y salir a recomendarla y difundirla. Prefiero las entradas largas y me gustaría saber que son más los que descubren que si vamos a vivir más, podemos leer mejor y ya que seguimos con los dichos, el escritor y crítico francés del siglo XVIII, Jules Renard advirtió “Cuánto más se lee, menos se imita”.

Para terminar, desde 1959 se busca emular la hazaña del microrrelato de “El dinosaurio”. Luis Felipe Lomeli, escritor mexicano de 38 años, incluyó en su libro “Ella sigue de viaje” un microrrelato de 40 caracteres que le permitiría adueñarse del cuento más breve en lengua hispana. Se titula “El inmigrante” y en mi caso, resume exactamente en 40 caracteres mis doce años fuera de mi país, y como homenaje, me abrazo a esta entrada corta.

Dice:
“Olvida usted algo? – Ojalá”.

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