jueves, 21 de noviembre de 2013

¿Cómo googleaban nuestros mayores?



Observa con atención la cantidad de “amigos” que afortunadamente tienes en Facebook. ¿Cuántos has dicho? ¿Cuántos llevas? ¿300?. Es un buen número, confirma que eres además de sociable, una persona entrañable, con posibilidad de seguir incorporando amigos a tu vida. No me quiero imaginar el desfile de invitados a tu casa el día de tu cumpleaños. Ahora hazte la siguiente pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que mantuviste una conversación o encuentro con 250 de esos contactos? Seguramente no ha sido en este siglo la última vez que te cruzaste con ellos.


Si alguno de ustedes encara en algún momento un curso de Community Manager encontrará una explicación parcial de este notable adelanto tecnológico en nuestro desarrollo. Tendrá que estar preparado para ver las bondades de estos avances, y enumerar las incontables ventajas de pertenecer a este mundo. Yo lo hice, y muchas veces tuve que contestar adecuándome al lenguaje Community para superar las diversas actividades. Pero mi pepe grillo interior me pedía con insistencia que me revelara a tal definición, que mostrara la parte oscura o negativa de este progreso. Sobre todo cuando nos explicamos entre todos los participantes que ahora, gracias al 2.0, el poder es de todos, ahora podemos interactuar de tú a tú entre productores y consumidores. Muchas veces me pregunto si es verdad que ahora somos iguales, ¿Por qué la banca nos sigue perjudicando a diario?, ¿Por qué se nos resulta estéril obligar a que renuncie un político corrupto?, ¿Por qué esos mismos dirigentes se muestran como si vivieran en un paraíso y bajaran a diario a nuestra tierra para seguir ajustándonos hacia abajo las escasas posibilidades que nos rodean?. Y qué decir de los gobernantes que no contestan preguntas, que interactúan virtualmente a través de las redes sociales o la vieja y querida cadena nacional, amparándose en querer evitar la manipulación mediática local, el abominable manejo de la oposición o el imperialismo mundial.

Es verdad que lo primero que uno hace al llegar a su trabajo ya no es saludar a sus compañeros. Primero prendemos el ordenador y luego el resto. En nuestra casa el procedimiento parece similar. Nos despertamos y antes de ir al baño, somos capaces de ir prendiendo la compu para tenerla lista al sinfín de novedades que nos aguarda. O lo que es aún peor, en el mismo baño nos concentramos más en las funciones del móvil que en la calidad de nuestras deposiciones. Es indudable que a partir del desarrollo de internet hemos cambiado los hábitos. Pero también es llamativa la dependencia que tenemos de toda esta tecnología. ¿Qué sucedía en nuestras vidas hace dos décadas cuando sobrevenía un corte súbito del suministro eléctrico? Nos aguantábamos. Ahora sencillamente nos desesperamos. No podemos sobrevivir sin actualizar nuestro perfil o si se cae el servidor de nuestro proveedor telefónico, es ir contra nuestros “derechos” no poder acceder al wassap.

¿Cómo hacía mi tía Chiche cuándo alguien le preguntaba por alguna receta de cocina? ¿Dónde googleaba en los setenta?. ¿Cómo hacia para darnos una respuesta relativamente rápida? ¿Es que hacía trampa acaso? A mi hoy en día los gnocchis me salen húmedos, sin consistencia, con buen sabor pero con riesgo de que se deformen en el agua hirviendo. Me doy cuenta de la carencia en el momento de ligar los ingredientes. En Google me recomendaron que utilizara la patata de cocción por sobre la de freír. Que mezclara todo con la patata caliente. Que mantuviera lo más presente el almidón en la cocción. Que no me pasara del porcentaje de harina, que los frizara hasta la hora de ponerlos en el agua hirviendo y otras diversas sugerencias. Pero en el link de abajo me recomendaron otro tipo de patata, otra manera de mezclarla con el huevo y la harina, que no los frizara, que el agua no esté tan hirviendo y que tuviera en cuenta la humedad de la cocina a la hora de la preparación. Y hay un tercer link al que le temo, es que seguramente me ofrecerá otra versión. Repito, ¿cómo sabía la tía Chiche la manera exacta para clavar un gnocchi perfecto? Y otro interrogante ¿Mi tía o mi vieja eran infelices por no poder acceder a recetas tipo sushi, cuscús, mezze ó knedlíky? ¿Porque ambas disimulaban la frustración y nos regalaban una sonrisa de satisfacción ante cada plato preparado? ¿Y por qué nosotros que tenemos el móvil a mano para repasar la receta no estamos nunca satisfechos a la hora de sentarnos a la mesa? ¿Y por qué a la hora de presentar esta entrada del blog me recomiendan que haga enlaces en las palabras de arriba mezze o knedlíky? ¿Acaso no pueden buscar cada uno su significado si tienen curiosidad?

Es llamativo el ritmo de crecimiento y niveles de ganancia que ostentan los nuevos productos y las empresas que desarrollan este salto tecnológico. Pero no es nuevo, sucedió siempre a lo largo de la historia de los últimos dos siglos. El boom trae también desajustes en la asimilación de esos adelantos. Y antes de un periodo de bonanza o prosperidad, debemos enfrentarnos con depresiones, recesiones o crecimiento desigual. Si bien las otras revoluciones precisaban concentración masiva en grandes ciudades, mano de obra constante y desigualdad evidente en la misma zona geográfica, todo esto parece repetirse salvo en un ingrediente, la mano de obra, que ahora se suplanta por tecnología. Y para asustarnos un poco más, la mano de obra venimos a ser nosotros, los que no tenemos la fortuna de ser los que desarrollamos las nuevas tecnologías.

Como animales sociales que parecemos ser, necesitamos relacionarnos. El ciber parece ser el lugar de encuentro. No hay fronteras nos dicen, hoy podemos forjar amistad con los cinco continentes y en breve con varias galaxias. Podemos generar relaciones a distancia, ligar con hombres o mujeres, entrar en casas de otros países, chatear con otras culturas. Suena perfecto, hemos logrado la integración con todas las culturas, se acabaron las diferencias entre las razas. Pero me sigo haciendo preguntas: ¿Por qué ante una crisis de motivo económico o de confort el principal sospechoso de quebrantar nuestra tranquilidad es el de afuera? , ¿Por qué les tenemos miedo a esas costumbres tan distintas, a otras religiones?, ¿Por qué seguimos funcionando como ghetto o clan si resulta tan fácil el integrarse al mundo?.

Esta entrada no es una crítica a las nuevas tecnologías. Utilizo el skype para ver a mis familiares o amigos, con un mensaje de texto me puedo enterar al instante de alguna necesidad o muestra de cariño de mis seres queridos de otros continentes; accedo a un sinfín de información a la hora que se me despierte la necesidad o curiosidad;  reservo mis estadías en países desconocidos a través de un par de links contrastados y que me trasmiten seguridad y tranquilidad; compro por internet y espero la llegada casi cronometrada del envío; si a la hora de escribir estas entradas, tengo una duda ortográfica, la resuelvo con el diccionario virtual de la RAE. Y finalmente, este ejercicio de tener mi blog no sería posible sin este boom tecnológico. Pero no me cierra el uso que hacemos de la tecnología y tengo un cruel presentimiento, nos hemos ido vaciando a medida que recibimos estos adelantos. Y alguien se lucra de nuestro vaciamiento. Y no le podemos echar las culpas, son sólo nuestras. ¿Alguien ha leído “Un mundo feliz” de Aldoux Huxley? Ya escribiré una entrada sobre el autor. Sólo agregaré que esta novela la escribió en 1931 y confirma su actualidad ante nuestro proceder como sociedad.

¿Cuándo disfrutaron la última comida familiar sin el ruido de un wassap arribado o de un mensajito de texto?; ¿Cuándo comenzaron a notar que la gente se comunica mejor por una red social que en un cara a cara?; ¿Se han ruborizado al comprobar que a un gran amigo solo le hemos enviado un mensaje de texto demasiado breve el día de su cumpleaños?; ¿Cuándo se dieron cuenta que actualizan el facebook varias veces al día?; ¿Cuántos de nosotros extrañamos el tocadiscos mientras nos aburrimos de saltear temas de diversos cd´s?. Estas preguntas, ¿vendrán a reemplazar la primera línea del soliloquio del Príncipe Hamlet en cuanto al ser o no ser? Entonces, vamos a peor.

La Revolución Industrial se basó en un salto tecnológico en la industria del algodón y en la difusión de esos principios de mecanización aplicables a otras industrias. El período Victoriano se nutrió de las posibilidades de ampliación de mercados abiertos por las redes ferroviarias y las máquinas de vapor. La Belle Epoque potenció el poder estructural del acero y las oportunidades del uso de la electricidad y de la química moderna. La teoría económica del Keynesianismo de la post guerra liderado por los Estados Unidos, resultó de los infinitos campos de producción en masa llegando a todos los sectores productivos. Esta revolución informática moldeará un sinfín de oportunidades a la espera de un período de prosperidad para aprovecharlas.

Las primeras décadas de estos cambios conllevan a un enorme sufrimiento humano, liderado por el crecimiento del desempleo, por ejemplo. Eso nos lleva a periodos de turbulencia y crecimiento desigual. Si se logra el re acoplamiento, tendremos un periodo de prosperidad. Y esa prosperidad nos volverá a distraer, nos volverá a silenciar. Nos volverá a maniatar. Nos permitirá retomar ese aislamiento mental que hemos adoptado. ¿Nos permitirá también revelarnos?

Mi padre se iba al trabajo pasadas las ocho y media de la mañana. Regresaba a veces a la medianoche, sobre todo cuando estudiaba Ciencias Políticas en la universidad. Mi vieja aguardaba su regreso sin agobios, sin preocupaciones. Sin un contacto telefónico durante toda la jornada, mi vieja sospechaba su regreso inminente en base a una consulta al reloj. Si se demoraba, seguramente habría perdido el tren, el autobús anterior o se habría quedado de charla. Pero mi viejo regresaba a casa. Hoy estamos llegando a nuestros hogares e hicimos común el gesto de anunciar con el móvil nuestro arribo y si en el camino nos detiene algún ser cercano o contratiempo desconocido, es recomendable actualizarlo en Facebook para que nuestros seres más cercanos estén informados y la legión de 300 amigos puedan vivir casi en directo, el horrible contratiempo que demoró nuestra llegada a casa. El desempleo es un fenómeno que asusta de este nuevo boom mundial. Pero a mí me asusta otra cosa y no sé bien que es. Voy a ver si después de colgar esta entrada, me meto en google en busca de pistas sugerentes.





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