sábado, 3 de febrero de 2024

La imaginación esta noche todo lo puede

 “Lo importante es que el sexo no haya sido únicamente una cuestión de sensación y de placer, de ley o de interdicción, sino también de verdad y de falsedad, que la verdad del sexo haya llegado a ser algo esencial, útil o peligroso, precioso o temible; en suma, que el sexo haya sido constituido como una apuesta en el juego de la verdad”.

Michel Foucault

La discusión mono temática sobre perseguir nuestros deseos nos envuelven en crueles encrucijadas. Liberar la pasión, comunicarla, conocerla, expresarla, vivirla. Una constante en este tiempo es que el deseo camine sobre un piso enjabonado, ya que no deja de ser una construcción representada por subjetividades y no siempre conocemos con claridad que es deseo y que es suposición. En materia sexual, desear no debe ser sinónimo a aceptar. Nos olvidamos de la racionalidad de que un deseo en un momento dado puede dejar de ser deseado al experimentarlo. Como lo consentido puede perder autorización al comprobar que no medimos lo que consentimos. Lo peor es que en ambos casos, está mal visto volver hacia atrás. Da “mal rollo”.


Las discusiones sobre sexo y consentimiento entre hombres y mujeres son variadas. No tienen fin y tantas veces no conducen a nada porque nada cambia. Las partes no acercan posturas. La batalla de los sexos no es un nombre baladí. Pasamos de usar la frase desigualdad de poder a falta de consentimiento. Suponemos que consentimiento conjuga con deseo. Un pacto libre entre partes no conlleva que ambos se dediquen a explorar no solo lo que queremos sino lo que quiera la otra parte. Ese egoísmo de la propia pulsión llevará a determinar ese rol desigualdad de poder con justificar mi énfasis y ardor con que del otro lado se había consentido. Es muy difícil saber que hemos consentido antes de experimentarlo. Un consentimiento se puede volver atrás, no siempre con punición. En sexo parece de mal gusto hacerlo.


Otra cosa que debemos entender es que sexo consentido no significa buen sexo. La falta de feeling o sensibilidad de una de las partes -o llamémosle egoísmo- o falta de imaginación puede arruinar una idea de consentimiento o deseo mutuo. Estos desencuentros, malos entendidos o asperezas se profundizan cuando se generaliza que siempre predomina un sexo -el masculino- al confundir la esencia del deseo de la otra parte. Puede ser descorazonador el espíritu corporativo del hombre de considerar entendido sin profundizar ni querer conocer que genera el entusiasmo de las mujeres. Es como que el sexo -a pesar de ser una relación de intimidad-se repite bajo patrones similares sin llegar a comentarlo, de forma unidireccional. Con la cantidad de sexo que abunda en la vida del ser humano, parece ser la materia que menos se conoce. La vida surge del sexo. Es absurdo no abordar un pensamiento crítico sobre lo dañino de ciertos ideales que son malos entendidos.


Los asuntos sexuales deben ser privados si todo va como se debe. Es raro que sea material opinable. No confundir, hablar de sexo no significa hablar de nuestro sexo con nuestra pareja. Eso se preserva. Todos conocemos parejas donde se presume que el entusiasmo de una de las partes no tiene correlación o el mismo entusiasmo en la otra. Creo que todos en algún momento hemos consentido una relación, motivados por la pasión, el deseo, el romanticismo, el amor o la necesidad de desfogue. Y que no resultó tal como lo imaginado. Tanto por una o por la otra parte, ya que las velocidades y tensiones que regule nuestra mente o nuestro cuerpo darán muestras de sintonía solo en esos momentos. Más de uno, sin importar de que sexo se trate, ha deseado que la relación -coito- termine lo más pronto posible. La mayoría de las veces donde se experimenta esa insatisfacción se asume el riesgo de que la otra parte siga porque en materia sexual, lo que comienza se termina. O acaba.


Tampoco tenemos claro porque queremos tener sexo. Lo más fácil es pregonar la extensión de la especie. Pero no, hay gente que quiere sexo solo por tener sexo. Otros quieren solo satisfacer los deseos del otro. Algunos consideran que el sexo es la manera eterna de sentirse deseado. El ser complaciente o sumiso es lo peor en una relación que se define consensuada. Porque pasado un tiempo pedir revisar las condiciones de un acuerdo siempre genera asperezas o inseguridades. Igualdad sugiere mayor compromiso y responsabilidad que consentimiento. Esa carencia hace del sexo un vertedero de mentes sumisas que asuman que su cuerpo sea de consumo sexual. En el peor de los casos, los que vemos todo en el tiempo, se trata de una puja del poderoso hombre animal que asume que el cuerpo femenino es de consumo sexual. Esta entrada solo intenta razonar si entre personas normales también se puede “consensuar” un consentimiento.


El sexo suele ser un terreno de pactos que no son claros, suelen naufragar los presupuestos mas ingenuos que no se pudieron contrastar previamente. La frase de que conocemos a la otra persona no siempre significa transparencia. Es difícil poner en palabras lo relativo al sexo. Ocultamos más de lo que mostramos. Tanta opacidad se opone tantas veces al ideal de liberación que debe conducir a un acto sexual. Es tan difícil clarificar o dilucidar que significa consentimiento en esta sociedad de desigualdades que no importa en este caso que mi visión sea masculina, al menos tratar de pensar como en todos los órdenes de la vida, el como hacer para ponerse en el lugar del otro. Esa falta de empatía hace que el individualismo esté mas presente en las sociedades, que discutamos si el “no es no” o si el “si deja de ser si”, o si el “sí pero ya no”. Aceptemos que el pacto social está bloqueado por estructuras sociables, costumbres culturales o maniobras enrevesadas a causa del poder o del patriarcado. El sexo no funciona como verdad, sigue siendo materia opinable que avanza en detrimento de la palabra “voluntad” y donde casi todos vamos a tientas con los misterios, inhibiciones o secretos de nuestra conciencia...

 




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