lunes, 26 de febrero de 2024

Ah, tómate el tiempo en desmenuzarme

Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar o el lugar de nacimiento. Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o al conformismo”.

John Perry Barlow – Declaración de Independencia del Ciberespacio - 8/2/1996


Cuando falleció en febrero de 2018, no se supo si John Perry Barlow consideraba aún vigente aquella “Declaración de Independencia del Ciberespacio” que escribió en 1996 y que promovía una proyección colectiva que protegiera a la nueva realidad de la web de los absurdos del mundo físico, de las tiranías y las interferencias políticas, raciales, religiosas o de cualquier tipo que han condicionado el desarrollo de la humanidad. La naturaleza libre y abierta de internet despertaba enormes expectativas sobre el futuro de las cosas. El ciberespacio conseguiría implementar una soberanía propia donde las corporaciones o ideologías podían torcer el destino inicial en la creación de la web, el compartir y que nadie tenga el control sobre el otro. Se buscaba trabajar sobre una nueva gama de derechos humanos, en esta caso con los derechos del mundo digital. La vejez de esa proclama nos invita a reflexionar si se ha avanzado en una nueva ola de derechos o si se siguen profanando los viejos derechos de siempre.


John Perry Barlow pulió su escrito con las mejores intenciones pero no podemos dejar de lado la duda de que casi treinta años después los ciudadanos del mundo virtual -conocidos como cibernautas- no cuentan con los instrumentos jurídicos suficientes para ver protegidos con eficiencia sus derechos. Internet como en tantos órdenes, parece ser tierra de todos pero de nadie. Si bien las ideas y la creatividad circulan con libertad, el plagio, estafa, suplantación de identidad, bullying y todo tipo de violencia, acoso y agresión circulan repitiendo patrones violentos con actitudes intolerantes similares y hasta más dañinos o invasivos de la violencia en la vida diaria. Queda de esta manera bien claro que internet no deja de ser un medio de exposición exponencial de la sociedad.


El surgimiento de internet se convirtió en la mayor revolución comunicacional de la humanidad, transformando a la sociedad humana. La mayoría estamos inmersos en ese cambio, y tantas veces, nos cuesta detenernos a recordar como eran nuestras vidas antes de la www. En este mundo sin fronteras y sin espacio físico al alcance de un clic y en cuestión de segundos -o milésimas de segundos- se llega de un lugar a otro con el mensaje, se hace viral y se tergiversa tantas veces su intención comunicativa. En esa velocidad, también se espesa la poca capacidad de meditar previamente lo que los impulsos generan, la falta de freno ante esa inmediatez que obliga a seguir en forma impulsiva sin meditar la verdad o falsedad de lo que se transmite, reenvía o comparte. La veracidad es suplantada por la exposición. Parece que a nadie interesa la verdad, solo se prioriza el impulso para justificar a aquel al que confiamos e plasmar ira con el que no toleramos. Prevalece el contexto comunicativo por sobre la veracidad. Se ha perdido el análisis meditado del contexto.


En redes sociales es común observar un linchamiento mediático y conductas agresivas sobre otros. Es tendencia la exposición mediática de las personas y de su vida pública. Discursos agresivos, aportaciones violentas, insultos o amenazas han normalizado parte de la vida cotidiana de las personas. Si bien la utilización de las redes y la web han aportado un mundo de posibilidades, también se ha ampliado el vocabulario para referir a conductas disruptivas, de ahí que sea frecuente la utilización de términos como “bullying”, “haters”, “ciberacoso”, “ghosting”, “nudes”, “stalking”, “orbiting” y otros términos relacionados a prácticas que se generan con el uso de las redes o aplicaciones. La violencia da paso a la humillación pública o linchamiento donde la posibilidad de un anonimato hace difícil identificar al acosador, que con sus movimientos afecta la autoestima y a sus relaciones sociales, muchas veces aislándose.



La visión incompleta de John Perry Barlow no invalida la buena intención que siempre acompaña un nuevo descubrimiento y lo bueno por lo que vale la pena luchar. Barlow estaba en lo cierto al advertir que la información en línea se mueve de manera distinta a la comunicación tradicional. Se puede construir, criticar y destruir una información sin necesidad de salir de casa. Esa modalidad de internet abierto que alentaba el antiguo letrista de “Grateful Dead” -entre tantas facetas conocidas de Barlow- todavía no ha podido completar la implementación de una regulación sobre la cultura libre, arrinconada por el despotismo tecnificado. Tantas veces inventar el futuro es predecirlo. Y las perspectivas alentadoras fueron desbordadas por la realidad humana.


Controlar redes enteras y millones de usuarios en todo el mundo no parecía tarea fácil. Ante la masificación de su uso, es indudable que las medidas tomadas puedan parecer insuficientes. Cada ocho de febrero recordaremos que internet nos ha cambiado el mundo que habitamos pero debemos tener claro que internet no es otra realidad, sino una parte-aumentada- de la realidad y donde los que se especializan en violar normas encuentran en la web otro sitio donde vulnerarlas y hacerse invisible. Según los principios del aprendizaje social, las personas adquieren comportamientos agresivos y violentos al observar e imitar a los demás. La violencia se transmite similar a una enfermedad. Y las redes propician una desinhibición al no percibir que a quien maltratas o linchas en la red no es una persona sino una pantalla. Esa mezcla oscura de instinto y razón se potencia y ante la falta de una ética tolerante, los “trolls” en que nos estamos convirtiendo culpamos al medio por el mensaje...

 





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