domingo, 10 de marzo de 2024

Y dicen las hojas del libro que más leo yo

Si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo; aunque ese libro sea el Paraíso Perdido —para mí no es tedioso— o el Quijote —que para mí tampoco es tedioso—. Pero si hay un libro tedioso para ustedes, no lo lean; ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad, de modo que yo aconsejaría a esos posibles lectores de mi testamento —que no pienso escribir—, yo les aconsejaría que leyeran mucho, que no se dejaran asustar por la reputación de los autores, que sigan buscando una felicidad personal, un goce personal. Es el único modo de leer”.

Jorge Luis Borges.


Según Jorge Luis Borges, un libro puede ser un objeto de placer o de tortura. “Leer es buscar una felicidad personal” también es frase del genial escritor argentino. La relación íntima con la lectura nunca debe ser resultado de una imposición u obligación. La lectura nos debería otorgar una sensación similar a la felicidad o bienestar y si no, a algo parecido a una búsqueda frenética y reposada, aunque suene contradictorio. El acto de la lectura tiene un componente egoísta reservado solo para nosotros pero que al momento de un enorme descubrimiento literario despierta la necesidad de recomendarlo para compartirlo. Pero ese ideal nos da de bruces cuando lo que estamos ante la presencia de un libro difícil de leer. En la constante búsqueda de hallazgos se puede topar con libros aburridos, impenetrables o inentendibles, aunque sea considerado por muchos como hallazgo o joya universal. ¿Qué se hace? ¿se insiste o se abandona? Muchas veces que un libro sea aburrido para uno no significa que no tenga calidad literaria.


Libros universales según el criterio mayoritario también pueden resultar tediosos o densos, de trazado laberíntico que no terminan de explotar ni de avanzar generando ansiedad o desesperación en el lector, que aspira a encontrar la razón o el descubrimiento en las siguientes páginas y seguir insistiendo en su lectura. Es como suponer que habrá gozo tras ese aburrimiento o desconcierto. La incógnita pasa a ser cuanto mas se debe forzar esa optimista esperanza sin apremiar el eterno entusiasmo lector, la comunión con una lectura no se puede garantizar de que depende. Lo que se puede suponer que una cosa es el tedio y lo otro es una lectura difícil, esta última no se debe abandonar, ya que el objetivo primordial en un descubrimiento literario pasa por una exigencia intelectual. La lectura no deja de ser una forma de conocimiento o de introspección. El secreto del fracaso de un libro pasa por reconocer que uno lee sin concentrarse, donde la distracción está presente en cada sílaba, sin tentar.


No se puede plantear una lista, ya que para algunos serán autores indescifrables y para otros, esenciales en su lucidez. James Joyce, Marcel Proust, Tomas Pynchon, Virginia Woolf, William Faulkner, David Foster Wallace, Samuel Beckett, Roberto Bolaño, Thomas Mann, Kazuo Ishiguro, Herman Melville y tantos otros, pueden aparecer indistintamente en ambas quinielas. Enfrascado en sus lecturas, podemos perdernos en sus pensamientos sintiendo fascinación o sin comprender sus contenidos. En siglos anteriores la extensión de los libros dificultaban la comprensión en sus mas de mil páginas o su lenguaje parecer antiguo o con un estilo difícil de procesar o multitud de conceptos abstractos que generan un lenguaje complicado, todos factores que no deben confundir el placer de un lector, que es el de asumir que tiene un plus de intelectualidad por leer forzado los libros que cuestan comprender o seguir. Simplemente hay autores que para algunos serán difíciles y para otros fetiches.


En todo caso los lectores somos producto de influencias y en un mundo de premuras y sin el sosiego que resulta indispensable para experimentar una sincronización profunda con los referentes hace difícil determinar como se producen las influencias. No habrá lecturas aburridas, tal vez abunden lectores que no comulguen con determinados autores porque se aburran con sus lecturas. Todos transitamos por el aburrimiento o con la afinidad por el otro. Incluso del aburrimiento se puede generar arte, como indicaba James Joyce. Muchas veces no disponemos de la atención o tensión para determinadas lecturas, por lo que se debe remontar un aburrimiento o no identificación para no sucumbir a esa aceleración social vigente de novedades superficiales o con avidez de estímulos. El riesgo del afán de nuevos descubrimientos literarios que permita agrandar el universo de libros obliga a un espacio de acuerdo que no sabe explicar los motivos para la existencia de una comunión o indiferencia con un autor y su obra. No se sabe de que misterio depende pero lo único claro es que la buena o mala literatura será buena o mala para ti sin sucumbir al estereotipo de que todo lo recomendado tenga que ser por defecto bueno para todos...

 



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