domingo, 18 de febrero de 2024

Cuando despiertes de esta soledad

Si no desarrollas una cultura democrática constante y viva, capaz de implicar a los candidatos, ellos no van a hacer las cosas por las que los votaste. Apretar un botón y luego marcharse a casita no va a cambiar las cosas”.

Noam Chomsky.


El obligado ejercicio intelectual para definir el concepto “democracia” tantas veces hace insostenible un significado comúnmente aceptado. Se repite como mantra pero no se sostiene, ni con el ejemplo, práctica o con la actitud. Sin ese acuerdo de mínimos, las posibilidades de amenaza al sistema hacen difícil su convivencia y su defensa. La tergiversación de la palabra democracia nos limitó esa convivencia común que ya dejó ser entendimiento para ser enfrentamiento y amenaza. Democracia, entre varias definiciones, es el control popular sobre la toma de decisiones e igualdad en la ostentación de dicho control. El primer desajuste lo marca ese control popular, que no es lo mismo que populista. De ahí para abajo, la definición peligra.


Democracia también hoy es ser mezquino, con posiciones partisanas, endógenas y auto centradas en sí mismos. Es solo una competencia sin horizonte, sin proyección de futuro y sin representación de todos, solo de los míos. Y no se trata de cuestionar si es mal de la derecha o de la izquierda. En ambas partes coinciden gentes que piensan bien pero no predominan sus prédicas con una tendencia hacia la polarización y radicalización de las ideas. Vivimos en la mezquindad de sostener una única posición, una única verdad. Sociedades enfermas o inmaduras, no terminan de cuestionar un germen ciudadanos de infantiles conceptos para solo desacreditar al otro, a la minoría. Confundiendo pluralidad con pluralismo, no terminamos de entender que la verdad nunca es una sola y lo que piense diferenciado nuestro oponente, no siempre lo convierte en enemigo. Y que parte de ese razonamiento también tiene su sentido, validez y parte de razón. Propensos a advertir enemigos, el cartel se lo cuelgan compartidos unos y otros, según la polémica de turno.


La foto democrática nunca es clara, el zoom no es nítido ya que la foto tiene que ser multi mensional, incluyendo en su revelado y reproducción los siguientes marcos: la defensa de los derechos fundamentales, la capacidad de que los gobiernos sean representativos, la existencia de controles, el funcionamiento imparcial de una Administración y la participación política ciudadana. Todas son iguales en importancia, la falta de una o la preponderancia de una sobre otra, invalida posibles desempeños en el resto de los aspectos. En una posición de Estado, tú dejas de hablar con los tuyos para hablar con todos, más allá de afinidad o concordancia. Se debe intentar reconstruir ese espacio democrático, donde convivan fuerzas que piensan distinto, recordando que hay una meta en común: vivir en plena democracia. Nadie es dueño de nada, hay etapas donde administrar la función de un Estado por un tiempo, no se trata de adueñarse del Estado o ser paternalista, dar favores a tu tribu o al que te caiga bien. Es de Perogrullo pero se repite en el tiempo la intolerancia hacia las voces disidentes.


La práctica totalidad de los sistemas democráticos sufre de una cruenta crisis de representación. La ciudadanía no se siente representada y entonces abandona el Estado de derecho, dejándola en manos de radicales que gestionan el poder político mas que en actuar como representantes de intereses ciudadanos. El ganar en las urnas cree traer aparejado de que se hace lo que la mayoría ha decidido y no que esa mayoría se mueva en consensos. Es el mundo de los intolerantes, de aquellas almas frustradas que deciden que la democracia debe ser la imposición del sentido común de un ganador por sobre las otras minorías. Asquea ver como ciudadanos comunes defienden a ultranza gobiernos corruptos sin cuestionar una sola coma de un accionar delictivo. Quita confianza no solo en el sistema de un país, ya no podemos creer en las buenas prácticas de una administración de un consorcio. Es grave.


Otro rasgo que juega en contra es el predominio de un anti intelectualismo que combinan ciudadanía con liderazgos populistas, nativos, liberales o tradicionalistas. De esta manera, se cuestiona el entendimiento común con el que debería funcionar las democracias. Pero ya no es cuestión de ideas enfrentadas, muchas veces es desconocimiento, ignorancia y hasta ostentación de ser un ignorante, por que han fracasado hasta los expertos y entonces ese nuevo nicho analfabeto toma la representación por sus manos y sin formación, eso sí, siempre representando a esa falacia que se denomina pueblo puro y deslegitimizar los demás sentires. En ese mar revuelto nos encontramos en estos momentos, y las personas de formación republicana se hayan contaminados de esa inoperancia que ya no apuntala el ejercicio democrático y su entendimiento común, solo ve mensajes y guiños a las tribus, al lote de los suyos. El resto, son llamados enemigos, apátridas, cipayos o la gama de sinónimos despectivos que permita ese anti intelectualismo presumido.


Por último, nos somete la manipulación informativa. Va de la mano de ese analfabetismo que nos presume. Los efectos que complican las democracias estarán transmitidos en que no están dados tanto en hacer creer a las poblaciones en cosas que no son ciertas, sino que siembran dudas y dan categoría de posible algo que en realidad es impensable. En la era de la actualización permanente vivimos contaminados por la desinformación. De ahí que todas las partes se vean democráticamente en condiciones de atacar los conocimientos y apoderarse de las formas democráticas. No solo se inventan futuros, se re guionan o re inventan los pasados, los contemporáneos no alcanzan a ver que no es verdad la realidad que pregonan, las hemos vivido, con eso bastaría para desacreditar tantas versiones. Pero como es democracia, se distingue que hay parte de verdades muy disimiles en las mismas naciones y se espera el acercamiento que no llega, el del sentido común.


La pregunta es si el concepto democracia esta preparado para afrontar este mundo revolucionado con los sistemas informáticos. Otro interrogante es poder deducir cuántos analfabetos soportan las democracias. Saneada negativamente la duda anterior de cuanta desigualdad soportaban los procesos democráticos, la nueva disyuntiva es igual de complicada. La falta de disciplina ciudadana y política conllevan una permanente falta de respeto a las democracias y a los valores que conllevan. Un viejo cliché de la política sostenía que al político le interesa que la gente sea ignorante, con poca cultura y profana en cuestiones políticas. Ya no existe tal dilema, ahora solo podemos aspirar a que ese analfabetismo ciudadano no sea tan solo ignorancia. No tiene que ser una utopía el ansiar ciudadanos honrados y comprometidos, que utilicen el diálogo y la escucha para poder generar convivencia e igualdad en sus argumentaciones. Los discursos que predominan se basan en sinónimos de una inclusividad que ya no incluye a nadie, ni a políticos o ciudadanía, viviendo en una serie de necesidades cada vez más en “diferidos”. Se tiene que aspirar a recuperar una sensación de dignidad que fue destrozada por el símbolo de lo que llamamos dignidad...

 



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