domingo, 28 de enero de 2024

Ahora todo es bruma y no hay luces que seguir

Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven…”

José Saramago en “Ensayo sobre la ceguera”.


José Saramago nos advirtió con una brillante metáfora que nos impresionó pero no nos terminó de lastimar, conmover o doler. La humanidad es ciega y el ser humano habita una ciénaga infinita. Se moviliza por sensaciones, sentimientos, impulsos o instintos. Pero poco utiliza la confirmación de las percepciones y su razonamiento. Cúmulo de turbulencias imposibilita tantas veces a las personas videntes el poder ver. Muchos ojeadores cierran los ojos a la mas profunda oscuridad mientras que los que son ciegos de nacimiento se apoyan en los demás sentidos para intentar ver. Unos y otros no logran disipar la neblina que conforman muchas de las mentiras de la civilización. Paradójicamente en esa ceguera todo se analiza sobre un “punto de vista”, con “una vista previa” y otras redundancias.


La ceguera es un tema permanente en el ejercicio de la literatura. Se utiliza como un recurso que pregona una reacción, la “imagen” no parece ser imperiosamente un elemento visual. La imaginación es la “visión” en un correlato intelectual. La imagen es la forma que tenemos de comunicar al mundo quienes somos y lo que pensamos de nosotros mismos. Dicha percepción nos refiere a nuestro comportamiento o como nos desenvolvemos en un rol social. Imagen, no vista. Mirar sin ver. El concepto de “imago” es un término de la psicología analítica introducido por C.G. Jung para designar una representación o imagen ideal de las figuras parentales que nos orienta y dirige a la representación que luego haremos de nuestra actitud y conducta, sobre la base de esa percepción.


Los “imagos” u organizaciones sociales habitan como metáfora o parábola en la literatura desde siempre. En la Ilíada, Odisea, la Divina Comedia, El Proceso, la Peste, el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, el Paraíso perdido, el Túnel, Pedro Páramo, la vida del Lazarillo de Tormes, Marianella, Bringas, la loba ceniza, esperanza perdida, Luces de Bohemia, el Conde Belisario, el país de los ciegos, Informe sobre ciegos, el músico ciego, la historia de un ciego, la risa en la oscuridad, el cuerpo en que nací o ensayo sobre la ceguera, son algunas de las referencias existentes sobre ceguera dentro de la literatura que sin usar un juego de palabras, nos permite mirar de otro modo la historia liberándonos de la falta de visión. En la literatura clásica, la ceguera simbolizaba un castigo divino; en la medieval, como un rasgo del santoral que simbolizaba la humildad y devoción; el siglo XIX la graficó como una discapacidad que requería protección; la literatura contemporánea usa su metáfora de ceguera colectiva como parte de un abandono o colapso social.


Una potente mirada interior que permite discernir lo que se nos oculta debajo de las cosas y al pensar con las manos, los escritores enseñan a no habitar ni en las mas profunda de las oscuridades ni en las mas absoluta de las luces, demostrando lo precario que somos en el mundo. Con un parpadeo o una mirada distorsionada de las realidades, nuestras emociones pueden descomponer una especie de objetividad y todo se vuelve otra cosa casi sin justificarla ni demostrarla, o sin existir. Las personas ciegas captan una percepción del mundo mientras que tantas veces, los que ven, no ven ni saben nada de como ver. El meollo se evidencia en el interior de las personas, en la falta de empatía y compasión para construir sociedades más justas, en el no aceptarse y no aceptar al otro, dañando al prójimo para salvarse sin comprender que se marcha hacia la autodestrucción. El peor ciego es aquel que no sabe ver, porque poder mirar podría, el seguir destiñendo matices que revelarían la falsedad del mundo que en cuestión de ceguera, involucra a todos una carencia hacia el bien común..

 



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