sábado, 13 de enero de 2024

Una carta guardada, un buen signo de sol

"Se llama escribir. ¿Te acuerdas? Sabes, los niños ya no saben como hacerlo, muchos de ellos. Escriben en el teclado o imprimen. O chatean en el móvil".

Toni Morrison


Deberíamos comprender -de una buena vez- que lo que ganamos en rapidez, tal vez lo perdamos en salud mental. El avance de las tecnologías es imparable pero debemos intentar esforzarnos para confraternizar nuestras experiencias -los que la tenemos- de haber sido analógicos y digitales. La búsqueda del equilibrio tal vez se persiga en todos los órdenes de la vida y ya jugados, tal vez sea una de las tantas utopías perseguidas. Pero en lo que se refiere a la escritura se ha visto interferida por el proceso tecnológico. Escribir a mano se hizo tedioso, poco práctico porque el entorno -si lo dejamos- nos arrebata campo de acción. Hay que volver a la escritura a mano, a la “artesanal”, lo digo tan suelto de cuerpo mientras encaro el fin de este párrafo en mi Word habitual.


Se antoja improbable que en nuestra vida diaria abandonemos la tecnología para volver a escribir a mano. Todo se basa en teclados o tabletas. Lo manuscrito parece encerrado en la fantasía de sostener un mundo interior o momentos puntuales donde todos los “aparatos” estén fuera de nuestro alcance. Por mas cuadernos o anotadores que contemos a nuestro alcance y que un bolígrafo nos acompañe a donde vamos, todo nuestra información se encierra en notas en el teléfono u ordenador, aplicaciones o agendas tecnológicas. Y cuando escribo a mano, el resultado es horroroso, de tan irreconocible que se volvió mi letra, a la media hora no puedo acordarme que es lo que quise apuntar. Ni mi médico de cabecera me puede ayudar, todo tiene un límite de comprensión, supongo que pensará.


La vida cotidiana está poniendo en riesgo de extinción el escribir a mano. Además de la proliferación de ordenadores, teclados, teléfonos y tabletas, al escribir nos hemos acostumbrado a códigos de comunicación que acortan las palabras e interfieren en el léxico. Acabar con la escritura a bolígrafo, lápiz o lapicera empobrece el lenguaje, lo simplifica, generando construcciones gramaticales erróneas que determinan que cada vez se habla peor. Escribir no deja de ser un acto intelectual y al hacerlo manualmente, la velocidad no es tanta como en el uso de tableros, y entonces era posible desarrollar el uso de memoria para retener las palabras dictadas o escuchadas. Haciendo la prueba de tratar de seguir el ritmo de una voz que dicte, es de destacar que perdemos capacidad de retención de esa voz, a pesar de tener velocidad en el teclear, perdemos capacidad de retención de la información, lo que se dice memoria operativa. La letra, que ingresa por varias vías, ayuda a retener el mensaje y facilita los aprendizajes.


El reciclaje neuronal depende en parte de la práctica adquisición de la lectura y la escritura a mano. Se pierde también plasticidad cerebral, prestando poca atención a las cosas. Somos la sociedad del relámpago. A pesar de que la ciencia confirma que la escritura a mano mejora la comprensión lectora, no parece pesar, porque la apatía ha llevado a leer solo whasapps o mensajes de redes. Los exámenes a estudiantes desnudan la escasa capacidad de interpretación de textos. Las mismas zonas motoras cerebrales que se activan con la lectura, casualmente coinciden al momento de escribir a mano. No se activan con la escritura en el teclado. Las personas que son buenas leyendo lo son también escribiendo. Además la combinación de lectura y escritura a mano colabora con la integración de toda la información que recibimos. Tal vez allí resida la causa de porque todo parece efímero en estos tiempos, la información parece licuarse de nuestro cerebro, no se retiene, no se desarrolla un bagaje cultural al ser precisos buscadores en internet pero no en nuestro pensamiento interno, fracasamos en mantener la información.


Volcando mis temáticas a la literatura, varios escritores conservan el hábito de los apuntes a mano, a pesar de volcarse a la comodidad de los ordenadores para sus trabajos. Suelen escribir a mano sobretodo cuando la forma del texto aun no está definida. Es más fácil revisar sobre esa escritura para que termine de germinar las ideas en ese proceso de transformación. La experiencia de escribir frases a mano permite recorrer otro mundo que la tecnología va cercenando. Las palabras son impulsos que requieren de la abstracción, síntesis, creatividad, sensaciones e independencias. Igualmente las nuevas generaciones de escritores determinan que se puede lograr la misma intensidad del brote de frases al ritmo propio y continuar el rito creativo. La mayoría de los escribientes a mano son autores “analógicos” como Eduardo Mendoza, Toni Morrison, Kazuo Ishiguro, Mario Vargas Llosa, Paul Auster, Orhan Pamuk, Jumpha Lahiri, Junot Díaz y varios más, solo nombrando escritores que aún viven. El ritmo de sus manos induce al ritmo de sus pensamientos, tantas veces la cadencia de escribir a pulso ayudará la velocidad del pensamiento. Luego se da que lo escrito previamente en sus “mentes” es imposible retenerlo y son sus manos las que ayudan a la evacuación intelectual. Es de envidiar el sentir esa prolongación en ese proceso. El resto nos adaptamos a todo, hay que ver lo que se gana y se pierde en ese camino de redes que tal vez no se bifurquen...

 



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