miércoles, 6 de diciembre de 2023

Rosa, Rosa, pide lo que quieras

La belleza puede ser tanto lo que no deseamos cambiar como adonde deseamos ir, la brújula o más bien la estrella polar del cambio”.

Rebecca Solnit en “Las rosas de Orwell”.


En la primavera de 1936, un escritor plantó rosales”. Como un guiño literario, cada capítulo del ensayo “Las rosas de Orwell” de la ensayista Rebecca Solnit se inicia con esta frase recordatoria. Las rosas conforman una brújula prodigiosa, un hilo conductor en apariencias lejano a la obra de un escritor, George Orwell, quién enfatizó en su basta producción la crítica como transformación social. Su semblanza se convierte en algo diferente para Solnit, quien elabora una biografía no biográfica para encontrar nuevos ángulos en la vida del autor de “1984” o “Rebelión en la granja”, vinculados con la naturaleza y el mundo de los sentidos.


La bibliografía de Rebecca Solnit es heterogénea pero con un hilo invariable como reflexión entre relación política, artística y espiritual del ser humano con su entorno. Leer a Orwell desde un ángulo distinto es llamativo. Su dedicación a la jardinería no como activista sino como placer reparador y la posibilidad de hilvanar en la novela metáforas e imágenes esenciales de un estereotipo de amor y belleza como la rosa con el totalitarismo de su producción, comercialización y consumo. Recordar lo esencial que sigue siendo en un sistema productivo y capitalista el poder de la naturaleza y la supervivencia física y espiritual. George Orwell, con muy mala salud, era un naturalista amante de la vida, como certeza ineludible y esperanzadora de que, a pesar de todo, seguimos siendo humanos.


La rosa posee múltiples simbolismos: pasión, seducción, atracción, esperanza y amor. Sus espinas también arrojan variadas connotaciones, como dolor y sufrimiento. Para las miradas optimistas, las espinas dan rosas porque alguien debe defender la belleza. A la rosa se la vincula con la transparencia de los sentimientos, el amor romántico o el misticismo religioso. El aroma de las rosas también arrojan significación, en este caso la buena suerte o su vínculo con la limpieza y sobre todo, espiritualidad. Pero detrás de las buenas intenciones y agradables estereotipos, existen historias que no se suelen contar. La precarización laboral detrás de la producción masiva de esta flor contradice sus ideales de marketing y publicidad, como así también las estrictas normas medioambientales. De ahí que  Rebecca Solnit establece conexiones inesperadas entre la historia de las flores con la de Orwell en épocas tan distópicas, ya que la característica principal de la biografía del escritor inglés fue la de poder ver y denunciar una parte importante -imposible ver todas- de las contradicciones de su época y de su propia biografía.


Las rosas de Orwell” es un ensayo que despierta la curiosidad y arroja permanentes datos informativos que se desconocen. A la vez que expone datos de botánica, la trascendencia humana, los sistemas de producción, sucesos relevantes de la historia reciente y la manera con que las vivió y reflejó George Orwell, tanto en su propia educación, concepción o testigo clarificador en su bibliografía. El propio análisis del concepto orwelliano, que en su mayoría de acepciones se utiliza de forma polémica. La palabra que deriva de nombres -epónimo- refleja como se socava el significado del uso de las palabras. No son solo engañosas sino burdamente engañosas. Orwelliano se refiere a ocultar hechos atroces a través de la palabra para dominar los pensamientos, por lo que el término en realidad no refleja lo que necesitó trasmitir el escritor británico. Se utiliza el concepto orwelliano para reflejar una idea de opresión y oscuridad totalitaria, pero Solnit nos permite ampliar el concepto sobre una concepción positiva, que se basa en el amor, dedicación familiar, a la naturaleza salvaje y el amor físico -entre otros- lo que aprecia que orwelliano debería ser considerado como un antídoto contra el sombrío discurso de los ideólogos absolutistas. Sabíamos lo que aborrecía Orwell, era el momento para conocer lo que amaba o necesitaba para vivir.


No hay dos George Orwell, como no hay dos acepciones de sus novelas o ensayos. Eso podría ser la conclusión del ensayo de Rebecca Solnit. Se puede alternar una vida de educación burguesa y reflejo de la injusticia de las clases sociales, de acción y reflexión política intensa con períodos largos de reclusión familiar y problemas mundanos. Cultivar un jardín y ser testigo de la explotación humana y la malformación manipuladora de la palabra corresponden a la misma persona. La rosa simboliza lo mejor de la naturaleza al tiempo que su manipulación refleja parte de lo peor del capitalismo. El ícono presente de la rosa en escudos, canciones o himnos, no refleja en realidad parte del colonialismo salvaje, explotación humana y esclavitud de personas y del mercado. Es un ensayo que da luz, aporta aire en un clima que en realidad agobia. Eso es la literatura, dejar puertas abiertas y que los lectores se animen a abrirlas, eso merece esta desordenada reseña que no es reseña. Es decir, una entrada orwelliana en el mal concepto...

 




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