jueves, 30 de noviembre de 2023

Ya no nos queda ni un segundo y no te has desvestido aún

Hice un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme Guerra y paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia”.

Woody Allen


El mundo que habitamos desestima cada vez más el espacio para la reflexión y la pausa. De la boca grande salen frases e idearios grandilocuentes que manifiestan la intención de proyectar a un largo plazo pero, confirmadísimo, somos apenas portadores de una visión a muy corto plazo. Se esperan soluciones rápidas, generalmente obtenidas por pulsiones o recursos ventajosos que no anticipan el problema a futuro. Vivimos entonces sometidos al paso del tiempo, no podemos controlarlo ni encontrar el término medio o el equilibrio. Para triunfar en un mundo veloz hay que saber disminuir la velocidad.


La cultura de la velocidad nos lleva a quemar etapas antes de tiempo. Creemos que el vértigo nos da experiencia, cuando en realidad, el vértigo distrae. Pasamos de una actividad a otra, como buscando más adrenalina que justifique que somos habitantes de una sociedad que privilegia la cantidad de experiencias por sobre su calidad. La velocidad de lectura también se ha convertido en un recurso precioso más que preciso. Absorber información con eficiencia aprovechando al máximo la capacidad de procesamiento parece olvidar una arista esencial, la comprensión. El “speed reading” es una técnica para leer más rápido de lo habitual, pero sin olvidar que se debe comprender el texto. El objetivo será que la persona aprenda más rápido, sean más productivos y de paso, gestionen eficientemente su tiempo. Se supone que si se reduce el tiempo de comprender el texto, se tendrá mas tiempo para otras actividades. La productividad es la capacidad humana mas requerida y provechosa.


No debemos olvidarnos que una lectura rápida requiere un máximo grado de comprensión en un menor tiempo posible. Sucede que en la definición, por leerla demasiado rápido, nos salteamos la palabra comprensión. En muchas ocasiones, se utilizaba esta lectura rápida luego de haber realizado una lectura exhaustiva, a manera de repasar conclusiones. Pero la velocidad bendita paso a descartar la exhaustividad considerando que con rapidez se puede hallar lo esencial en un texto. Esas técnicas se apoyaban en un conocimiento previo que permitía esa agilidad de lectura. El problema radica en que la velocidad adoptada descartó la esencia del conocimiento previo. Vivimos con pocos marcos de referencia por lo que las nuevas relaciones o conceptos no tienen punto de apoyo. Por eso no nos dimos cuenta que necesitamos y extrañamos un aprendizaje significativo.


La velocidad es un concepto que no determina eficiencia. La investigación requiere de lectura activa, conexiones con el conocimiento previo, enfoques diferentes y la adaptación a cada objetivo ante cada situación de lectura. No olvidar que la lectura es una forma de terapia que ralentiza a la vez que agiliza, fortaleciendo la concentración y la atención. La aceptación de técnicas como la de lectura rápida estará avalada en situaciones concretas: la necesidad de entender un texto de forma superficial o en la obligación de leer en menor tiempo ante una necesidad. No salteemos etapas, no sigamos alimentando el concepto que leer es detenerse, leer es esperanza y dicha palabra proviene del latín esperare, es decir que es una actividad de la que se espera. En el caso de la lectura, el speed reading, podcasts, aprender un idioma en forma acelerada, estudiar unidades y no libros, lectura en escaneo, en F, cursos para memorizar más rápido nos arrebatan el tiempo del disfrute y del esfuerzo. Nos olvidamos que se trata de una labor intelectual...

 





No hay comentarios:

Publicar un comentario