sábado, 11 de noviembre de 2023

Y dicen las hojas del libro que más leo yo

Nunca presté libros, porque nadie los devuelve jamás; los únicos libros que tengo en mi biblioteca son los que me han prestado otras personas”.

Anatole France -Premio Nobel de Literatura año 1921.


El territorio ficcional de cualquier época se convierte en un presente sólido. La literatura no tiene tiempo, es un eterno presente que se activa a través de la lectura y ocurre por encima de la existencia. Para los que somos apasionados lectores nos define como una forma de bibliografía clandestina, porque nuestros libros son parte de una memoria secreta, de un inconsciente que aloja pasiones entre lo mundano y lo sagrado. La transfiguración de las palabras que conservan un valor simbólico fuerte conforman el poder del lenguaje. Ese poder se almacena, se guarda en un sector del hogar y se lo define como biblioteca. Y si lo pensamos bien, la memoria es nuestra biblioteca mental, allí atesoramos recuerdos, máximas, enseñanzas, cometidos. Es parte de la misma esencia, solo que no todos deciden coleccionar sus libros.


Para Umberto Eco, una biblioteca personal debería almacenar la mayor cantidad posible de conocimientos que se desconozcan. Este tipo de definición se adaptaría al concepto de biblioteca pública, es difícil suponer que en “nuestros” anaqueles acumulemos mas libros no leídos que los repasados. La biblioteca personal suele ser un reflejo de lo que su propietario ha leído o querría leer. La valoración de una persona es elevada si sus libros han sido leídos aunque hayan voces que consideren que alimentar una biblioteca personal sea una vanidad, más si se acumularan textos aún no leídos. Existen innumerables vocablos referidos a la afición por coleccionar libros, siendo tal vez los más conocidos “abibliofobía” -el miedo irracional a estar sin libros-, “bibliopata” -enfermo por el libro- o “Tsondoku” -dejar un libro sin leer después de comprarlo-. La palabra “bibliófilo” encierra a todo aquel amante o aficionado a los libros, en cuyas páginas encuentra un medio esencial para comprender la vida.


En todo caso, una biblioteca se construye a lo largo de los años. Y un ítem a tener en cuenta es como distribuimos los libros. Se antoja necesario mantener un orden, una disciplina o forma de distribuir los libros en los distintos estantes. Opciones sobran, aunque siempre parece prioritaria la manera de separar los autores por orden alfabético. Algunos optarán por mantener aparte y diferenciados a los libros no leídos, otros utilizarán los colores tradicionales de las editoriales como separador, algunos le colocarán una pegatina de un color determinado en el lomo para diferenciar continente, estilo, país, grupos temáticos o el detalle que se le ocurra; estarán los que separe los ejemplares de acuerdo al momento de la vida que los fue adquiriendo o conociendo; algunos preferirán separar el contenido de acuerdo a las nacionalidades presentes en la escritura y muchos se dejarán llevar por el más absoluto caos que genere un orden. También estarán los que aprovechen los vericuetos de la biblioteca para ordenar de acuerdo al aprovechamiento del espacio. En todo caso, el instinto de su dueño generará el estilo de biblioteca que se desea tener.


Todos tenemos un libro de cabecera o un autor de referencia. Su ubicación en la biblioteca personal se antojará esencial, central como material de referencia aunque no se vuelva a utilizar. Según Roberto Calasso, las bibliotecas guardan un carácter evidente de “involuntaria confesión” donde el mapa mental de las pasiones y preferencias del dueño de los libros encuentre el método adecuado para lucir su colección literaria. Cada uno construirá su biblioteca en relación con si mismo, y en relación a como reconocemos y vivimos en el mundo. También, quizás sin darnos cuenta, en una necesidad que perdura en el tiempo, que es la de expresar sobre lo que hubiéramos querido vivir por sobre lo que estamos viviendo. Los libros nos definen, y la biblioteca -como las sociedades-, constituyen un tejido de relaciones. En la variedad de estilos e ideas se destaca la amplitud lectora.


Cada libro nos enriquece y enriquece la biblioteca. Podemos organizar y catalogar nuestro espacio personal -en mi caso toda lectura va acompañada con fichas del autor-, podemos utilizar los argumentos que mas nos compensen en ese momento -algunos suelen variar de sistema con el paso del tiempo- porque algunos consideramos a la biblioteca como algo cambiante por sobre lo estático. Podemos reutilizarla o simplemente abandonar los libros a su suerte, a que alguna persona cercana descubra un buen libro en un recorrido accidental por sus estantes. Una biblioteca suele despertar curiosidad o intriga. Como todo “lugar vivo” luchará por organizar el caos a través de una lectura del mundo. La manera que se escoja para ordenarla será novedosa pero secundaria. La vida que nos rodea es parte de nuestra lectura y el libro que necesitemos encontrar, aparecerá ante nuestra vista aún cuando tengamos la biblioteca más desordenada del planeta...

 




No hay comentarios:

Publicar un comentario