sábado, 4 de noviembre de 2023

Pero a la vez existe un transformador que se consume lo mejor que tenés

 “La carencia de un conocimiento cierto acerca de cuanto narra es uno de los errores más graves del artista, capaz de dar por tierra con él”.

Pio Baroja


Todos tenemos una voz literaria, el problema es determinar si resulta atractiva. Aceptarla para potenciarla parece ser la primera confidencia que no te develan en un taller literario. Todo ejercicio retórico estará sostenido por una voz, el secreto parece ser saberla utilizar. No escapa a las generales de la vida, debemos emplear un estilo para vivir, por ende, es un ejercicio similar para escribir. Lo esencial parece ser saber escribir correctamente, con el tiempo el fundamento se arropa en tener una historia y saber como contarla. La ensoñación que abriga la creación literaria necesitará una voz y un idioma que se adapten al exterior de un cuerpo y no que la voz sea parte interna de su figura.


Si respetamos las formas corremos el riesgo de sostener una uniformidad. Esto significa que lo que nos atrae de ciertos escritores es que rompen los moldes, que trasgreden formas, que generan un auto estilo. En un taller de iniciación se suele acallar la propia voz para adaptarse al canon del taller. Es una trampa acceder a las formas tradicionales literarias. Para poder aprender debemos renunciar a la propia singularidad. En el mejor de los casos, topamos con un verdadero maestro que nos pule las asperezas, modismos o excesos, respetando esa forma personal que llevamos y arrojamos sobre la mesa conjunta. Al avanzar en el taller, al compartir lo que un moderador quiere oír, estamos tergiversando nuestra idiosincrasia verbal. Lo mismo sucede con las redes sociales, debemos adaptarnos a lo funcional del sistema para sentirnos integrados, aceptados. Al abandonar nuestras incorrecciones o incoherencias, muchas veces estamos desdoblando nuestra personalidad, generando tal vez un trastorno literario. Esa bipolaridad que suena a un correctivo con grageas.


Predomina la obsesión de saber cuanto gusta esa voz. En mi interior agradecería formas más osadas, estilo muy propio de molde roto. Me gusta lo que escribo pero aspiro a escribir de otra forma. Tal vez esta voz externa sea muy parecida a la interna, tantas veces contenida o reprimida por el saber hacer y estar. Reniego de la falta de osadía aunque este estilo para muchos suene sincero, creíble y fiable. Pero en ese estilo me reconozco, y el escribir pasa ser una prolongación burocrática y aseptizada mía. Retornando a Pio Baroja, la lucha de un escritor pasa por forzar el idioma para expresarse a su manera. Mis gustos me obligan a escribir como escribo, mi falta de aceptación me conduce a la quimera de creer y exigir que puedo hacerlo de mejor forma, rompiendo esa monotonía universal de sentirnos parte de ceros bien a la izquierda.


La intuición puede ser el antídoto de la inseguridad de un escritor. Si la voz se sostiene en el tiempo con los matices de la evolución de un estilo, es de asumir que uno tiene la voz que tiene. Esa intuición se apoyará en la inspiración para seguir sacando voces escritas que no conformen porque el ser nuevo no aparezca -tal vez nunca lo haga- pero el gusto de la coherencia de estilos lleva a la inevitable y coherente decisión de saber que eres lo que escribes. Mi actitud analítica potencia esta escritura a la vez que presuntamente mate a la que quisiera que aflore. Pero fuera de una regularidad o estructura me debilito. Es un molde demasiado esmerilado que no se termina de romper; en contrario se sigue moldeando de acuerdo a esas normas. Es ese ir sobre seguro aunque no conforme.


Tal vez escribir sea uno de los actos mas presuntuosos. Aspiramos a ser vanguardia, a abrir brechas en formas de caminos. Cada párrafo debe lucir fulgente como antorcha que no desnude una belleza abaratada por el inconformismo. Si escribo así es porque es mi forma de seguir en la brecha, generando un autismo evidente que al no tener detractores sea yo mismo quien recurra a lo amorfo, disonante o rechazado de esa voz, estilo, intuición o inspiración. “Lo feo de hoy suele ser lo bello de mañana” afirmaba Adorno. Es mi voz una verdad dolorosa con traumas que me sostiene en esta línea de conducta y si es lo feo o incompleto de hoy, no es tan desfigurada o desgarrada como para aspirar a encontrar -por fin- un arte bello en un mañana...

 



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