domingo, 1 de octubre de 2023

Es difícil de creer, creo que nunca lo podré saber

Nos estamos ahogando en información, pero estamos hambrientos de conocimiento”.

John Naisbitt


Se les utiliza para tareas cada vez más relevantes, que a un tiempo pueden tanto facilitarnos la tarea como condicionar negativamente nuestro presente. Creen adivinar nuestros gustos e intereses y a la larga nos privan de una mirada más generosa ante la vida, no permitiendo ampliar nuestro espectro. Nos limitan como solían hacerlo los mayores, que hasta nos determinaban los gustos, preferencias, carreras a seguir y a aficiones a las que amar. La vida está dispuesta por varias aristas, una de ellas y muy importante -y tantas veces decisiva- y a veces se olvida, que es la del azar. Un algoritmo es una fórmula matemática que guiará a un sistema a procesar los datos que se tiene de nosotros. Pero como todo, estará condicionado por los sesgos y momentos sociales.


Los algoritmos llevan siglos con nosotros. Se trata de un procedimiento ordenado y estructurado de instrucciones que produce un resultado. Un ejemplo podría ser la sencilla receta de cocina, cuando comenzamos a cocinar por nuestra cuenta, podemos aferrarnos al recetario o a las fórmulas de nuestros padres. Otros improvisarán o se dejarán llevar por su propia creatividad. Pero el recetario siempre estará para recurrir a él. Ofrece una variable y una respuesta. También se puede graficar con nuestras rutinas esenciales, que siguen un patrón de conducta repetitivo, por ejemplo, nos despertamos, levantamos, higienizamos, desayunamos y salimos hacia nuestra actividad, mas o menos en ese orden. Nuestras decisiones de vida pueden seguir las señales “algorítmicas de razonamiento”. La misma palabra algoritmo también la podemos remontar a los estudios secundarios, cuando métodos matemáticos nos permitían resolver ecuaciones. Su verdadero potencial se determina con la llegada de las computadoras y demás dispositivos electrónicos. Se procesan sin denuedo gran cantidad de datos de manera eficaz.


Ningún patrón de conducta es infalible y las máquinas también cometen errores. Algunas veces los datos que se poseen son correctos pero la interpretación puede ser errónea. Es ahí donde se mencionan los sesgos, como peso desproporcionado a favor o en contra que pueden ser de interpretación o utilización injusta. La tendencia de cuantificar todo tampoco ayuda, reducir a la gente a números o estadísticas es un error. Los datos con los que se trabajan son facilitados por personas, dependen del sistema informático que los procesa y la interacción que utilizará la entidad que utilice esos datos. Un ejemplo de sesgo frecuente será la discriminación o las diversas formas de pensar. No todo es categorizable. El mal no está dentro del algoritmo, sino la persona que esté detrás.


Por eso hemos pasado de la confianza absoluta a ceder nuestros datos personales a la desconfianza y necesidad de protegernos. El tiempo de uso de las pantallas determinará una cantidad de datos precisos sobre a qué aplicaciones dedicamos mas tiempo o hábitos como el momento del día donde se utilicen con mayor frecuencia. Esas informaciones se convierten en banco de datos y las empresas la utilizarán para afinar la comercialización de sus productos. Operaciones de servicios, marketing, ventas y atención al cliente son los claros exponentes del uso de nuestros antecedentes. Y esto aumenta exponencialmente año a año. De la idea de utilizar esa información para gestionar los recursos pasamos a estar convencidos que se usan para utilizar a las personas -capitalismo de vigilancia-. Además nos hace estar atento todo el día a nuestros dispositivos y sus actualizaciones o novedades.


Hay una idea que ya no funciona, que es concebir una tecnología pasiva sometida a nuestro control. Al no supeditar este concepto a una verdadera reflexión, razonamiento o discusión habla en parte de un profundo desconocimiento sobre el alcance de los algoritmos. No poder someter esta tecnología a revisión ya que la mayoría carecemos de conocimientos para comprender los alcances de la tecnología utilizada a diario. No determinar si queremos aquello donde hemos posado nuestra atención en una aplicación o si respondemos ante un ataque continuo y milimetrito asedio tecnológico. Tantas recomendaciones que no hemos pedido y que no nos interesaban, ahora se convierte en un asedio y preocupación constante. La falta de conocimientos necesarios para entender la tecnología que pueda anticipar de verdad el futuro con los temas candentes -crisis climática, igualdad, manipulación genética- se suma a un triste uso de una masividad que consiste en consultas idiotas, de uso frívolo o superfluo de algo que irónicamente denominamos “inteligencia artificial”...

 




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