martes, 10 de octubre de 2023

Ah, tomate el tiempo en desmenuzarme

Las personas están hechas de tal modo que quienes oprimen no sienten nada; es la persona oprimida la que siente lo que está ocurriendo”.

Simone Weil.


Para muchos, el advenimiento de la sociedad digital actuaría como fuerza revitalizadora para un renacimiento de la democracia, libertad, igualdad y búsqueda de paz. La pasión por el conocimiento y la consolidación de una política ciudadana de libre compartir era una carta de esperanzas mas que de certezas. Finalmente, un cuarto de siglo después, a internet también ha llegado para hace tiempo quedarse, lo peor y más oscuro del ser humano. Y a pesar de la abundancia de información, prestamos enorme atención a relativamente pocos. Nos identificamos con el error, con la fake news de turno. Somos amantes de la atención breve y de la discusión larga -con su navegación-. Somos la sociedad de la abstracción y distracción.


Simone Weil (1909-1943) sostuvo, con preocupación, que el hecho de tomar posición a favor o en contra había sustituido a la obligación de pensar. Sus dudas alcanzaban a los partidos políticos, a los que consideraba que se debieran suprimir porque sus seguidores no podrían remediar la carencia de pensamiento cívico y objetivo. La preocupación data de escritos realizados durante la Segunda Guerra Mundial, denominándolos “Notas sobre la supresión general de los partidos políticos”. El partidismo lleva a la falta de verdad, a la mentira. El partidismo obliga a una imposición, a contradecir los valores que dice pregonar. La verdad que es una necesidad humana se acomoda a otra necesidad, la de repensar como vivimos y se hace mas frecuente la mentira, la furia ideológica o desconexión social.


Poner en duda nuestro propio saber y abrirnos a contemplar otras ideas nos podría ayudar a encajar otra perspectiva de la realidad o al menos, entender la realidad de los otros. En lugar de meditar cada cuestión, la ideología nos ofrece un pack de información con una posición definida para todos los ordenes de la vida. Nos inculcan tomar posición en vez de razonar los pro y contras de las decisiones ideológicas. Estás conmigo o contra mí, los partidos tienen un componente totalitario. La inteligencia subjetiva nos obliga a reconocer la imposibilidad de vivir entre la igualdad de las inteligencias. La opinión ha sustituido al pensamiento. No es inteligente no dudar ni permitir escuchar atentamente al otro. Porque el dudar se considera debilidad, por eso nadie recula cuando se equivoca o cuando ve la equivocación -e inmoralidad- en su parroquia y avala con silencio cómplice o lo que es peor, con encendido énfasis.


El setenta por ciento de nuestro tiempo lo vivimos entre conjeturas y ensoñaciones” subrayaba Weil, quien rechazaba un “sistema” filosófico ya que el misterio de la vida no podía ser reducido a un esquema. Le molestaba el engaño, comprendía un error. El pensamiento debía ser un trabajo permanente a través del cual la persona se puede enfrentar a la realidad. “Vivimos en un mundo que es un duplicado del mundo real”, lo que viene a reflejar que vivimos envueltos en nuestra propia ficción. A eso le atribuyó características de sociedad paralizada. Se vive engañado por la publicidad, por la religión, por los medios, por la ideología y por la ilusión. Se debe dejar de lado los prejuicios y “escuchar” para poner en un paréntesis nuestro propio conocimiento. De lograrlo, podremos aparcar nuestros automatismos y acceder a una nueva información y su interpretación.


Desde que Simone Weil pronunciara su pensamiento filosófico cercano a los años cuarenta del pasado siglo, no hemos podido dejar de ser sectarios en nuestras formas. Pensar es ir mas allá de lo que sabemos pero en esta sociedad de información permanente y automática creemos que pensar es aferrarnos a los estereotipos que nos atan. Es que nuestro pensamiento ha dejado de ser propio, es una repetición de clichés pensados por otros. Para Simone, un partido político es una maquina de fabricar pasiones colectivas, todos iguales alineados para estar alienados. El partido “exige” homogeneidad, lo hace a través de la presión, por eso cuando vemos a alguien que quiere cambiar desde adentro la política termina destruido y apartado. Los partidos no están interesados en el bien común, solo promueven su concepto de bien, el crecimiento de poder y su función propagandística. Estas características no son exclusivas de los partidos políticos, somos nosotros los que necesitamos permanentemente el posicionarnos a favor o en contra de las cosas.


Si queremos dejar de vivir en la mentira, será indispensable que alguien comience por no decirlas. ¿Cómo se da ese primer paso? ¿Puede una sola persona cambiar la opinión generalizada sobre la que se basa la dinámica humana de las sociedades? La influencia social se basa en la interacción con otros individuos para incidir en las posturas, creencias, decisiones y valores. Para ello es necesario pensar, reflexionar, generar una línea propia de pensamiento, abrir la mente, ser generoso con el alimento de nuestras pasiones. Las redes sociales, bases de la aceptación y aprobación como influencia social parecen repetir los viejos patrones, aquellos que visionó Simone Weil y advirtió como “espejismos” a esa desconexión social que en estos tiempos es aún mas ausente y desprovisto de futuro. Los tiempos de crisis siempre son necesarios para replanteo y este es un tiempo de crisis mundial, de letargo social, de ensimismamiento. La atención es un acto de entrega en desuso, es la forma más pura de generosidad. En esta sociedad de poca lectura, poco pensamiento o razonamiento y demasiada distracción y muchos eslóganes o postureo, ya no somos generosos ni con nosotros mismos...

 



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