domingo, 20 de agosto de 2023

Quiero sangrar gota a gota el veneno de su amor

 “Que hermosos pensamientos y horas alegres os acompañen”.

Frase de la obra “El Mercader de Venecia”, de William Shakespeare usada como conjuro por los que mencionaban la palabra Macbeth.


La dimensión filosófica de la tragedia en la literatura puede tener buena base con algunos personajes trágicos de la obra shakespeariana. En varias de sus trabajos, sus figuras son devoradas por los celos, amor o dudas y el conflicto está dentro de lo protagonistas, interviniendo sus fantasmas decisivamente en el relato. Así ocurre en Hamlet y Macbeth, por ejemplo, perpetuándose como arquetipos. Todos estos sentimientos y sensaciones no fueron descubiertos por el Bardo, han estado presente desde los comienzos del mundo. Según William Shakespeare, las personas se implican en la historia de tres maneras: unos la crean como víctimas, otros suponen que la crean, pero también son víctimas, y por último hay algunos que no la crean, pero igualmente son sus víctimas. Los primeros son los Reyes, los segundos los confidentes de los Reyes y ejecutores de sus órdenes y los terceros, los simples ciudadanos de sus reinos. En ese juego de poderes es donde juegan las revoluciones.


Macbeth refleja esa pulsión por llegar al poder por cualquier precio. Manipulados por el sentimiento de ambición y esa necesidad de alcanzar esa filosofía de vida errada y motivada por el ansía de torcer el destino disfrazado de libre albedrío. Hay fuerzas mágicas en sus piezas teatrales -brujas o espectros, presencias habituales- que inciden en la templanza personal de no perder el control de sí mismo. El sentido de la culpa de los protagonistas -Macbeth, Lady Macbeth y las brujas- contribuyen a la tragedia dejando mas interrogantes que certezas sobre la fuerza que ejerce el mal y su transgresión sobre las leyes morales y divinas. Las viejas “verdades” medievales no terminan de desaparecer aunque surja el ser humano moderno. Entre dos opuestos no se puede producir la síntesis. Ese juego de emociones nos podría ayudar a hacer paralelismos con los tiempos que corren, pero esta vez recurrí a Macbeth por otro asunto: la obra escocesa está rodeada de supersticiones y creencias que se han convertido en rito.


Si de pulsión se tratara, las malas lenguas se empecinan aún hoy en día en que entonar el nombre de la obra, traerá mala suerte. El mundo del teatro tiene bastantes cábalas o supersticiones que sostener en el tiempo. Una de ellas es denominar a Macbeth como la “obra escocesa”, “la obra del bardo” o “MacBee”y a sus protagonistas como señor y señora M, evitando así el mal fario de llamarlas por su nombre y que desencadene una serie de desgracias o maldiciones. Como los olvidos son tan frecuentes, también se inventan los antídotos teatrales en el mundo anglosajón como el de recitar versos de “El Mercader de Venecia” otra obra de William Shakespeare, pero a la que se asocia con la buena suerte para contrarrestar los alcances de posibles acontecimientos negativos. La compañía teatral inglesa Royal Shakespeare Company dispone un conjuro por si algún desprevenido se atreve a pronunciar la palabra prohibida: “Salga del teatro, de tres vueltas, escupa, maldiga y entonces llame a la puerta del teatro para que le permitan entrar de nuevo”. Hay tantas teorías que asocian a Macbeth con la mala suerte que se desconoce el momento donde se origina el mito. Para algunos se trataba de los efectos de los conjuros y brujerías presentes en la obra. Otros lo atribuyen al desagrado surgido por los antiguos espíritus teatrales que se sintieron desplazados ante la popularidad de Macbeth. Los espectros se relacionan con los héroes produciendo un efecto variable en cada uno.


Desde que fue representada por vez primera en 1606, cada interpretación teatral de la obra se vio envuelta en supuestos malos entendidos desgraciados o percances. Sin entrar a mencionar los cotilleos que hicieron in crescendo al mito, le atribuyen parte de la culpa a William Shakespeare al afirmar que se inspiró en encuentros de la vida real basados en brujerías y ocultismo y esto generaba resquemor en el público, amen de disfrutar la calidad de la obra. La influencia de la Iglesia -voraz institución siempre presente para generar temor y actuar con cobardía- tenía enorme ascendencia sobre la mayoría del pueblo inculto. Con cuatro siglos de vigencia, la obra siempre cuenta con las mismas anécdotas para reafirmar su condición paranormal y desgraciada en maldiciones.


El terror de Macbeth nos llega, en realidad, a través de sus monólogos y ante la crueldad de Lady Macbeth en sus invocaciones al infierno. La belleza de la palabra se complementa con un estudio psíquico de cada personaje, donde William Shakespeare anida en la cabeza de cada personaje desarrollando a la perfección los miedos, ansías y deseos de la mente humana a través de sus premoniciones, pesadilla y oraciones. Macbeth transmite la sensación de que cualquiera puede cometer un crimen y que el deseo te empuje a cometerlo. A partir del hecho consumado, nunca habrá paz. La vigencia de estas sensaciones encontradas está manifiesta en estos días, en la lucha despiadada de la oscuridad del poder, las guerras fratricidas, asesinatos sin sentido pero movidos por interés. En síntesis, la pasión incontrolable de seres atormentados, envueltos en superstición y superchería y perfectamente manejados desde la psicología humana, trascendieron a aquellos momentos del Renacimiento para no tener época. Para los que afirman que William Shakespeare inventó el mundo, la frase parece mas real al sentarse a ver hoy día un telediario...

 



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