sábado, 5 de agosto de 2023

Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada

 Junto con los libros debería venderse el tiempo suficiente para leerlos”.

Arthur Schopenhauer.


En estos tiempos de prisas y estrés, de mensajería instantánea, pensamientos cortos y superficiales, redes sociales y conexión cinco g clave en ciudades inteligentes, la falta de tiempo libre parece ser la excusa más remanida para no leer libros. El tiempo se encuentra, más cuando se practica una pasión. Ante la permanente superposición de actividades pasivas, leer es activa porque obliga a la concentración, estimula la imaginación y permite la abstracción. Un gran lector, además de vocabulario puede aspirar a una mejor salud mental. Leer no garantiza entender mejor la realidad pero si es posible cuestionarla. Con apenas una hora y media al día -repartidas en diferentes momentos- una persona sería capaz de leer entre setenta y ciento veinte páginas, tal su ritmo de lectura. En mi caso particular, los tiempos libres me permiten leer tres novelas a la semana.


Trato de que no sea una carrera ni utilizo aplicaciones o herramientas que me indiquen cuanto tardaré en determinada lectura. Me marco metas para leer, dependiendo de la lista de libros que actualice y pida en la biblioteca pública. Dependiendo del momento del año cuidaré el detalle de leer novelas que no superen las trescientas páginas. Si una imagen vale mas que mil palabras -viejo adagio que atribuye más objetividad a una imagen-, una buena historia requiere de una lectura pausada para ser sentida. De acuerdo a las estadísticas que fluyen en cada país sobre la capacidad lectora, se que estoy por sobre la media. En general, rondo más de cien lecturas al año. La capacidad lectora me permite encontrar tiempo libre en cada desplazamiento en medio público o durante cualquier trámite que necesite de espera. De esa manera me aplico a distribuir mis lecturas en el día y pedir promedio esos tres libros a la semana.


De vez en cuando me tocan esos libros que superan largamente las quinientas páginas. Es el caso del libro que acabo de terminar y que me dejó un signo de satisfacción en mi rostro. “La fábrica de canallas” de Chris Kraus confirmó las buenas sensaciones al leer previamente críticas y reportajes al autor. Lo que más sorprende de la novela es el sentido del humor que refleja para narrar hechos abominables del nazismo. Para el autor, la dualidad humor y nazismo se puede aplicar porque “con humor no deja de hacer insoportable la temática de la historia”. A pesar de la intención de Kraus, ha sido víctima de críticas en Alemania por su estilo narrativo, pero no deja de ser un hallazgo literario las novecientas treinta y tres páginas de historia, que si un lector acude al libro sin una síntesis previa, desconocerá que se trata del horror del escritor al descubrir que su adorable abuelo, Otto Kraus, -y personaje central de la novela- fue un oficial de las SS que participó directamente en masacres a judíos durante la Segunda Guerra Mundial.


Para muchos críticos, la novela guarda cierta relación con otras notables, tales “Las benévolas” de Jonathan Littell o “El tiro de gracia” de Marguerite Yourcenar. El tema clave de “La fábrica de canallas” es la moral, donde la amoralidad del personaje central -Koja Solm o Heinrich Dürer o Jeremías Himmrelreich, de acuerdo a los momentos de la historia y sus enredos-, con el toque de humor de Krauss no lo redime del mal pero nos acerca a su condición humana. El personaje de Koja trata de representar la personalidad de los agentes y espías que si bien tienen el mal dentro, gozan de la ambigüedad del interés sentimental presente en todos los seres humanos. Eso no le impide moverse como pez en el agua en el universo de mentira, falsedad y traición que rige los destinos del planeta. Esa ambigüedad tal vez sea el elemento más perturbador en la idea de la novela.


La novela se lee con rapidez, retomando el tema del hábito lector. No encontrarán en esta entrada una síntesis mas descriptiva sobre el argumento de la novela porque considero que este blog no trata sobre resúmenes literarios sino como referencias a descubrir personalmente. El hábito se alimenta de la curiosidad y es bueno acceder a una lectura con poca información de otros, ya que el placer debería ser meramente personal. Leer es como una cata, se trata de una búsqueda personal y permanente hasta encontrar el libro del que de algún modo, no te desprenderás. Los super lectores son buscadores de hallazgos, en un año de búsqueda de títulos es esencial el encontrar al menos un par de ellos que dejen huella. Y Kraus en este mes de agosto ha dejado su marca en mi capacidad lectora.


Chris Krauss narra de forma inverosímil una trama atrapante de principio a fin. Su prosa de calidad incluye vaivenes o vínculos que ni los horrores de una guerra -y su fase posterior, que puede ser tan o mas cruel- deje de conceder momentos de simpatía hacia su personaje principal, donde quede reflejado el amor, el miedo, el valor, la cobardía o los requiebros morales para sobrevivir o sobrellevar la vida. Nos conquista y nos repele, todo al mismo tiempo, casi sin saltos de adaptación lectora. Durante la lectura uno pasará de la risa a la emoción dura que pueda deparar en angustia. Esa connivencia de sensaciones marida con el contubernio entre gobernantes de las diversas naciones participantes en la trama y los gobernante de la RFA y los criminales de guerra que una derrota no hace desaparecer de la estructura de las naciones.


Aquellos profesionales de “la paz” sostienen tantas veces la perversión donde funcionarios, políticos o magistrados continúan beneficiándose de su papel en la lucha contra las injusticias. Es como una naturaleza tóxica que se disfraza en el ser humano y eso sucedió en la “industria del holocausto” donde hasta los canallas parecen abrazarse a supuestas buenas causas. El arte literario nos permite unificar conceptos como moral, formas y fondos como una misma causa. Entre los mundos viejos y los nuevos, los monstruos tienen que seguir viviendo. Aquellos monstruos familiares que atormentaron a Chris Krauss tras su descubrimiento, pusieron en vilo el dilema moral del escritor, quien prefirió enfrentarse a la verdad y no acudir a la excusa de rigor -siempre presente en toda aberración- de que los nazis llegaron de la luna u otro planeta y no habitaban entre las personas normales de aquella Alemania castigada por las consecuencias de la Gran Guerra.


La herencia familiar y su posterior denuncia, no es un hecho frecuente. Tampoco parece frecuente destinar tiempo libre para encarar la lectura de una obra literaria. Por eso he mezclado temáticas diversas que tal vez enlacen en una cruda sensación de sentimientos, donde el amor y desamor confundan nuestros deseos, ideologías o hábitos. “No es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que justifican al fin”, la frase de Albert Camus sirva para sostener esta entrada, para buscar tiempo libre -o libre de excusas los que usan ese tiempo para redes sociales- para leer, los que aman la literatura, los que disfrutan o sufren con una buena lectura -como esta de Chris Kraus- que nos permita entender que tanto en las historias como en nuestra vida pueden existir verdades con mentiras y hasta crueldades y venganzas. La supervivencia se debe asumir sin remedio, aún en el auto engaño...

 



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