miércoles, 26 de julio de 2023

Que te metes Don Quijote pa’ flipar con los molinos

Con El Quijote comenzó el verdadero realismo mágico (episodio de la cueva de Montesinos). Ese relato es una especie de sueño medieval que utiliza el mismo procedimiento de El Aleph, de Borges. Habla de alguien que cae en un lugar oscuro y empieza a ver pasar el mundo, como un desfile de la historia del universo”.

Jorge Edwards – escritor chileno.


Cervantes mezcló en su obra trascendente la literatura vieja con la moderna y sobre una ficción bien focalizada en España la convirtió en universal para todos los corazones humanos. “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” es el momento del cambio que representa la verdad propia de una obra literaria: la conciencia de la ficción “real” no perjudica la ilusión de lo existente y le permite soñar al lector con esa objetividad cotidiana que desprende la novela moderna. El Quijote se compone de trescientas ochenta y un mil, ciento cuatro palabras, de las cuales veintidós mil novecientos treinta y nueve son diferentes entre sí. En la actualidad, un ciudadano medio apenas utiliza cinco mil palabras, reduciendo su vocabulario, empobreciendo su pensamiento y limitando su intelecto. Y parte de esas palabras que figuran en la novela no se utilizan ya en España pero sí se conservan vigentes en varios países de América.


La novela se publicó en el año 1605, llegando en ese mismo año a Perú y México, instalándose con fuerza en Latinoamérica. Los rasgos de la personalidad del Hidalgo Don Quijote se ha asociado a lo largo del tiempo a personajes históricos latinoamericanos -fundamentalmente al mito del revolucionario- y a su vez, a parte importante de la idiosincrasia de un continente donde las promesas y las ilusiones son mas trascendentes que los hechos. Al ser todos tan “cervantinos”, vivimos encasillados en un permanente estado de proyecto, planeando cosas que no se han de cumplir en nuestra incoherencia sustancial. Al igual que la novela de Cervantes, nacimos en un continente donde la frontera entre la realidad y la fantasía, lo verdadero y la mentira, la razón o irreflexión reflejan difusas fronteras. Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano -tal vez el mas cervantino de las letras de América- definió que el instrumental narrativo del Quijote comulga a la perfección con la naturaleza del continente: “dualidad de la verdad, ilusión de las apariencias y el elogio de la locura”.


La presencia de El Quijote en el continente americano pertenece al patrimonio cultural y simbólico desde los orígenes mismos de las sociedades hispanoamericanas, incluido en la conversión de mitos e inspiración en las gestas independentistas. El mundo soñado por El Quijote, a criterio de Mario Vargas Llosa “no consiste en re actualizar el pasado sino en algo mucho mas ambicioso: realizar el mito, transformar la ficción en historia viva”. La historia del sueño eterno aúna al continente con el soñador Cervantes, el soñado Hidalgo, quien a su vez sueña con El Quijote, quien sueña con Dulcinea, reflejando una cadena de soñadores y soñados, como oposición a esos dos mundos: el irreal de los libros y el mundo cotidiano.


El personaje de Cervantes se caracteriza por responder las ansías de los necesitados, su porte no responde a un paladín victorioso por lo que se nos hace próximo. No nos decepciona porque sabemos que no puede ganar pero nos predispone a luchar, a creer en los caballeros errantes, en el amor, en lo romántico, en la reflexión, ironía, candor, la disponibilidad y a la búsqueda de justicia ante las indignidades; las sucesivas derrotas simbolizaron una hermandad cultural mucho mas sólida suscitada a una ternura conquistada a palos que se edificó en un hombre que ha sido ambicioso en lo soñador e inmune a la impotencia ante las sombras del mundo y la incapacidad para aceptar una vida no marcado por lo excepcional.


El Quijote fue la piedra fundacional para la literatura del realismo mágico y la libertad del lenguaje. Su huella está en escritores como Rubén Darío, Ricardo Palma, Alejo Carpentier, Elena Garro, Clarice Lispector, Jorge Luis Borges, Augusto Roa Bastos, Juan Carlos Onetti, Fernando del Paso, Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez. Lo que unió a los escritores del boom latinoamericano con Cervantes fue la necesidad de generar un cambio de discurso que admita la duda a una forma agotada de novela literaria. “La Mancha, en verdad, adquirió todo su sentido en las Américas”, expresó Carlos Fuentes, definiendo que los autores latinoamericanos eran los “manchados”, quienes tomaron los rasgos característicos presentes en la obra del Quijote. Lo paradójico fue que el continente literario que generó Cervantes se fundó en España pero donde mejor ha arraigado es en América, conservando hasta los últimos veinte años del siglo pasado, gran parte de su vigencia.


Cervantes fue un personaje raro en España, para algunos una vida de un perdedor o fracasado que no llegó a comprender el alcance de su invención, el enorme poder de representar la realidad, registrando la amargura humana, la tristeza ante las desilusiones y la falsa trascendencia que se alcanza a través de la parodia y una imperiosa necesidad de proyectar esperanza en el futuro. El idealismo intenta reivindicar las razones de los débiles, tanto en la capacidad de riesgo como en la locura ciega de lanzarse a aventuras que quieran cambiar el mundo -o estrellarse contra molinos- sin aceptar las realidades prácticas de la vida. En definitiva, el sueño del continente americano es esencialmente quijotesco...

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario