viernes, 21 de julio de 2023

Mientes y ni te hace falta hablar

 “El hombre se ha engañado a sí mismo y a los otros. Ha mentido por placer, por el placer de ejercer la sorprendente facultad de decir lo que no es y crear, gracias a sus palabras, un mundo del que es su único responsable y autor”.

Alexander Koyré, filósofo.


La ficción presenta un atributo esencial que es el de recrear la realidad problematizando todo lo sucedido en un ámbito que excede la reflexión. Toda narración se tienta por especular sobre contingencias que podrían haber sucedido si los sucesos relatados se hubieran desarrollado con una lógica alterna. De hecho, como género literario es utilizado cuando en un momento puntual de un hecho histórico, la trama se desvía hacia la especulación de haber sucedido de forma diferente a como ocurrió en la realidad. El género se denominó “ucronía” y su campo de acción superó lo literario, casi todos los relatos niegan autoridad a la razón y a los hechos, transformando en forma mentirosa lo sucedido. Se ha puesto de moda construir a cada momento, relatos falsos.


Es que los seres humanos somos maestros de la fabulación. A veces juega la subjetivación del relatante que cuenta los hechos como cree que los vivió, vio o le contaron. Otros hablan de historias o mundos inventados o alternativos, donde reflejan o distorsionan los objetos y sucesos acontecidos. Todos necesitamos de nuestra impronta para jerarquizar un suceso conocido. Una historia conocida tendrá subtramas personales o narraciones alternativas con respecto a lo sucedido. De ahí que la mejor definición propuesta por el diccionario de la RAE para ucronía parezca ser “reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuesto acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder”. El problema excede lo literario, invadidos de fake news, vemos que lo ucrónico se ha convertido en fuente esencial del discurso o entramado político.


Utopía” de Tomás Moro, “La República” de Platón, “La ciudad del sol” de Tomás Campanella, “El jardín de los senderos que se bifurcan” de Jorge Luis Borges, “La trama celeste” de Adolfo Bioy Casares, “En el día de hoy” de Jesús Torbado y tantos más, refieren a relatos ucrónicos en una amplia gama para el género de la ucronía. El instante histórico donde la realidad se bifurca para imaginar una realidad paralela también tiene su definición y es la de “punto o giro Jonbar” y a partir de ese giro, comienza a desarrollarse un pensamiento contra fáctico, imaginando sucesos alternativos contrarios a los hechos ocurridos. Esta contingencia condicional se proponía sobre un desenvolvimiento razonable. El giro manipulador de estos tiempos contradice la ética literaria. El punto Jonbar casi no existe, la trama se manipula desde un mismo comienzo y los hechos que nunca sucedieron se dan por buenos cuando solo se trata de una mentira.


El punto de divergencia que genera la ucronía puede darse por causas naturales pero también se suelen aprovechar explicaciones para-científicas o sobrenaturales del punto de divergencia -giro Jonbar- que se asemejan a un experimento mental liderado por la frase “¿Qué hubiera pasado si…?” que planteará la divergencia en la historia acontecida. Ucronía es el resultado de la unión de dos palabras: utopía -un lugar inexistente- y cronos -tiempo-. El término lo acuñó en una nota periodística en 1857 el filósofo y escritor francés Charles Bernard Renouvier, y lo utilizó en 1876 para titular su libro “Ucronía, la utopía de la historia”, un apunte histórico apócrifo sobre el desarrollo de la civilización europea abriendo a partir de entonces una extrapolación optimista del futuro a través de la creación de novelas. El principio creativo del género estaba claro: la búsqueda de mundos posibles.


La ficción tiene una capacidad humana altamente productiva en la construcción y organización del mundo social. Vivimos una oleada de política ficción bajo la especie no autorizada de la ucronía. Se rentabiliza la llamada posverdad, la mentira no tiene consecuencias, en realidad nunca pasa nada con esos relatos ucrónicos. La mentira habita entre nosotros y no genera un precio por mentir. La política es casi un uso permanente de este recurso, no hace falta el desmentido, siempre tiene más fuerza el relato de la mentira que su desmentida. “En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario” dijo George Orwell; estamos ante un momento donde la mentira no se limita al futuro, se reconstruye descaradamente el pasado y en el presente mismo, aunque estos momentos temporales sean comprobables con los datos que nadie quiere objetivar. La mentira tiene mejor recorrido que la verdad. Da todo igual.


¿Qué hubiera pasado si…?” ha sido vilmente reemplazado por “Sí, eso hemos hecho” en la situación inmediata gestando la ucronía como un género político más que literario. Se deforma la realidad para adaptarla a dogmas previos, equivocados y perversos. La vida, como la ficción, se nutren de una categoría tan flexible como la de lo posible, alternando el límite entre deseable y lo existente, entre lo irreal y lo fáctico. Al moverse entre los continentes del equívoco, desacierto y mala praxis, desbordando tantas veces y emergiendo en forma de mentira o falsedad. La vida por ende, puede ser ficción, utopía, distopía y ucronía, alternando todas esas “realidades” un tanto borrosas. Contar historias tiene la insinuación implícita de traficar con mentiras.


El ansiado bien común pasa a ser el bien personal, el desánimo se considera nueva fuerza, la soberbia se refiere como nuevo conocimiento y la historia no es necesaria, se reinventa permanentemente de acuerdo a los intereses del momento. Las palabras pasan a no ser nada o peor, la palabra se considera un hecho, casi todos los relatos, arengas o discursos se basan en hechos posibles que en realidad no han sucedido nunca. “El poder no es un medio sino un fin en sí mismo”, la frase de George Orwell en “1984” nos permite reconocer que la distopía se asemeja más a la ucronía en el entramado político actual. Fabricando hechos que se han desarrollado de manera distinta a lo sucedido en la realidad nos reafirma que la condición humana cada vez se engaña mas a sí mismo y a los otros. Los logros y avances registrados a lo largo del tiempo nos han desbordado, debemos recurrir a la ficción en la empresa de contar la verdad para hacer de la vida un lugar donde se esté a la altura, aunque no sea real...

 



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