viernes, 2 de junio de 2023

Pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar

 “Tal vez la felicidad es esta: no sentir que deberías estar en otro lado, hacer otra cosa, ser alguien mas”.

Isaac Asimov


Una cantidad de palabras semanales surgen de variadas lecturas e ideas. A la hora de acometer balance no se puede justificar si las palabras -o pensamientos- utilizados tienen la capacidad certera de conformar una buena historia y que sean términos correctos y claros que perduren primero en un folio y luego en una nube de datos que, vaya a saber, será material de investigación de sociedades mas avanzadas en el futuro o sutil o descarada indiferencia. Se escribe, los hay quienes no razonan un guion pero escriben bordando y también escriben los que piensan cada paso, como si estuvieran obligados a la permanente corrección para comunicar. Se escribe, primero se busca el motivo, luego se piensa, finalmente se da un cierre a la idea y lo más fácil es encapsularlo y etiquetarlo en un blog. Hasta ahí el llamado proceso creativo, sobrevolar libros, periódicos o revistas en busca de un tema, de una palabra, idea, concepto, causa, un suspiro, brisa o vendaval. La escritura viene después y como dijo Isaac Asimov, “Escribir, para mí, es simplemente pensar a través de mis dedos”.


Quinientos cuarenta y tres entradas después, intentando pescar temática que me motive, me doy cuenta que este 2 de junio se cumplen diez años de iniciado el blog. Deltreceenadelante ya me había sugerido que esos diez años estaban prontos. Pero la sorpresa de la primera entrada haya sido en junio del 2013, me encontró hoy sin temática y lo que es peor, sin un clima personal que pueda homenajear como festivo. Tampoco se trata de preparar una entrada luctuosa pero afronto la efemérides desde otro prisma, la primera frase que me sobreviene para este recordatorio es “¿de dónde proviene el material para tantas entradas?”. La respuesta es tajante y absurda: el material es mío pero copiado o seguido a referentes. Sin idea a quien se copia porque lo que se lee si queda en el consciente o inconsciente pasa a ser de uno. Solo es cuestión de macerarlo y saber pronunciarlo, pero con propio razonamiento o impronta.


Existe una línea directa con la historia que solo se traza al momento de escribirla, me he encontrado con temáticas reiteradas en el tiempo que no repiten el mismo punto de vista. La primera vez lo cuestioné, al razonarlo comprendí que lo que uno defiende en un momento de inspiración, enojo o pasión no significa que deba sostener en el tiempo. Todo evoluciona, en mi caso el subconsciente. Cuando uno está atrapado en una rigidez o estructura parece que no es positivo el cambio de opinión. La vida a través de un blog me ha permitido, cada tanto, darme cuenta que se puede variar y seguir siendo uno mismo. O un copista sin pruritos que intenta preservar la impronta de la imagen que sobreviene y su vuelco fiel al diseñar un adecuado rastro con la palabra. El deseo de escribir sostuvo perduró en el tiempo, mi textura cromática alcanzada desde un ángulo visual intentó resaltar la cuestión lúdica del proyecto y luego, el apaciguamiento del deseo narcisista de encumbrar el ego.


En estos años me he preocupado por saber si mi escritura crecía. El autor de una saga literaria puede comprobar si su personaje evoluciona en el tiempo. El control se puede hacer absoluto -si es que existe lo absoluto- porque un personaje no suele ir a la deriva en el tiempo sino que mantienen una línea directa con la historia en cualquier dirección. Pero cuando uno escribe sobre lo que entiende que es la vida -o su vida-, lo que queda por observar es hacia donde van sus líneas. La navegación por ese panel es intuitiva por más que se lean y relean los viejos archivos. Son las terceras personas las que pueden orientarte sobre tus cambios o anquilosamiento. A veces una modificación de un estado anímico no se manifiesta obvio hasta después de un tiempo. En mi camino como bloguero -o bitacorero-, comencé como un radical desafiante de las convenciones, mis primeras ciento cincuenta entradas cabían “apenas” en seis folios, lo que contravenía la indicación de la propia web de que el contenido debía ser breve y en atractivas anotaciones -los llamados post-. Con el paso de los años -y a veces con la falta de tiempo-aprendí o resigné a cerrar mi contenido en tres carillas. Y últimamente hasta me conformo con dos largos folios de este Word o de LibreOffice -para no pagar cánones-. Es difícil enfrentar la tendencia, he evitado la brevedad y no ceder a la avaricia léxica que nos alienta. Si lo que quise fue imponer mi propio vanguardismo o surrealismo con las nuevas tecnologías, no lo conseguí. Por otro lado, estoy conforme con el experimento. Me he sentido escritor utilizando los recursos a mano para confrontar la vida.


Los anónimos pueden tener voz -tal vez no logren interactuar- y dar, al mismo tiempo, un toque personal. En un futuro se nos llamará de otra forma, solo los blogueros masivos escapan al puro ámbito privado. Quinientas cuarenta y tres entradas tienen un mérito. Diez años de constancia, también. No puedo ni quiero recordar al escritor de junio de 2013. El de hoy, parece herido y entre tanto desierto, encuentra, por suerte -al límite del abandono-, la puerta para escribir nuevo contenido. Si leo, aprendo. Si observo vislumbro el tema. Hoy no era necesario, tenía que tipear un modo festivo por la década lograda. No se pueden alcanzar todos los objetivos. Lo único que me une al bloguero del dosmiltrece es que las historias que surjan, se construyen ajenas a mi propia voluntad. Las historias suceden solas, todos copiamos de todos e intentamos dejar anclado un punto de vista. Si sobrevivo a otra década tal vez lo pueda hacer festivo, hasta pirotécnico. En la mediana edad persisto en el espacio propio, observo alrededor para estar actualizado y ágil, pero a pesar de usar colores claros y estilo joven, incorporo un luto estricto o cerrado que trasciende al alma y no permite festejar lo que parece un logro, aunque mínimo...

 




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