jueves, 22 de junio de 2023

Este mundo exclamará por siempre la película que vi una vez

 “Mi humor nunca fue cruel o cínico. Simplemente agarraba la vida y le daba un codazo de diversión”.

Una comedia americana, de Harold Lloyd


Cuenta la leyenda que ciento veintisiete años han pasado desde la primera proyección de un corto cinematográfico, en un pequeño café de París. Nacía el cine y desde el vamos, generaba emoción o asustaba. En un corto muy sencillo, de cuarenta segundos de duración, una locomotora se acercaba a la estación de La Ciotat y a la cámara y algunos espectadores, poco preparados para esas emociones, entraron en pánico, saltando de sus asientos y abandonando el café a las corridas. En ese momento nació el cine -cine-testigo-, un nuevo principio estético que desarrolló un largo recorrido hasta lo que conocemos hoy en día. Persiste la sensación de veracidad, salvo en recursos de acción o entretenimiento, donde la imaginación sobrevuela excesivamente -de manera comercial-. En su evolución, la sonrisa o el humor han permitido encarar un trasfondo distinto -al drama- de todos los conflictos humanos. En sus comienzos, la risa solo generaba ruido por parte de la carcajada los espectadores, ya que desde la pantalla la sonrisa era muda.


Al principio no existió el color, tampoco el sonido. Pero para muchos, la esencia del cine no ha evolucionado, salvo para montar shows comerciales y de taquilla. Todo fue inventado a partir de aquel momento y parte del encanto precede de aquellos gags del cine mudo de los años veinte y treinta del pasado siglo. La risa es terapéutica y tiene efecto sanador. Un arte basado en imágenes -acompañado a veces por música en directo, donde todo pianista de cine mudo utilizaba el efecto más contundente al dejar de tocar- donde los gestos y expresiones simbolizaban más que un diálogo, valorando el lenguaje visual. El arte de hacer reír debe ser el más perseguido en el planeta actoral. Intervienen innumerables aspectos, donde el interpretativo es parte importante, pero sin el contexto sociocultural de los espectadores no sería suficiente. Hacer reír tenía un estilo, hoy parece que la sonrisa proviene solo de lo fácil, absurdo y chabacano, rozando los límites. La risa siempre emergió ante lo contradictorio, antinatural o ridículo pero el límite depende del pensamiento crítico, algo que tal vez, se eche en falta.


Sigmund Freud explicaba que un fenómeno natural como lo cómico se relacionaba con el inconsciente, permitiendo su expresión como lo hacen los lapsus, sueños o actos fallidos, pero a diferencia de estos, son creados desde la consciencia como un acto voluntario pudiendo ser premeditados. Era una forma ingeniosa de pensar la realidad, revelando más de lo que podíamos ver en la superficie. Ese momento denominado de placer genera una liberación, llegando hasta suavizar momentos de crisis o conflictivos. Ha cambiado la manera de hacer reír, desde aquellos gags del cine mudo a los memes o intervenciones de stand-up de los monologuistas. Sin importa la época tiene una relevancia subjetiva donde no es necesario la intervención de la inteligencia pero de si de una interacción social. Existe el humor mejor trabajado en base a una capacidad creativa, quien hace reír, siempre arriesga. En esta era dominada por enojo e ira, el buen sentido del humor es una de las virtudes mas deseadas.


Para Arthur Schopenhauer, “la risa es fruto del humor que contempla amablemente las incoherencias o incongruencias de una existencia aparentemente absurda”, que surge cuando algo nos descoloca. Nietzsche nos otorgaba un poder menor, que es el de reírnos de la fealdad propia de la decadencia moral. En todo caso, las carcajadas siempre nos dan vida. Cuando apareció el cine sonoro, la comedia se hizo verbal. Solo Charles Chaplin logró sobrevivir a su extraordinaria mudez. Otros que hicieron junto a Chaplin arte de la gestualidad, el chiste, sonrisa y carcajada fueron Búster Keaton -el hombre que nunca reía- y Harold Lloyd -el personaje de Clark Kent está inspirado en él-. La magia del cine mudo consistía en hacer reír sin necesidad de la palabra. Ese pasado, que muchas generaciones desconocen, está repleto de divertidas escenas que comprenden la naturalidad de las cosas. Ahora y siempre, el humor es el que no se ríe de los débiles sino de nosotros mismos o del poder. Ese cine mudo con gags en ese entonces desopilantes, pueden parecer desactualizados a la supuesta originalidad de hoy, pero dieron un sentido optimista al siglo XX. En la precipitación de abandonar el cine mudo se descuidó un enorme potencial, toda historia suele generarse a partir de las imágenes, la risa sigue siendo la virtud mas divertida y lo mudo debería regresar para abrirnos los oídos...

 



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