domingo, 6 de noviembre de 2022

Somos como el tiempo perdido

 “Para ser, debes dejar de ser muchedumbre”

Rémy Oudghiri.


Lamento ser reiterativo. De las necesidades no cubiertas derivan los conflictos que se debaten. En materia literaria podemos utilizar la ficción de una buena novela para huir hacia adelante, para acallar las emociones o insatisfacciones de un mundo que nos suele generar rechazo. Seguramente sin necesidad de una buena lectura, todos hemos sentido la necesidad de irnos, será que la ilusión de una huida mueve el sentimiento de poder ser feliz. Está más que demostrado que al mundo se le puede enfrentar para intentar cambiarlo o inhibirse para terminar alejándose de ese entorno que a veces percibimos como injusto, además de insoportable. Lamento ser reiterativo, pero la lectura permite habitar mejores mundos que los nos toca transitar.


No solo una buena temática nos permite evadirnos de la realidad. Gran cantidad de escritores han intentado -algunos en vano y unos pocos en forma efectiva- el tema de huir hacia adelante. “El único paraíso es el paraíso perdido”, frase de Marcel Proust que obliga a situarnos en la sensación de que la liberación no pasa de un ensueño. Esas mentes lúcidas que cuestionaron que el mundo es un lugar mal hecho, chocaron con la confirmación que no se puede huir del mundo, siempre se debe acercar a él, al menos a la parte que nos haga soportable el estar. La sensación eterna de fuga no debe ser considerada cobardía, Russeau defendía que la huida es el camino que conduce a la verdad individual. La huida es un grito mudo que confiesa no querer o no poder ser pieza de un mecanismo ciego, construido entre todos y denominado sistema. Una manera paliativa de escapar es a través de la imaginación.


Solo quien se pone al margen de todo, quien no hace lo que lo demás, conserva la facultad de comprender realmente”, frase de Emil Cioran que nos permite comprender que para poder ver, tantas veces es menester saber retirarse, poder escoger las mejores ventanas para nuestras mentes. “La huida tal vez sea la forma de compromiso que mejor se adapta a nuestra época”, remarca Rémy Oudghiri, sociólogo y novelista francés, donde el agobio de lo viral y de lo intrascendente en redes sociales no permite vislumbrar intereses colectivos. Huir no siempre es marcharse a otra parte, tal vez alcance con abrir otra puerta, ventana o una mera y pequeña escotilla. Para poder respirar en un mundo desmenuzado por una cultura narcisista tal vez alcance con poder abrazarse a la lectura para al menos, amueblar un refugio más o menos ideal.


La soledad no siempre es ausencia de semejantes. A veces con un leve destierro mental puede alcanzar. La lectura puede aportar una variedad de senderos para apartarnos del mundo. La temática a leer debe ser libre, para algunos la novela nos ayuda a perdernos. A otros les sirve la literatura del coaching donde los gurúes de turno consideran necesario encontrarte. El concepto filosófico del vocablo literario aspira a perdernos en razonamientos y movimientos de imaginación más que encontrarte y adaptarte a un mundo de acumulación, exceso o incremento de actividades. Huir o alentar pequeñas fugas en el día a través de la lectura para no caer en el compromiso de permanecer atado a esa cárcel social que representa el big data, internet o inteligencia artificial.


Petrarca, Rousseau, Flaubert, Tolstoi, Gauguin, Le Clézio, Quignard, Proust, Bove, Simenon, entre otros, departieron en sus trabajos sobre el destino de la humanidad. El tema personal o de sus escritos está basado en la huida o en la salida sin cuestionar la supuesta inmadurez de aferrarse a la ficción para alcanzar un estado ideal. La sociedad suele ser el reino de la falsificación donde nada de lo que acontece parezca ser verdadero. Somos miembros de un circuito que a grandes rasgos no hemos podido escoger de forma personal las funciones a representar. Comparado con la realidad, la ficción es una mentira mas bella. Los mitos sobre los que han sido construidas las sociedades son grandes mentiras fundacionales, imposibles de erradicar a pesar del razonamiento y la lógica. Creemos tantas cosas porque la vida así debe parecer más fácil para afrontar. Necesitamos de las fake news y de la posverdad, elementos que no son de ahora -presentes desde el comienzo de los tiempos, de la socialización, solo que están potenciados por la abrumada viralidad de la tecnología actual.


El escritor se vuelca a la intimidad de sus escritos para dedicarse a una ensoñación, que paradójicamente, le acerque a la verdad o autenticidad de su creación. Flaubert huía a su mundo interior para manifestar desprecio por la realidad, a la vez que procuraba ampliar sus horizontes convencido que los sueños son la mejor manera para la fuga. Huir del mundo no resulta asequible y menos fácil es resistir la tentación por volver. Al cuestionar la validez y madurez de afianzarse en la lectura de una ficción es de reconocer que la necesidad de huida acompaña al ser humano en todos los órdenes, sobre todo en momentos de depresión personal o colectiva. El escapismo parece ser la última frontera para proteger una intimidad y anhelar llevar una vida independiente. Tanta ansía se manifiesta aún más en estos tiempos de conexión y geolocalización.


El fértil terreno literario sigue siendo el emplazamiento para indagar sobre lo desconocido e incierto. Acoplarse a lo más profundo del intelecto no puede ser considerado motivo de inmadurez. El buen lector suele serlo desde pequeño. La huida alimentada por la imaginación es alentada en cualquier niño y subestimada en el resto de las edades. La huida es un fenómeno o ansía que todos hemos sentido. “Los momentos dedicados en nuestra infancia a la lectura, cuando nos apartábamos del mundo para leer en un rincón, parecía alejarnos de la vida cotidiana y del mundo real. Al alcanzar la vida adulta, tomamos conciencia de que en realidad aquellos momentos quizás habían sido los más auténticos y satisfactorios de nuestra vida”, señalaba un Marcel Proust quien vivía por fuera de la realidad, dentro del mundo que él iba creando. Evidenciaba en sus escritos que la belleza puesta a través de su mirada no se correspondía con la vulgar realidad.


Seguramente la lectura o escritura de ficción se pierda en una dinámica multimedia y multi histérica actual. Todo individuo tiene la facultad de aislarse del mundo social gracias a la imaginación. Habrá que preguntar porque no se logra, triunfando un mecanismo ciego, sin alma y con la alerta de la alineación y frustración permanente. Pasamos de una crisis a otra, de resolver o no un problema a que surja raudo otra angustia. Vislumbramos todas las pestes posibles de los apocalipsis. Sentimos todos los miedos posibles, a fracasar, a tomar decisiones, a no poder. Colectivamente no nos es posible cambiar un mundo hostil ya que los anhelos nunca superan las líneas de la imaginación. Nadie puede impedirnos que soñemos con un mundo que solo existe en nuestro cerebro, pero debemos aspirar a esas huidas personales que nos permita vivir en conformidad con nosotros mismos...

 



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