martes, 7 de diciembre de 2021

Todo se construye y se destruye tan rápidamente

 “A cada instante, aunque te mantengas inmóvil, estás cambiando de lugar y de tiempo gracias a las infinitesimales descargas químicas en las que consisten tu imaginación y tu conciencia”.

Antonio Muñoz Molina


Compartimos la experiencia del tiempo. Somos temporalidad y en ese proceso que nos abarca, podemos observar -si lo hacemos- que los cambios dan origen a otros procesos temporales producto de combinaciones o descomposición de los objetos o del sistema en que nos nuclea. Y tratamos de adaptarnos a esos cambios, es indispensable para sobrevivir, la verdadera razón existencial de cualquier especie. Todo está regido por el tiempo, marcamos la historia del mundo en eras, la de los habitantes en edades, la educación en ciclos, la funcionalidad en mercados y los decesos en olvidos, recuerdos o leyendas. Tal vez siempre han funcionado diversas épocas en una misma época, pero hoy como nunca, muchos tiempos suceden a la vez y las diversas generaciones apenas se conectan por un delgado hilo.


No está claro si estamos dialogando correctamente entre las distintas épocas que habitan este siglo. Y esa diversidad se da tanto entre hemisferios, continentes, corrientes políticas, religiones, comunidades y familias. Los sucesos sanitarios de los dos últimos años parecen perder gravedad ante las estériles discusiones e indiferencias que nos dividen. Entre los adultos no existe un único discurso y eso conlleva una selva de relatos, mentiras, medias verdades y razonamientos sesgados que generan, más que un desafío entre personas, un enfrentamiento entre relatos. Vivimos en sociedades donde coexisten las distintas épocas pero la sensación de que algunas ciudadanías habitan en el siglo XXI, otras tantas transitan un XVIII y los más jóvenes parecen habitantes de un XXII. La lógica de cada mundo es personal, hasta tendenciosa y su realidad importa por sobre las demás. No percibimos esa falta de correspondencia.


¿Siempre fue así o se profundiza en estos tiempos? El conocimiento del ser humano no es objetivo, por eso necesitamos la perspectiva del paso del tiempo para asentar las transformaciones. Sin menospreciar la existencia actual de valores, podemos suavizar la idea de un pluralismo, donde los valores y actitudes humanas existentes no son armoniosos, cambiantes y no reposan a causa de un permanente conflicto. Tal vez ambicionar permanentemente por el progreso no signifique que se va tras la perfección. El progreso no existe, el desarrollo y las mejoras pueden o no ser reales, pero forma parte de un mensaje ilusorio. Y tantas las veces las mejores son reversibles, de ahí que podamos suponer que el futuro no será mejor que el pasado, sino peor, de ahí que para muchos los signos vigentes sean de involución.


Puedo caer en el error de la falta de rigor al comparar épocas. Siquiera me puedo aventurar a confrontar los dos siglos en los que he vivido, porque el pasado comprendió infancia y adolescencia y este, mi período adulto. Cuesta encontrar reminiscencias del pasado que gocen de validez en estos tiempos. Una crisis moral ha atravesado nuestra resiliencia y cuestionada en parte la fe, tratar de vivir en un mundo en que ninguna instancia moral nos garantice el correlato entre discurso y realidad. Al bajar el listón, la palabra apenas porta y se da la paradoja de un mundo con cada vez más ruido pero menos palabras útiles y más palabras vacías. Y en este frágil hilo entre épocas del mismo tiempo, tengo la sensación de que la comunicación con los más jóvenes es incompleta, nuestras palabras les son impuestas ya que ellos a la hora de comunicar, indudablemente utilizan otro lenguaje y otra capacidad de frustración o resignación. La percepción de que no les importa el dolor adulto es llamativa, tal vez porque se ha procurado en todo momento, evitarles el sufrir. Y el contacto es fluido pero distante, te faltan el respeto sin apenas saberlo ni quererlo. Y los adultos, subestimamos sus capacidades para suponer un futuro mejor que nuestro pasado.


La humanidad ha ido mutando al paso del tiempo. Nuestra época parece dominada por un nihilismo que hace que creamos en cualquier cosa en vez de no creer, más si viene precedido por la tecnología o el espectáculo. Tal vez en la era de más desarrollo, lo que destaque es la falta de imaginación. Suena incomprensible, pero pídale a un joven que imagine una situación y verá las dificultades que le presenta. Tal vez, la nueva realidad se ha encargado de darle todo imaginado y solo requiera del joven la implementación de la aplicación o el correcto funcionamiento de unos mandos. Y los que ya pasamos los cincuenta sentimos que aún podemos vincularnos en este mundo de contenido virtual imperfecto (pruebe tratar de comunicarse con una persona en este sistema de citas online) mientras que nuestros mayores estén optando por silenciar que desconocen la manera de pensar de sus nietos y hasta de sus hijos.


La pasividad social coincide con una pasividad física pero con movimiento frenético -gimnasia, zumba, yoga, selfis, viajes, etc.-. Los mitos se tratan de recrear con un activismo débil, insulso. Los cambios de opinión son vertiginosos y estamos atrapados por una lógica cada vez más propia y tendenciosa. Las relaciones humanas corren el riesgo de ser medidas como mercancías y a cada momento debemos mostrarnos interesantes y activos en iniciativas, casi contrario se corre el riesgo de considerar que las utopías de la comunicación generacional sean manifestaciones del imaginario popular e impera, en realidad un comportamiento indiferente pasivo agresivo ...

 



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