domingo, 28 de noviembre de 2021

Voy a tratar de mostrar mi mejor estabilidad

 Es del único psicólogo del que he aprendido algo

Friedrich Nietzche sobre Fedor Dostoievski


Sus personajes beben y juegan con un fanatismo casi frenético. La literatura del exceso parece orientada no al placer, sino al perder, siempre perder, para enterrar una idea de que se enloquece o angustia con el vivir. Esos personajes, que pueden ser su alter ego, buscan un significado y los lleva hasta la frontera de sus posibilidades. Quieren vivirlo todo y todo a la vez, aún perdiendo, como alucinados. Es que el autor no concibe escribir sin escuchar su esencia. Fue definido como un alquimista de la realidad y de su vida tormentosa han salido las mejores brasas de talento fecundo. Fedor Michailowitsch Dostoievski debe ser considerado como un momento crucial para el mundo literario. Aunque hoy intentaremos recordar otra faceta indiscutible sobre su persona, en sus obras podemos encontrar lúcidas anticipaciones sobre la que se asentó el psicoanálisis.


Henn Beyle, más conocido como Stendhal, es considerado el fundador de la novela psicológica. Pero la psiquis que trató Dostoievski no fue la del hombre normal con una psiquis organizada. No, en el caso del ruso, el perfil de sus personajes estuvieron dominados por una nebulosa existencial, casi primitiva, vinculada a la crueldad o ferocidad que tiene la vida. Las regiones más sombrías del alma y el manejo más bajo del instinto humano, es decir las malas pasiones. Raskolnikov, Hipólito, Karamasov, Alexei Ivanovich, Smerdiakov, Marmeladov o la Grushenka, cualquiera de sus personajes emblemáticos estarán rasgados por la fatalidad donde impera el absurdo o irracionalidad. Dostoievski no domina sus impulsos y si bien, se le considera como el novelista del subconsciente, no oculta que sus personajes son su presencia subliminal en cada historia. Sus personajes están vivos, siguen viviendo a través del recuerdo y también a través de patrones emocionales que persisten en el hombre.


En la época de los grandes relatos, Dostoievski va en busca de la explicación meticulosa, dejando entrever que predomina la falla constitutiva y la fiebre por la razón. Se abrazó a la complejidad, permitiendo conceptos trascendentes a través del pensamiento y tocando variadas disciplinas: religión, política, antropología, sexualidad, psicología o ideología. Su escritura ofrece un abanico de vértigo tanto como un enriquecimiento de la palabra, no tanto por el léxico -que es perfecto- sino por saber darle palabra al dolor, caos, absurdo, condena interior y otros efectos que dominan una caída libre a las mas oscuras profundidades. “Si todo ocurriera racionalmente en el mundo, no ocurriría nada”, por eso su vida fue dominada por una pasión que no se domina, creyendo vivir en plenitud sin meditar. Vivir bien y vivir mal, vivirlo todo y a la vez, buscando la plenitud del momento.


Las novelas de Dostoievski se destacan por captar la naturaleza y carácter del hombre. Las descripciones de espacio físico solo se utilizan cuando resultan relevantes para justificar los actos humanos que se generarán. Tampoco echa mano de la historia -como podríamos notar en Tolstoi- sino que sus novelas van hacia delante, presente y futuro, con su dinamismo o estancamiento. El hombre es lo que más le importa, sus obras resaltan las crisis humanas, dinámicas no resueltas donde queda claro que lo que predomina es el conflicto ético de origen metafísico que obliga a estar atento en qué momento se entrecruza el bien y el mal en sus personajes. Cuando sus protagonistas pierden la fe, no consiguen salvarse.


El psicoanálisis surge con el escritor ruso fallecido. Pero la vigencia de su obra se eterniza en el tratamiento de temas recurrentes en la vida del ser humano como el amor y las relaciones amorosas, la pobreza, el egoísmo, el sufrimiento y la auto purificación, el cinismo y la degradación moral. El caos de los orígenes, inhibiciones, represiones e incertidumbres, el laberinto de las almas. La razón estalla y sus obras y pensamientos están dominados por la fiebre, el delirio. El pensamiento se detiene porque parece que hay cosas de la realidad que no pueden escribirse. Pero en la pluma de Dostoievski se trata de situar el ideal y su reverso, la esencia del alma humana matizada por la grandeza de las ideas. Como resulta de una buena terapia, el escritor ruso siempre ha luchado contra la evidencia. Se ha parado siempre al borde del caos.


Existió Dostoievski y luego el psicoanálisis. Freud, en su conocido artículo “Dostoievski y el parricidio” de 1928 remarcó cuatro facetas que le atraían del escritor ruso: el poeta, el moralista, el pecador y el neurótico. La culpa y el auto castigo, una consecuencia de sus particularidades. La escritura subliminó esos impulsos internos y pensó que por escribir encontraría una especie de magia curativa. El arte tiene una vía de escape, se crea para aliviar y estimar que a pesar de todo, la vida vale la pena ser vivida, a pesar de sus contradicciones. El psicoanálisis ha bebido bastante de la literatura, William Shakespeare pudo haber sido la primera agua termal donde reposó Freud. La segunda, Dostoievski; y habrá contado con más rías donde extraer conclusiones. La literatura y el psicoanálisis parecen líneas de pensamiento separadas pero los une un punto común que son los enigmas de la condición humana. Ernst Kris, psicoanalista e historiador de arte concibe que “el inconsciente es el nombre técnico de la musa”.


La técnica de la escritura tiene fantasía en la imaginación del escritor. Y tiene también, el fruto del inconsciente. “Nuestra realidad es aquello que nunca conseguimos” dijo el luso Fernando Pessoa. Dostoievski se sumergió en el laberinto del alma, buscando redención o paz ante el empuje de la pulsión que determinó su vida. Palabra tras palabra, al confrontarlas con el pensamiento, dejó al descubierto sus reveses. La senda que alternó al hombre grandioso y miserable mostró en sus escritos la destrucción, la ternura, el ridículo y al soñador. El psicoanálisis para comprender el alma humana debe dejar de lado la moralidad, porque mantiene una función distorsionante e inhibitoria. Dostoievski afrontó la cuestión del sentido metafísico de la vida humana: vida y ser, vida y pensamiento, vida y tiempo, vida y eternidad hasta la llegar a la caducidad de vida y nada. Superó su escritura al adentrarse en los problemas del hombre moderno: el intelectualismo racionalista, el irracionalismo, el nihilismo, ateísmo, nuevas religiones sociales -liberalismo y socialismo- y sobre todo abrió una puerta que de momento no logra entornarse: las consecuencias anímicas morales que producen sobre el espíritu del hombre.


Intentó legar su pensamiento sobre una base positiva a pesar de su convencimiento, en lo más hondo, del carácter trágico que tiene la vida. Su compromiso le llevó a pintar las profundidades del alma. “Me llaman psicólogo, lo cual es falso; soy tan solo un realista en el sentido más elevado; pinto las profundidades del alma humana” se defendió, porque como en todas las cosas, gustó a unos y no gustó nada a otros. La evidencia le hizo comprender que el mismo hombre no puede renunciar al verdadero sufrimiento, a la destrucción y al caos. Será por eso que se le atribuye la frase “Todos nosotros tenemos la culpa de todo”...

 



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