lunes, 13 de septiembre de 2021

Crímenes en la oscuridad, cositas fuera de lugar

 “¿Por qué el placer sexual había de ser masculino? ¿Por qué el placer de las mujeres y de los efebos no podía ser tomado en consideración sin que ello diera lugar a una importante alteración del sistema? ¿Quiere ello decir que no se trataba de un problema sin importancia y que si se intentaba introducir el placer del otro se venia abajo todo el sistema jerárquico y ético?

Michel Foucault

Mientras que “Muerte en Venecia” provocó sensaciones escandalosas en su adaptación cinematográfica de 1970, en 2017 “Call me by your name” fue acogida con las mejores sensaciones en el arte del sentir y el sufrimiento. Entre una y otra película no solo transitaron cuarenta y siete años. Las fibras sensibles que respiraron ambas adaptaciones se diferenciaron por el amor platónico y simbólico a la juventud de Tadzio condenado al abismo moral y filosófico, mientras que la segunda permite la intensa pero breve relación carnal y amorosa entre Elio y Oliver. Se han superado los convencionalismos, mientras la película de Visconti solo nominó una candidatura al Oscar -vestuario-, el film de Luca Guadagnino obtuvo cuatro nominaciones -película, actor, guion adaptado y canción original- del que obtuvo la estatuilla de Guion adaptado. Esa relación de joven ícono erótico ignorante de su atractivo, atrae perversamente a Hollywood y a muchos heteros u homosexuales que fantasean con desear a los llamados “efebos”.


Entre ambas películas se profundizó el tratamiento de la palabra “twinks” -famoso por su uso en la pornografía gay o bisexual- que de formar parte de una tribu oculta pasaron a ser abiertamente deseados y admirados por su belleza juvenil o lampiña, símbolo de un patrón ideal de belleza masculina, que magnetizan por sus presuntas virtudes aniñadas que para unos representa la vida y para otros, la muerte y su deseo. Es entre esa incipiente adolescencia -no menos de quince y no más de veinticinco años- donde el efebo no termina de ser consciente de su belleza y atractivo que provoca una relación de poder desigual. En esos diez años se perfila el conocimiento de su naturaleza hasta que la jerga popular y literaria definen como que pierden sus alas para dejar de ser deseados como “Lolitos”. El tiempo e internet han cambiado parte de su estilo, hoy parecen ser además, un ideal de estética al que se le despoja el componente erótico.


La sociedad actual, en general, parece dominada por una sensación agobiante de no resistir el sufrimiento devastador. Se busca el sentir sin sufrir, de ahí que el concepto de twinks parezca más ligado al de un metrosexual “asexuado” que al de un niño gay o bisexual proclive a generar ardores reprimidos por una ética religiosa y pecadora. El deseo se asume más ligado a una relación histérica donde prevalece el aumento superficial de las personas. La hiperrealidad también alcanzó a los twinks, ya no sólo abarca al jovencito lampiño caucásico de ojos azules sino cualquier púber de cuerpo semi marcado, con características inocentes y complexión sumisa como fantasía para el cuerpo maduro.


El joven deseable es el protagonista utilizado en casi todas las campañas comerciales experienciales. Su origen era sexual pero hoy solo parece ser estético. Se busca generar imágenes emocionantes para la vista. Esta relación se basa en emociones, sentimientos y pensamientos que hacen que el consumidor se despierte con el producto a través de la emoción. A la industria del cine o entretenimiento le interesan los menores, pero no parece importarle la suerte de los menores que utiliza. Los modelos twinks recrean ángeles o infants terribles, a veces con mensajes de salvación en la búsqueda de sentidos en el sinsentido de la vida y sus sentimientos. El pantone o panteón sexual parece solo estar orientado hacia la era del twink, el joven flaco, lampiño rozando lo femenino y blanco, y el macho musculoso y masculino. La opresión de la feminidad borrados del panorama incluye cuerpos gordos -salvo los gais graciosos tipo Modern Family-, negros o cuerpos viejos. Se asume de ante mano que un joven delgado y lampiño será sumiso y a su vez escandalosamente diabólico.


Los gustos parecen que no vienen de la nada, el patriarcado asoma detrás de ellos para, contrasentidos de la vida, estar por delante. En un prisma patriarcal del marketing de hombres, parece aplicar viejos vicios machistas, de ahí que Michel Foucault recordara que la opresión sexual nunca desaparece sino que se disfraza, de ahí que sea considerado como válido el estereotipo de no asemejar las relaciones gais a las heterosexuales. Perdura el concepto de un hombre mayor poderoso y un joven inocente para ambientar una relación homosexual. Para Thomas Mann, descubrir los personajes que le llevó a “Muerte en Venecia” fue producto de detectar la delicada conducta de un viejo verde en una época donde la pasión era un crimen. Para el patriarcado es más válida una pareja donde un chico más mayor y masculino toma las riendas por sobre uno más joven y con actitud femenina, y que le desborde de pasión enfermiza. Para Thomas Mann el drama se orientó en la juventud y la vejez, integrados por un puente de la melancolía.


La pasión por contemplar contra la pasión por explotar de placer pueden resumir el paso de “Muerte en Venecia” a “Llámame por tu nombre”. El dolor que se soporta a duras penas frente al dolor que ayuda a perpetuar. Para la novela de Mann amar es ver, para la de Aciman, una vía de escape al rito de la vida sin emoción. En todo caso, nos hemos acostumbrado a una idea de belleza que casi siempre se escurre de nuestros pensamientos más internos e intensos. Tantas veces se es presa de deseos imposibles y evanecentes, y sus dolores se esbozan duraderos y en la épica del relato se denominan eternos. En su filosofía del poder, Foucault se pregunta porque el arte atañe más a los objetos y no a la vida ni a los individuos. Esta duda tiene su lógica cuando aceptamos que los que sufren no suelen ser las cosas ni las obras de arte, sino las personas. Desde los griegos tenemos claro que el yo social no permite integrar tantas veces, una practica real de los sentidos, predominando la transposición de la estética de una subcultura que el arte dignifica pero la publicidad y las convenciones denigran o escandalizan...

 



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