viernes, 28 de mayo de 2021

Aquello fue un gran punto de partida pero a la vez que fácil se olvida

"Una locura como esta, es como intentar detener un fuego con la humedad de un beso".

Albert Camus

La epidemia ha puesto a prueba el sistema en el que funcionamos. La sensación es que más allá de la efectividad con la que se ejecuta una política de vacunación, el mundo está fracasando. El valor de la cultura se está reduciendo día a día, los pocos que se animan a profundizar sus pensamientos filosóficos, coinciden en que estamos fallando y decayendo en tiempos sin espíritu. Podemos culpar a las circunstancias e imponderables de los tormentos vividos, pero en lo relativo al espíritu, resiliencia, asertividad, empatía o nivel cultural, la responsabilidad recae, fuertemente, en la ciudadanía. La historia universal de las epidemias vividas siempre arrojaron consecuencias importantes.


Los largos períodos de confinamiento vividos podrían haber permitido oportunidades temporales para revisión de actitudes o comportamientos. La constancia de la filosofía ha permitido históricamente tomar lo mejor de cada desgracia, para poder continuar ligados a la esencia de ser humanos. La vida suele deparar diversos escenarios, muchos dependerán de los fundamentos que las personas tengan. Esta crisis prometió hacernos mejores personas, pero lo que quedó solapadamente expuestos es que amplió a manera de un zoom gigante nuestras inconsistencias, falencias, dolencias o negligencias. La filosofía invitar a reconocer y entender, pero el trabajo será ciudadano. Una de las certezas invita a admitir que no sabemos, en realidad, cuando comenzó este desalentador fenómeno de abandonarnos como seres sociales, de agotarse nuestra mentalidad modernista. Estamos reflotando actitudes oprobiosas y fallidas de otros tiempos.



Entre el vaso medio lleno o vacío estarán los que encuentren más ventajas que oscurantismos en estos meses vividos. Peor aún, muchos tendrán listas de culpables externos y poca autocrítica. Acostumbrados a los avances tecnológicos o científicos, el ser humano se antojó distraído, cómodo, sin reflejos o capacidad de reacción ante la nueva secuencia, que en forma marketinera, nos quieren hacer sentir que se trata de una “nueva” normalidad. El ser humano no está preparado para algo nuevo que invite a resignar viejas costumbres o aburguesamiento. Sigue pendiente una revisión interior sensata que permita reconstruir la globalidad comenzando por nuestro golpeado mundo interior.


Los pensamientos y comportamientos parece que no serán iguales en la pos pandemia. Una salida de las dificultades sociales, laborales, económicas o culturales debería surgir de aprender de esta dificultad vivida. Podemos estar años sin comprender de donde vino el golpe y sobre todo, quien nos golpeó. Si bien la experiencia obligaría a fortalecer los sistemas sanitarios, la sensación es que la salud y la economía parecen ser tributarias de un sistema político deteriorado y timorato, muy corrupto. La filosofía debería encarrilar esta distopia razonando si la vida y la muerte debe ser pensadas de manera autómata, ya como valor universal y sagrado, como objetos de la ciencia, como reserva cultural o como un frío numero estadístico de una raza política que en algunos países -como en el que nací- no resuelve la fragilidad de su política de vacunación pero cuenta con toda la clase política dominante vacunada -y sus allegados-.


El filósofo trata de recordar que fue lo que se aprendió del cólera, influenza, la gripe de 1918, la viruela, poliomielitis, peste negra, malaria, VIH/Sida, ébola, SARS, MERS y en estos momentos, del Covid 19. Todas estas pandemias arrastraron a cientos de millones de personas a la muerte. Debemos recordar que la mayoría de los patógenos que arrasaran ciudades en epidemias del pasado, aún existen. Las crisis sanitarias suelen tener una fecha de fin, pero los virus, bacterias o infecciones permanecen. Es bueno tener presente las cuatro óperas épicas compuestas por Richard Wagner, basadas en las figuras de la mitología germana. El “oro del Rin”, “Valquiria”, “Sigfrido” y “El ocaso de los Dioses” conforman El anillo del Nibelungo. Esta gran obra aborda el caos que se produce en el equilibrio del mundo cuando el orden natural se ve modificado por la avaricia. El futuro progreso parece amenazado por la falta de equilibrio y por no poder repensar que mundo queremos y a que revolución podemos aspirar, ya que todas las curtidas han fracasado sin que muchos se hayan aún enterado. La falta de contrapeso político condiciona más esa decadencia de espíritu que predomina. Tal vez refrescar a Wagner nos permita recrear la lucha del amor, naturaleza y libertad en contra del poder asociado y subvencionado por los vericuetos de la ley, temas principales de sus anillos.


La filosofía cuenta con una tradición milenaria, solo debemos ponerla al alcance de todo aquel que se interese en la profundidad del hombre, la vida, muerte, el bien o el mal. La epidemia hasta puede ser positiva si el hombre reconoce su finitud o que no se puede bastar por si mismo. Tendemos a olvidar lo más evidente y en estos tiempos, sería aconsejable meditar para intentar acabar con viejos dogmas y arcaicas mentiras para inaugurar una nueva época, que no conlleve a una “nueva normalidad” sino a una normalidad posible. Si replanteamos el concepto trillado de la moral del esfuerzo, si comprendemos la definición de bien común, si no parodiamos el concepto de desigualdad social, si nos dejamos de revoluciones sociales que son imitaciones de épicas desteñidas de 1789, podemos intentar habitar sociedades diversas pero más justas en el derecho a la existencia o a la vida. Estas líneas pueden ser más papel mojado pero aspira a que en algún momento de algún siglo, la filosofía pueda explicar al mundo al mismo tiempo que acontecen los hechos. Esta pandemia puede estar anunciando el fin de la modernidad, es de esperar que los ojos grandes y penetrantes de la lechuza Minerva -símbolo de la filosofía- deje de llegar tarde a todo y pueda levantar el vuelo del pensamiento, cultura y de la reflexión, sin tanto insulto, embuste o descrédito….

 



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