domingo, 2 de febrero de 2020

Hay anarquía en mis movimientos y al mismo tiempo alguien los controla


“En tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo”.
Frank Kafka

Quiso destruir la mayoría de sus escritos. Pidió que se respetara su decisión de que sus obras no vieran nunca la luz del sol tras su muerte. Vivió en un sistema injusto cuya única función era la de perpetuarse. Como a él, la vida también se perpetuó en un sistema que más que vivir lo que hace es que suframos en vida. Su estilo literario se convirtió más que en estilo en la representación de como vivimos las situaciones dramáticas o frustrantes. Frank Kafka traspasó su literatura al lenguaje cotidiano, de ahí que la RAE acepte la palabra kafkiano dentro de sus contenidos:


1.   adj. Perteneciente o relativo a Franz Kafka, escritor checo o a su obra. Las novelas kafkianas.
2.   adj. Que tiene rasgos característicos de la obra de Kafka. Una visión del mundo muy kafkiana.
3.   adj. Dicho de una situación: Absurda, angustiosa.

Escribir es tirar, es decir, acertar con el adjetivo indicado. En un texto la forma es lo que más perdura, y un buen adjetivar -luego de observar atentamente y elegir con esmero el término adecuado- nos aleja del lenguaje corriente y nos puede aproximar a definir uno bien propio. El objetivo de un gran escritor es no temer al adjetivo, para eso uno debe manejar el arte de saber emplear las palabras y al mismo tiempo, prescindir de ellas. En la historia de la literatura hay más de un caso de escritores o profesionales que dejaron de ser sustantivos y un buen día se convirtieron en adjetivos: visión dantesca, duda cartesiana, tiempo proustiano, actitud quijotesca, inconsciente freudiano, capitalismo darwiniano, banquete pantagruélico,  gesta homérica o situación kafkiana, entre otras.

Una situación kafkiana es una situación absurda que a la larga es angustiante por el hecho de dilatar algo sencillo, hasta un punto de que termine siendo anecdótico porque se sale de quicio, de la norma, generando azoramiento y desorientación. No se si cuando se dice kafkiano la gente lo relaciona con Frank Kafka, puede darse el caso que el adjetivo traspasó al sustantivo, y que Kafka no solo inmortalizó a Gregor Samsa, K (así llamado el personaje principal de El castillo) o Josef K (en El proceso) sino que el perfume burócrata de sus personajes emblemáticos trascendió fronteras pasando a definir en el lenguaje cotidiano lo innecesariamente complicado y frustrante experiencia que nos acerca a todo laberinto de la burocracia. Casi todo el mundo puede utilizar la expresión kafkiana aun cuando nunca hayan leído a Kafka.

Frank Kafka ha sido un autor vanguardista que lamentablemente se ha eternizado por no poder entrever soluciones en esta sociedad moderna. Tal vez por eso, muchos asociemos al escritor checo con la frustración. “Lo bueno es en cierto sentido desesperante”, escribió en uno de sus aforismos. Si algo destaca en la pluma de Kafka son las situaciones asfixiantes y la expresión como ningún otro logró plasmar de las ansiedades y alienación del hombre en un mundo tan injusto. Si el mundo es injusto y complejo, la obra de Kafka nos recuerda en todo momento que es producto de nuestro propio accionar. La solución podría ser mejorar todos un poco, vencer esa metamorfosis que nos hace tan insatisfechos, dominados y miedosos. Gregor Samsa al despertar y verse convertido en una especie de cucaracha, fundamentalmente teme por no poder ir de ese modo a trabajar, única fuente de sustento para sus padres y hermana, pero a su vez por una particularidad de su carácter, la sumisión. La metamorfosis -o más precisamente “La transformación” según la traducción del alemán- puede ser una metáfora que estará basada en ese componente burocrático que siempre acompañó su trabajo de empleado vinculado a los seguros (ocho o nueve horas diarias, seis días a la semana).

Por eso Kafka más que un escritor es un concepto, un emblema. Escribió sin parar pero sin orden y con mucha rebeldía, para apenas publicar alguna obra en vida, y se inmortalizó a partir del descubrimiento de su muerte, a través de sus obras. Con sus razonamientos había logrado darle palabras contundentes a la asfixiante burocracia y lo hizo a través de una obra de muy largo aliento. Pero la situación fue de antemano kafkiana porque mientras vivió jamás fue reconocido -en su verdadera dimensión ya que si se valoraba un talento siempre en ciernes- y fue considerado uno de los más grandes escritores de todas las épocas de manera póstuma. Al no poder llegar a volverse algo diferente a la esencia humana, se replanteó permanentemente los conceptos de corporalidad y de realidad. La dicotomía de la obra del escritor checo lo hizo kafkiano ya que al adelantarse a su tiempo empírico, no pudo más que expresar -brillante e irónicamente- el pobre papel que nos reserva este mundo.

El mundo complejo que nos recuerda en todo momento Kafka está diseñado a través de la injusticia basado en reglas desconocidas que apenas se conoce al jugar el juego de la vida. “Una jaula salió en busca de su pájaro” es uno de los tantos aforismos que Kafka aceleró a escribir cuando los detalles de su enfermedad presagiaban la muerte. Todos tenemos una jaula donde estar atrapados, tal vez sean pocos los que dispongan de ese pájaro creativo que por un lado de la tranquilidad del hacer pensante pero por el otro oprima aún más que el sistema, porque la capacidad de desarrollar un talento tan kafkiano lo que tantas veces logra no es precisamente la inmortalidad, sino el sufrimiento de por vida…

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