jueves, 15 de agosto de 2019

Que mágico el sexo contigo gritando al final, Abracadabra.



“Y el sexo es otra guerra incivil, la única guerra sin héroes ni vencidos ni mártires ni santos, si dos buscan lo mismo ¡qué dulce cuerpo a tierra! Tan cerca del abismo, del éxtasis, del llanto”.
Joaquín Sabina
La literatura lo aborda pero no logra hacerlo con absoluta eficacia. Hay aproximaciones, puntos en los que nos identificamos, metáforas que aproximan sensualidad pero no podemos aspirar a una uniformidad de criterios. Todo depende de la propia experiencia, de su necesidad, intensidad, deseo, suerte, de la respuesta personal. Pasa algo similar con palabras muy utilizadas como amor, muerte, eternidad, despecho, fidelidad. Para aproximarnos a la historia de una palabra debemos tener en cuenta muchas cosas y fundamentalmente, su vinculación con lo emocional. Orgasmo es una palabra que contiene vida, muerte, pasión, abandono, soledad, unión, inmortalidad, obra o arrebato. Y es un vocablo que intimida porque el orgasmo es una experiencia breve que está a años luz de poder explicar de manera fugaz como perdemos el control de la existencia.


Los griegos veían el triunfo de la materia por sobre la mente. Es un término que algunos exteriorizan como alimento, fortaleza, ofrenda. Puede ser un ofrecimiento pero a su vez un sacrificio y no es un ritual de única dirección. Se pueden recopilar diversas concepciones pero la más clara puede situar a un proceso donde se abandonan los límites. En todo caso, sigue siendo un concepto que avergüenza a la sociedad, tal vez porque se pierde la compostura, se vencen los limites de la entrega, pasión, devoción o placer. Es hablar de la propia anatomía y sus sentires, es a veces confundir placer con prostituirse, es un dolor o vacío que agrada pero que se debe ocultar, por creer que es un bajo instinto.

No resulta fácil encontrar referencias literarias sobre los que franceses han denominado la petite mort. Las menciones son previas, los prolegómenos, los juegos eróticos, la representación de una copula o el relajado después, pero en lo referido a las sensaciones, al factor anímico, la relajación momentánea y el abandono no suele figurar en la literatura. Lo que llama la atención, teniendo en cuenta que la escritura se nutre de los vacíos de nuestra existencia. Es imprecisa o esotérica la mención del orgasmo, como si se mantuviera ese manto de suspicacia que invadía la pantalla cuando se pasaba a una acción sexual, una alusión velada como si se lo considerara un tabú eterno. Será que no todos experimentan el orgasmo de la misma manera o intensidad. El placer es algo subjetivo.

Excitación es un concepto que refiere a la dimensión fisiológica de los seres humanos, donde se encuentran las sensaciones, reflejos, emociones y habilidades corporales. Placer abarca la psique, la capacidad de percibir y disfrutar las cosas y sus connotaciones positiva y negativas, parte también de los sentimientos y una dosis alta de imaginación erótica. Estar excitado o sentir placer no siempre representa las mismas sensaciones. La excitación sexual no tiene parangón con ninguna otra experiencia humana. Los escritores tocan fibras muy íntimas, se quiere encontrar algo que nos dé respuestas a tantos interrogantes que nos rodean. Pero resulta una enorme dificultad ponerle palabras que no sean cursilerías ni frases hechas -explosión, frenesí, éxtasis, fuego rabioso, bella agonía – ni detallarlo como en verdad nos sucede, tal vez porque para el orgasmo no haya palabras, como si se las comiera o no se pudiera trasladar contundentemente a los vocablos.

La relajación y el alivio que se experimenta parece ser más mental que físico aunque podemos demostrar que el ritmo cardíaco se acelera, la transformación facial es manifiesta, el cuerpo se torsiona -contracciones musculares más que evidentes- y se asemeja a una breve epilepsia. El orgasmo tiene lugar en el córtex límbico, el centro de las emociones, de la identidad personal y de funciones relacionadas con la memoria. Y la mente es un sistema individual que obliga en una relación sexual compartida el disfrutar y acompañar al otro, pero en cuestión de un orgasmo se trata de perder con desesperación ese principio de individualidad hasta fundirse o disolverse en el otro. Parece ser un continuo fracaso porque no hay forma de referir a “nuestro” orgasmo, sino al mío y al tuyo, en el caso que ambas partes lleguen a él. No se pueden compartir, apenas imaginar que se comparten.

¿Suena a música? ¿Es como la poesía para el lenguaje? ¿se funden los cuerpos? ¿es diabólicamente fascinante? ¿es un ir hacia donde no se sabe dónde? La racionalidad parece inútil de explicar estos y todos los interrogantes que rodean al clímax. Se utilizan metáforas, parábolas o alegorías para detallarlo, pero sigue siendo complejo la identidad definitiva de una definición, se me ocurre que se trata de una dualidad donde dos personas son al mismo tiempo comida y comensal. Es paradójico el incentivo que genera, cuando aun no se conoce, cuando se practica habitualmente y cuando se pierde. Cuando el deseo cumple su finalidad en el sexo, el desborde es la recompensa. Y algo que resulta fundamental es tener siempre el deseo. Si hay deseo, habrá repetición.

El orgasmo obliga al regreso, cosa que la muerte no ha logrado. “Ninguna vida se iguala a esa muerte”, escribió Percy Bysshe Shelley, poeta y esposo de Mary Shelley, la creadora de Frankenstein. “El orgasmo es la consecuencia casi involuntaria de un estado de abandono” declaró por fuera de la literatura, considerando a su vez que es la muerte que los amantes aman. Como todo gran poeta, su espíritu es inexplicable y lo mantuvo en la lucha interior de los que siempre están tras la eterna búsqueda. Borges se apoyó en las elipsis para retratar con brevedad las relaciones sexuales. “Todos los hombres en el vertiginoso acto del coito son el mismo hombre” puede ser una de las tantas frases escondidas en su texto, la de un hombre que dicen que no eludió el sexo, sino que el sexo lo eludió a él. Se dijo que su obra omitió la sexualidad como si fuera represión, cosa que no fue cierta, y de serlo, hasta donde debe llegar el análisis de una obra. ¿es que yo soy lo que les escribo?

“Viviré en tu corazón, moriré en tu regazo y seré enterrado en tus ojos” pueden situar a William Shakespeare como una eminencia literaria en lo orgásmico. No somos una entidad estática, evolucionamos -e involucionamos- y en ese proceso hemos de sentir diversas sensaciones. En el sexo ocurre lo mismo, de las urgencias iniciáticas que es pura impaciencia podemos pasar a una maduración de disfrute compartido y ante su ausencia, en un lento placer por el recuerdo y el recupero. El orgasmo sigue siendo un enigma porque tal vez no se hable lo suficiente, ya que considerándolo, no sale en conversaciones que no sean las intimas de las parejas -si lo hacen-. Somos una especie que se caracteriza por el deseo y tal vez ese sea el motivo por el que persistimos. Debe haber palabras que nos devuelvan a esos momentos únicos de sustancias blandas, falibles y deshechas, que obligan a un ritmo agitado cada vez más tenue, conmovido y sereno. Debe haber palabras y ese debe ser el enorme desafío de un escritor, adquirir el talento de ser preciso y no soez o insulso para explicar lo inexplicable…

PD 1: Había olvidado que en octubre de 2014 me había animado a escribir sobre ello. Han pasado casi cinco años, persisto en la necesidad de darle palabras al mismo misterio.

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