martes, 30 de abril de 2019

Ansiedad, mirada ausente, no debería esperar


“El papel natural del hombre del siglo XX es la ansiedad”.
Norman Mailer

Nada es imposible, solo que depende de nosotros mismos. Como frase puede ser de las mejores que podamos ambicionar cumplir, en una proposición así parece estar fundada la decepción de estos tiempos. Basta con cambiar la mente para modificar el mundo que nos rodea. Para eso, nos amparamos en los contados casos de vidas que han disfrutado un vuelco increíble, un cambio radical que satisfizo un sueño de vida. La felicidad está dentro de nosotros mismos, cae como una loza cuando no puedes ser feliz. Estamos estereotipando la existencia, damos por hecho que todo lo bueno se puede alcanzar y lo que más se logra, es vivir con una ansiedad que agobia y enferma.


Es agradable perseguir eslóganes. Es como los books de publicidad o las revistas de decoración, todos queremos vivir dentro de ellas. El problema es cuando no lo logramos, cuando dejamos de hojear esas páginas y consideramos que nuestra vida es solo miserable e incompleta. La demanda obliga a elegir el listón más alto, porque si te detienes a observar a los que menos tienen, te tildan de conformista. Se vive a demasiada velocidad, el sistema te lleva a eso pero necesita que no desbarranques. Y si lo haces, que los varios que están en la lista de espera, salgan a buscar tal vez una quimera.

La pobreza suele aumentar las probabilidades de padecer ansiedad, pero la riqueza no es el antídoto, ya que vemos a muchos que tienen todo pero se ahogan ante la ansiedad de tener aún más. No es una enfermedad de la pobreza o riqueza, sino del alma. El sistema capitalista no ayuda y los que habitamos en el sistema, ayudamos menos. Nos agotamos física y mentalmente por objetivos improductivos -comenzando por el dinero- y terminamos enfermando, donde la frustración es el primero de los dolores. Y a partir de allí la medicación permanente está a la vuelta de la esquina, esperándonos con una receta oficial de nuestro médico de cabecera, quien dependiendo de su formación o creencias, puede patologizar conductas que en realidad son normales.

Como escondemos realidades, también podemos ocultar o simular los problemas espirituales. Un ansiolítico puede disimular nuestras ansiedades, pero lo que estamos haciendo es ocultar una necesidad que deberíamos sacar o tratar de otra manera, trabajando nuestra parte psicológica para demostrar nuestra resiliencia -palabra que llena la boca últimamente- ante los factores adversos. Un antidepresivo suele costar, seguridad social mediante, algo menos o poco más de un euro. De paso, podemos aumentar la frecuencia de citar a un paciente, por lo que le sale mas rentable al sistema que tenerte a cada rato en la consulta. La estadística habla de que los hombres acuden menos a los fármacos, pero no por entereza, sino porque son los que menos se saben abrir a los problemas mentales. Yo he aceptado tomar ansiolíticos o antidepresivos, pero al mismo tiempo comencé un trabajo interno o de terapia para dejar esas pastillas, en un término de dos años, por ejemplo. Pero el común de los casos indica que la gente prefiere continuar con el tratamiento de esconder sus sentimientos o sus faltas por el temor de volver a enfrentarse con esa zona oscura que domina sus miedos, alcanzando la enfermedad eterna, la infelicidad perpetua.

A comienzos de siglo fue casi normal padecer ataques de ansiedad o de pánico. La inestabilidad laboral o económica y el vivir en países de inestabilidad de toda índole ha alimentado la debilidad de la psique. El sistema se alimenta del miedo, como hace la religión desde toda la vida. La culpa y el miedo controló y controla a los fieles. Vivimos en sistemas que dicen aferrarse a su identidad, pero en realidad lo que se logra es ir perdiéndola, paso a paso. Vivimos en un sistema que naturalizó la crisis de ansiedad. No se quiere hablar de los miedos por temor a que sea insoportable vivir sin quimeras o placebos. Pero el miedo se alimenta de esos silencios, aumenta la dimensión de las angustias hasta llevarlas a un limite que suele encerrarnos, y ese es el mejor pienso para el miedo. La ansiedad es una expresión exacerbada del temor.

La ansiedad es el trastorno más común y el más difícil de superar, al mismo tiempo. En los últimos años se entablan conversaciones que antes parecían imposibles, se reconoce que ese sentimiento de zozobra o angustia aparece y aumenta hasta hacernos insoportable la existencia, pero siempre termina pasando. El problema surge como ayudar a nuestra templanza a lograr que ese pasaje sea cada vez mas corto o que incluso, ayudemos a que desaparezca. Allí surge la fortaleza y convicción interna y una dosis de ayuda, todo esto antes que el fármaco adormecedor. La sorpresa al prestarnos atención y hacer un ejercicio interno intenso, es encontrar que se trata simplemente de formas de ser, fases de nuestro estado de ánimo, depresiones o traumas internos. Y el peor de los diagnósticos, enfermamos por una cuestión de exigencia social, por la necesidad de conocer la palabra éxito en nuestros recorridos.

Cuesta enfrentarnos a los miedos, nos hace creer que no podremos con ellos. Toman una dimensión tantas veces exagerada. La sensación de alivio y confort que surge al enfrentar un miedo y someterlo es inmejorable y a su vez nos sitúa en el ridículo de comprobar que hemos sobredimensionado la gravedad de nuestro temor, confrontando su escaso peso específico con la cantidad de tiempo que nos ha privado de disfrutar ser más persona. Por eso resulta importante conocer nuestros miedos para generar límites y buscar seguridad para sentirnos bien o mejor. Crecer da miedo, incorporar cosas da miedo, la perdida aunque sea de lo nocivo da miedo. Lo que nos asusta, en realidad dice más de nosotros, de lo que comprendemos.

En estos tiempos de no esconder sentimientos o querer dejar de lado los fármacos, surgen otro tipo de complicaciones: las terapias alternativas. Aumenta el intrusismo y las pseudo terapias. Nos genera un nuevo recelo saber que terapia se adecua a nuestras circunstancias: terapia ocupacional, teatro terapéutico, reiki, constelaciones familiares, control mental, programación neurolingüística, acupuntura, flores de Bach y homeopatía, focusing, biomagnetismo, hipnosis, feng shui, terapia regresiva, yoga, mándalas, movimiento auténtico, cuadrinidad y otras tantas terapias psicológicas o pseudos. Entonces pasamos a ser adictos a las terapias, es decir hiperterapiados. Tal vez sea mejor ser natural y aceptar los vaivenes de nuestra naturaleza, aun cuando tu círculo íntimo, admirador de tu voluntad, tranquilidad, paciencia y naturalidad, no sepa o quiera saber que tienes los mismos miedos que todos y  te critiquen diciendo que todo te resbala, o eres básico y nada te importa…

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