domingo, 5 de noviembre de 2017

Ahora ya no llora, preso en mi ciudad

“Fe… esa facultad que nos permite creer cosas que sabemos que son falsas”
Bram Stoker

La literatura ha sido capaz, a lo largo de la historia, de generar inusual protagonismo a ciudades, pueblos, espacios o personajes que han marcado el imaginario de los lectores. Muchos de esos lugares o figuras no han existido, otros sí, y varios de aquellos existentes, quizás fueron utilizados como fuente de inspiración para montar una escenografía acorde a su obra. Sin ir más lejos en el tiempo, Javier Marías inspiró su última novela, “Berta Isla”, a caballo entre el Palacio Real y la Puerta del Sol, en Madrid. “Uno echa mano de lo que tiene cerca, es una zona que me daba mucho juego, y si me surgía alguna duda, la tenía a mano para recordar algún detalle”, recordó el escritor. Pero en el caso de esa importante novela, no perdurará en el tiempo por los lugares por donde se haya transitado ocasionalmente, sino por su trama e interpretación literaria de los estados de ánimos de los personajes. Pero hay historias que llevan siglos relacionando el lugar físico escogido con tanta o más importancia que la historia enseñada.


No existe persona que no conozca a Sherlock Holmes – en breve escribiré sobre él-. Pero si existen una multitud que, a pesar de conocer su personaje, nunca ha leído alguna de sus obras, llegando al extremo de no poder diferenciar si fue real o un personaje de ficción. Ligado a su figura, perdura con asombrosa exactitud la referencia del 221B de Baker Street, cuando el número real -dependiendo de las descripciones aparecidas a lo largo de las sucesivas novelas- le correspondería el 239. Pero ha sido tal la fuerza que inmantó al personaje, que el Gobierno inglés en homenaje a su investigador “ficticio” más efectivo durante su historia, permitió que el lugar mantenga el original 221B salido de la mente de Arthur Conan Doyle. A la excepción del gobierno inglés, le ha seguido el impulso turístico y del marketing, para que en dicha dirección hoy se concurra multitudinariamente a conocer el Sherlock Holmes Museum, y recuerdo que se trata de un personaje de invención.

La literatura mantiene la particularidad de convertir en verdades incuestionables aquellas cosas que solo son frutos de la imaginación de un artista. Pero vaya a saber a causa de que fenómeno, resisten el paso del tiempo asociando una ciudad, un pueblo o en este caso que voy a detallar, un castillo y su particular conde, como un paisaje auténtico, dueño de una historia de escalofríos, que tal vez, ha marcado para siempre el entorno de esa escenografía. El pueblo de Bran se encuentra amparado por un pintoresco valle que conforma los Cárpatos. Está situado a treinta kilómetros de una interesante ciudad como Brasov, séptima en importancia en Rumanía y con una población que no supera los 300.000 habitantes, pero que es el centro esencial para recorrer los Cárpatos y el sureste de Transilvania. Desde allí anuncian a diario las variadas escapadas en bus a la Fortaleza de Raznov y, sobre todo, el plato fuerte turístico quince minutos después, la visita obligada al castillo de Brand.


Bram Stroker nunca conoció ni puso sus pies sobre Rumania. La duda que persiste es saber si el personaje real en que se supone que se inspiró Stroker para crear su personaje emblemático, se trató del Príncipe Vlad III, el Empalador (o Vlad Tepes, en su rumano original). Antes que se lo pregunten, Bram Stroker creo un personaje de ficción que marcó nuestra historia literaria universal, y tal vez parte de la tradición rumana. El Conde Drácula, publicada en 1897, genera algunas controversias, ya que para muchos habitantes de la región se necesitan mejoras en el poblado vinculado a carreteras o limpieza de ríos, más que cantidad incesante de autobuses que llegan de distintas partes de Transilvania, interesados en conocer la historia de vampiros, que encima relacionan en enorme medida con la región y lo rumanos.


Al bajar del autobús – que pasa uno a la hora-, lo primero que sorprende es una barriada de casas bajas, con techos a dos aguas, rodeados de copas de robles, hayas y abetos. Sus alrededores regalan un encanto rural, plagado de granjas, colinas verdes con sus montañas de heno. Esta pequeña ciudad, que no supera los cinco mil habitantes, está demarcada en una avenida principal que destaca un incesante fluir de turistas, al tiempo que los comercios de esa arteria no guardan relación con lo que acudiremos a ver. Recién en una calle lateral empedrada que desemboca al acceso del castillo, podemos observar una serie de puestos semi callejeros con parecido a mercadillo, con todo el merchandising posible para ambientar de terror el inminente ingreso al recinto. Es recién allí donde podemos distinguir la parafernalia draculiana a través de la venta de souvenirs con forma de corazón sangrante. Si logramos atravesar con la mirada la cortina de árboles que cubre hacia arriba, distinguimos el famoso castillo construido en 1832. Y la primera impresión no es aterradora, más bien se parece a un pequeño y acogedor castillo, con sus torres de cuento de hadas bien arriba, con suficientes escalones y rampas de distancia.



Para un lector iniciático, la lectura de Drácula puede acercar al más puro y absorbente terror. De la novela han surgido ciento sesenta películas, donde de una forma u otra, todas las versiones no versan exclusivamente en la fórmula del terror, sino en algo más terrorífico: la desgracia de existir y formar parte de una pesada dualidad de abyección y mal. Una historia pensada en plena época victoriana, no disimula un atrevimiento casi insólito relacionado al apetito sexual, a esa vigente pulsión que determina que los humanos no suelen ser dueños de sus impulsos, deseos o actos. Drácula representa al deseo sin límites, sin moral y sin capacidad de frenar o renunciar, donde alguna vez Oscar Wilde la calificó como la mejor de las historias de amor, ya que en la sabiduría del también escritor irlandés, en el Conde Drácula se esconde la petición casi existencial que el deseo se prolongue indefinidamente en su goce como si fuera amor, al tiempo que el amor le exige a la pulsión cada vez más necesaria de “sangre” para poder seguir vigente, que no le permita caer en la locura, en el final de los días.


Bram Stoker tuvo el particular talento de que su demoníaco protagonista carezca de voz propia en el relato, todo lo que sufrimos del personaje lo conocemos por lo que nos cuenta el resto de protagonistas que habitan la historia. Tan poco reconocido Stoker, al extremo de considerarlo más un escritor menor, ha posibilitado con su novela que Drácula se haya extendido a través de su sombra en quizás uno de los más grande mitos de la literatura mundial. Hoy los cines, librerías y series de televisión están invadidas por zagas de personajes vampíricos actuales que atrapan a los más jóvenes. Los vampiros habrán de vivir eternamente de la sangre de los vivos, y el personaje no parece agotarse. Lo mismo le sucede a la mágica Transilvania, plagada de ciudades obligadas de conocer, como la mencionada Brasov, Sibiu, Sighisoara o Sinaia.


Bram Stroker no puede ser más considerado un escritor menor, su creación ha logrado superar al tiempo y por una rejuvenecida manera, tal transfusión diaria de sangre, permite la continua y constante seducción a turistas que se acercan a conocer ese bello país, que es Rumania. Drácula significa diablo en rumano, pero gracias a ese talento sombrío y de unas expresiones estéticas tan reales, el diablo ha permitido finalmente a la gente que visite Rumania, que el acercarse al castillo de Brand sea una mera anécdota divertida de una tarde, ya que estamos hablando de un país con mucho por descubrir. Y fue así que una tarde lluviosa y oscura de lunes, abandoné el coqueto castillo de Brand con la ilusión intacta de regresar a Brasov, donde preferí cambiar posibles vampiros por un delicioso helado -recomendado por una pareja de argentinos con ascendencia húngara- saboreado en un banco de la bella plaza Statului, a la sombra de fachadas barrocas enmarcadas por montañas casi perfectas, de esas que algún escritor debió haber inmortalizado hace tiempo…

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