jueves, 26 de enero de 2017

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar

“Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas”.
María Zambrano Alarcón – Pensadora, ensayista y filósofa española (1904-1991).

Este blog está llegando a su cuarta temporada y quinto año. Para el que les cuenta a través de la escritura sus preocupaciones, alegrías, desconciertos, frustraciones o interrogantes, cree ver un enorme mérito estar cinco años escribiendo en silencio y soledad, más allá de ocasionales lectores del otro lado de la conectividad. Un quinquenio pasa rápido, pero no dejan de ser cinco años de tu vida, cinco años de cambios, de requiebres, de nuevos interrogantes, de consolidar convicciones, de reconocer incapacidades, de mejorar los cuestionamientos a través de la escritura. Y en todo este tiempo, siempre habrá alguien que me consulte porque escribo gratis. De momento me pregunto, ¿si no me leen masivamente gratis, que me espera si les cobro?


Comunicar parece ser el nuevo entretenimiento de la gente y la irrupción y ya estabilizada presencia de las nuevas tecnologías, permiten que se presuma que son la fuente de autorrealización de las personas. Pero existe un paradigma demasiado fuerte en esta sociedad. Todos reniegan del capitalismo y el sometimiento que genera, pero todos relacionan la autorrealización con el triunfo de la recompensa económica. Suena contradictorio, ¿no? Con cinco años de permanencia en mi bitácora, con cantidad X o -X de lectores, con casi trescientas entradas escritas y subidas a la red, la pregunta de algunos es porque no busco el rédito económico en ello. No sé qué responder, o, mejor dicho, sé que no debo responder. Quizás para no parecer tan inocente mi respuesta o para no frustrar la libertad de autorrealización que proponen las TIC (Tecnologías de la información y comunicación).

Los que me preguntan por qué no busco el rédito económico a tantas horas de escribir sobre la vida misma y mis dilemas, yo nunca les interrogo porque ven tantas horas la televisión y lo hacen gratis, miran Facebook cada rato de manera gratuita, van de compras por compras que no necesitan, pero las pagan, o duermen más de diez horas al día sin producir rédito económico. Simplemente entiendo que son gustos, son debilidades, son dependencias o simplemente, es como la gente quiere vivir sus vidas. Pero al escritor ignoto le preguntan porque escribe gratis, porque no saca rédito económico al supuesto talento de su pluma. Una de las respuestas más a mano, es que ya hay muchas cosas escritas, y quizás la gente necesite o prefiera leer a Belén Esteban o Kim Kardashian, antes que preguntarle con agobio a Vargas Llosa, Javier Marías, Mario Benedetti o Sandor Marai, porque nos aferramos a las cosas que nos aferramos.

“Hay mucha gente que no lo entiende porque es un nuevo modelo, no comprenden por qué personas que bloguean gratis, o por qué actualizan la Wikipedia sin cobrar; o su muro en Facebook. Comunicarse es el nuevo entretenimiento de la gente. Es una nueva fuente de autorrealización”. Esta frase proviene de Arianna Huffington, Presidente de The Huffington Post Media Group. En una entrevista publicada en el periódico El País, ella atribuye al concepto desarrollado por las TIC que permiten la triada de compartir, comunicar y cooperar. Esto lleva a la continua creación de contenidos, que se instalan en la nube informática que acumula la red, y que, en mi caso, y metafóricamente hablando, puede venir a representar los viejos mensajes en las botellas, esos que rara vez se encuentran, salvan vidas, pero que siguen generando fascinación en las historias de naufragios o marineros.

Retornando a María Zambrano, ella consideraba que las personas escriben para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente. En el hablar está la acción de defender las convicciones inmediatas, pero en el escribir se pierde lo momentáneo, nos defenderá ante la totalidad de los momentos y circunstancias. Imaginen la cara de sorpresa que conllevará dentro de cien años, cuando se investigue el ocaso de los blogs y alguien se tope con mis mil entradas oxidadas y repletas de telarañas virtuales. Seguro que en ese momento servirá de algo tanta escritura, alguien quizás estudie porque corno el hombre se hacía tantas preguntas sin respuestas en aquellos siglos conflictivos. Si fuera esto cierto, ya podría dar por buena la respuesta de que escribo para eso.

Y quizás solo escribo porque busco mi gloria personal, secreta y silenciosa. Porque me es más cómodo acumular mensajes en botellas en la ría que fracasar en un mercado competitivo y donde todo lo escrito ya es más que suficiente. Y es una gloria vinculada con utilizar objetivamente las palabras y los pensamientos, no con el concepto que se bastardeó de gloria, que es el triunfo -mejor si está acompañado de la épica- y la realización personal vinculado con el poder o la acumulación. La gloria puede ser considerado por mi parte, con un mínimo poder de comunicación, con el honor de plasmar una necesidad, que no es descubrimiento mío, sino que es la continuación de la humanidad en toda su existencia, la de plantear interrogantes o cuestionamientos, más allá de que tengan o no respuestas.

Hay gente que necesita todo el tiempo hablar. Tenemos a varios de esos en nuestro entorno. Te madrugan todo el tiempo, necesitan hablar por hablar, por saciar su ansiedad o por búsqueda de reconocimiento. No se agotan por hablar, aunque siempre se muestren agotados. Siguen hablando, aunque se conviertan en prisioneros inmediatos de lo que hablan y al instante, no saben ni pueden sostener lo expresado. En cambio, yo siento liberación al terminar un escrito. Lo leo, lo releo y me pregunto tantas veces como pudo ser que haya escrito lo aquí escrito. En estos cinco años me he dado cuenta que puedo escribir de forma circular -es decir dar vueltas sobre lo mismo- pero si está escrito, ha de perdurar. Las palabras se las lleva el viento, las tipografías resisten los vendavales.

“Hay cosas que no pueden decirse”, aclaraba María Zambrano. Pero pueden escribirse, necesitan escribirse. Por eso existen los escritores, por eso siguen apareciendo poetas, aunque nos digan que la poesía está obsoleta. Zambrano atribuye a la poesía el ser un secreto hablado. Y el escritor, entonces aprovecha para abandonar momentáneamente la soledad que le lleva a escribir, a relacionarse algo, como para rebuscar más fuentes de interrogación, para estudiar otras conductas, para buscar nuevas historias, para encontrar nuevos proveedores de botellas para seguir poblando la ría tecnológica.


Dice Zambrano que “un libro que no se lee es una bomba en potencia”.  En mi criterio, más que una bomba se trata de una granada de mano. De una actividad cercana a la “guerrilla”, aquel que se encarga del reparto de octavillas. Es la manera de buscar que toquen mi link, que entren en mi bitácora, que leen del primer al último párrafo, de no otorgarle facilidades como linkearles quien es y fue María Zambrano, y que muevan sus fibras íntimas en googlearla por sus propios medios. Esa es la gloria de pensar en voz baja y escribir con una voz algo más elevada. Será por todo esto, que no pienso en el rédito económico, soy un improvisado que se adapta a la tecnología al mismo tiempo que la cuestiona. Soy un escritor que aconsejaría abandonar Facebook al mismo tiempo que linkeo mi entrada para que vengan, para que sigan el largo camino de mi ría, para que se acomoden junto a mi balsa de madera astillada que me permite subsistir mientras dure el naufragio. Por todo esto escribo “gratis”, quizás porque me cuesta hoy día descubrir qué precio le debo poner a mi modesta vanidad….

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