lunes, 29 de agosto de 2016

Mientes y ni te hace falta hablar

Todo escritor que crea es un mentiroso; la literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.

Juan Rulfo

"Las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos", donde la memoria podría ser considerada el punto de partida de la fantasía, el disparador de la imaginación, esta frase de Ramón María del Valle-Inclán pone de manifiesto la particular relación que debe existir en toda creación literaria: el poder de persuasión de un buen escritor y la incredulidad de un buen lector. Y para reforzar el dicho del dramaturgo-poeta y novelista gallego, podemos afirmar que las cosas quizás no son como las hemos contado, la realidad es suplantada por nuestra manera de enfocarla.


Recuerdos e invenciones se mezclan en una creación artística, en este caso literaria. Mario Vargas Llosa considera que la recuperación de un tiempo perdido que puede llevar a cabo la literatura será siempre un simulacro, una ficción en la que lo recordado se disuelve en lo soñado y viceversa. Ponerse a escribir es un trabajo metódico donde se van llenando páginas y los personajes adquieren vida. Y en esas páginas estarán volcadas las impresiones, emociones e intenciones del que quiere contar una parte de una historia. Y en esa tríada puede quedar bien claro que para darle forma creíble a una historia, quizás debamos apelar a una mentira. La imaginación es infinita y junto con la intuición nos permite acercarnos a lo más real de una historia. Ni siquiera podemos asegurar que se obtiene la verdad, verdad al escribir historia, reportaje o ensayo. Hay otro componente que arropa mucho a la mentira, y se llama ideología.

Para el RAE (Real Academia Española) una mentira es "la manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa". Se puede faltar a la verdad sin estar mintiendo. Pero en definitiva, siempre nos estamos alejando de la verdad. Una verdad parece ser subjetiva, ambigua, abierta a contradicciones, y una verdad literaria puede ser una mentira histórica. Siempre debemos recordar que la literatura es ficción y que en periodismo, no se da una relación de hechos sino una interpretación de los mismos. Parece cada día más compleja la interpretación de un hecho, ya que de todo lance sabemos que no es más que una opinión de alguien que la siente como verdadera. "La verdad puede estar rota en mil pedazos, pero es una", expresaba Josep Carner. Y me sigo sosteniendo en frases de escritores, esta vez me apoyó en Oscar Wilde: "Lo único que se conseguirá diciendo siempre la verdad es ser siempre descubierto".

No hay una verdad universal. Protágoras señaló que sólo podemos conocer los fenómenos que impresionan a nuestros sentidos, y al no haber nada estable y donde todos creemos percibir una realidad, significará que habrá tantas verdades como individuos o razonamientos. Platón admitió la necesidad de ciertas mentiras dirigidas a seres menesterosos (niños, vulgo) para fines beneficiosos para ellos. Los términos griegos alethés (verdadero) y pseudós (mentira) representan lo correspondiente a los hechos y lo no correspondiente, sin entrar en detalle de juicio moral ninguno.

La tesis que Mario Vargas Llosa desarrolló a través de su libro "La verdad de las mentiras" es que toda literatura de ficción representa una mentira y que su fin puede estar signado por la necesidad de escaparnos de un mundo que nos oprime, nos limita y encierra, y que entonces, a través de la escritura podemos optar por escenarios más ilusionantes, a soluciones más redentoras, a escenarios más cercanos a nuestros ideales o deseos."La ficción la hemos inventado para poder vivir esas vidas que nos hemos podido tener en la vida real. No es un engaño, es para completarnos y permitirnos vivir esa vida que solo podemos vivir en parte", contundente análisis en boca del Nobel peruano.

Pero la literatura no es un fraude, es un vehículo fundamental para el conocimiento, nos hace agente de cambio o de transformación, el pedido siempre inconcluso de tratar de ser mejores de lo que somos. Lo curioso es que muchos nos refugiamos en la literatura para encontrar estados superiores a los que funcionan en la vida real. Y en ambos estados, la génesis puede estar supeditada a una mentira, a varias mentiras. A la mentira original.

Es que parece ser que la verdad absoluta entre nosotros, los seres humanos, no existe. Nos cuesta perdonar la mentira, pero la realidad indica que la mentira habita entre nosotros todo el tiempo. La mayoría de las veces son insignificantes, casi "inofensivas". Están presentes en nuestras interacciones, siendo el autoengaño la manera más íntima de engaño. La comunicación debe ser la herramienta más valiosa que generamos, pero también la más peligrosa, nos expone continuamente ya que comunicar es una manera de crear, y al crear nos movemos por impulsos o emociones que tantas veces mueve a confusión con la otra arista fundamental en la comunicación, que es la capacidad de interpretación.

La frecuencia con que mentimos cuando nos estamos comunicando es importante. Según investigaciones encabezadas por Pamela Mayer, escritora y máster en gestión de empresas en Harvard, mentimos entre diez y doscientas veces en el día, siendo mayor la capacidad de elaborar mentiras cuando se trata de personas que se acaban de conocer o están conociendo. Las personas inteligentes y extrovertidas son tan o más propensas a mentir, y consideran que la sinceridad compulsiva que en estos tiempos parte de la sociedad exige, nos está acercando a un abismo sin control, donde solo ha predominado el enfrentamiento sin discusión, la división sin puntos de acercamiento, la agresión por la falta de comprensión.

El bebé suele mentir para llamar la atención. El niño continúa por esa senda, para que con gracia y ternura intente acercar agua para las necesidades o caprichos de su molino y fomentar su imaginación. Los padres le mienten a sus hijos para protegerles, para preservarlos, para gratificarles. El adolescente suele mentir como estrategia para que no sean descubiertos cuando se están abriendo al mundo o porque se les hace intolerable el tránsito entre la inocencia y las imposiciones del mundo de los adultos. En el amor, la mentira forma parte del arte de la seducción inicial y luego se miente para proteger o para preservar una ínfima parte de libertad interior. Las ideologías son ficciones que nos hacen creer que son lectura objetiva y estudiada de la realidad, nos introducen ideas falsas tal como lo propone las religiones o las políticas, donde el fanatismo es impuesto a través de "supuestas" ideas o razonamientos.  

"El engaño es un intento por acortar la brecha, por conectar nuestros deseos o fantasías sobre quiénes y cómo nos gustaría ser, con quienes somos realmente. Y sí, estamos dispuestos a rellenar las brechas con mentiras", pueden seguir a Pamela Mayer a través de las interesantes charlas que TED suele proponer. La primera fuerza que dirige el mundo es la mentira, nos cueste o no creer. Mentir puede ser tan antiguo como respirar, pero la mentira no guarda una sola cara. Una de las caras, que algunos puede denominar mentira blanca, es la que podemos llamar ficción. Y desde niños comprendemos un buen día que esas historias que nuestros padres nos mentan -caperucita roja, Blancanieves u otras -no son verdaderas. Y lo asumimos con naturalidad, cosa que no sabemos hacer en los otros tránsitos por los que atravesamos en esta vida, como que en ese reconocimiento hemos perdido toda la magia.


Cuando nos sentamos frente a una novela, sabemos que lo que vamos a leer no será del todo verdad. Mentimos cuando luego de leer ficción, intentamos trasladarla a la realidad como dogma o manto sagrado. Que una novela sea cierta o falsa no importa tanto como que sea buena o mala. Lo realmente importante en la literatura seguirá siendo el medio para transformar la realidad, no para contar la vida. La literatura siempre nos enfrentará con la brutal confirmación de que siempre seremos menos de lo que eternamente soñamos... 

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