lunes, 15 de agosto de 2016

Cuando el mundo está al revés, mejor pegarle de zurda



“Ser homofóbico es tan ridículo como odiar a los zurdos porque escriben con la izquierda. E igual de idiota pretender enderezarlos”.

Héctor Abad Faciolince, escritor y periodista colombiano.

La lengua española es la continuación del latín hablado en la península ibérica, por lo cual más de veinte mil términos existentes en el diccionario de la RAE (Real Academia Española) provienen del latín. Una rápida enunciación permite reconocer a ciudad, cabeza, retrato, tiempo, olivo o alegre, como muestras al azar del legado cultural a nuestro castellano actual. Pero a lo largo de los siglos, nuestra lengua se ha visto enriquecida por una variedad de aportes culturales de muy diversos orígenes: árabe, francés, inglés o italiano, entre otros, dependiendo del grado de influencia percibido en el momento histórico recibido.


Muchas de estas incorporaciones están plenamente integradas en nuestro idioma, lo que nos dificulta el reconocimiento de esas voces importadas. La etimología es una disciplina filológica que nos permite estudiar el origen de las palabras y su evolución ya sea en forma o significado, como así también su extinción por causas diversas. Pues el léxico español ha recibido influencias interesantes de otras lenguas: del catalán provienen voces fundamentalmente de la gastronomía (butifarra, convite), del comercio (granel, mercería, retel) o los sentimientos (añoranza, congoja y orgullo). Lo mismo ha sucedido con el gallego (vieira, albariño o filloa) y del euskera (aquelarre, bacalao, chabala o izquierdo). Y a esta última palabra quería llegar, ya que cada 13 de agosto se conmemora el día internacional de la zurdera, que no va de ideología sino de las dificultades de las personas zurdas en una sociedad predominante diestra.

Y este dúo de palabras viene a ser revelador en el influjo de una palabra o valoración en las sociedades. Diestro y zurdo, que también se representa con más contenido de valoración en el origen de la raíz del latín con la palabra siniestro. La palabra izquierdo derivada del euskera ezkerra, procede de las palabras esku (mano) y oker (torcida). Para determinar aún más el concepto de sano o torcido, otras palabras que significan derecha, tales como eskuma, eskuin o eskubi, proceden de esku con origen en esku (mano) y on (buena). Por lo que vemos, desde el origen de los tiempos, ser zurdo estaba visto al menos como una desviación, por no decir por una grave anomalía.

Si el dominio de tu mano hábil es la derecha serás diestro. De lo contrario, serás zurdo. Los hay que manejan ambas manos y recibirán el nombre de ambidiestros. Biológicamente estas definiciones no arrojan ningún tipo de resultado en cuanto a la valoración, no es ni positivo ni negativo. Pero para todo aquel que le ha tocado la mano izquierda como su referencia obligada, sabe que llama la atención, por más que nosotros transitemos la vida con normalidad. Al diestro de inmediato le surgirá un comentario tal: “vaya, si eres zurdo”, frase que de tan incorporada no deja de sorprenderme porque para el diestro parece que teníamos algo escondido que de buenas a primera se revela, y porque en mi vida no me vi en la necesidad de expresarle a alguien como sorpresa desmedida: “vaya, pero si eres diestro”.

Desde el punto de vista cultural, la palabra zurdo condiciona peyorativamente. En la Edad Media ser zurdo era un riesgo a corregir, ya que la Santa Inquisición, por ejemplo, nos acusaba de estar poseídos por el demonio. Se ha sido perseguido y puesto en hogueras por la sencilla particularidad de haber nacido con la habilidad innata en la mano izquierda. En cambio el diestro siempre tuvo connotaciones de normalidad, estima y aprecio. El camino correcto es la rectitud, y "reg" es la raíz tanto del inglés, del alemán o del danés para sostener el lado derecho. En español ser diestro significa ser hábil y en inglés el “to be right” significa de forma contundente tener razón.

Los pobres zurdos no guardamos similitud de raíz como en las otras lenguas en lo referido a ser diestro. Izquierdo, sinistra, gauche, left no guardan relación alguna en la raíz de sus contenidos. Pero si se hermanan en lo peyorativo, ya que los juicios de valor utilizados con esta palabra suelen ser desfavorables. El francés gauche proviene del verbo latino que significa “errar” relacionado con el vago y el vagabundo, y si a la palabra gauche le anteponemos la expresión etre, significará que la persona a la que va dirigida esa palabra compuesta es sencillamente torpe. En italiano, sinistra remite de inmediato a siniestro, porque si un pájaro procediera de la izquierda sería mal fario o de mal agüero. Left en inglés también se remite a ser torpe y si regresamos al castellano, hasta hace un tiempo no tan remoto el hacer una cosa a zurdas, significaba hacerlo al contrario de lo que debería ser. Como que los zurdos siempre la tuvimos fácil, vamos.

Entramos con el pie derecho para asegurarnos el éxito, Jesús está sentado a la derecha de Dios que también nos bendice con su mano derecha, para ser verdaderos seres sociables y admirados debemos ser derechos o rectos en la vida, el derecho siempre nos asiste, el saludo militar se ejecuta con la mano derecha, en las carreteras ceder la derecha es una señal inequívoca de respeto, lograr la plena confianza en alguien es finalmente a acceder a ser su mano derecha o su ojo derecho. Si alguien nos da la derecha, finalmente está reconociendo nuestra superioridad. Para no deprimirlos, solo utilizaré un par de conceptos para ver la valoración que reviste la izquierda: si alguna vez le han dicho que es un cero a la izquierda, sabrá que su opinión o existencia casi casi,  que no vale la pena. Si nos apoyamos en las matemáticas, si ponemos el número 0 a la derecha de otro número decuplica su valor;  a la izquierda en cambio, no hay influencia ni lo modifica. La superstición popular nórdica aseguraba que conocer a un zurdo en cualquier día de la semana, con la excepción del martes, traía muy mala suerte.

Durante mucho tiempo los zurdos fueron obligados desde el colegio a utilizar la mano diestra como inequívoca señal de encajar finalmente en la sociedad. Era habitual que el profesor contara con la posibilidad de pegarte un reglazo al verte escribir con la mano izquierda o que te atara esa mano a la espalda para que corrigieras ese funesto defecto. Si aún hoy vemos a una persona mayor que escribe con la derecha pero al desabrocharse la camisa utilizar la mano izquierda, seguramente estaremos frente a uno de los tantos “zurdos contrariados”, constreñido desde su infancia a ser diestro. El 10% de la población mundial es zurda, y la tendencia, al menos en la escuela primaria parece que aumenta la cantidad de niños zurdos. El que escribe finalmente es el cerebro y la mano solo vendría a ser el medio para expresarlo.

No es la intención la defensa encendida de los zurdos el motivo de esta entrada del blog. Más que nada, porque nunca he sentido una inquietud o complejo por escribir con la izquierda. Con el paso del tiempo he comprendido la incomodidad que puede generar que la sociedad tenga todo dispuesto para montar todo para un diestro.  Con el tiempo he comprobado que parte de mi torpeza es porque soy sencillamente torpe y una parte menor de mi impericia se debe a que soy zurdo. Nunca podré adaptarme con comodidad a escribir en los cuadernos con espirales. Seguiré sintiéndome fuera de perfil al abrir una lata de conservas, sufriré eternamente al cortar con tijeras o al colocar la hoja en el pupitre de la facultad o de cualquier formulario. Seguiré limpiando el lateral de mi mano las pocas veces que escriba con bolígrafo –el ordenador ha terminado con lo engorroso de escribir con tinta-. En casa ya está claro que no cuelgo al revés las perchas con la ropa porque lo haga a propósito, y hay personas que de antemano, se disculpan por no ofrecerte instalaciones adaptadas a ser zurdo. No es ni bueno ni malo ser zurdo, lo malo siempre es persistir en la diferencia y mantener el estereotipo. Y el diferente, a veces, debe dejar de sentirse victimizado de por vida. La naturalidad suele superar los contratiempos. Conozco gente inteligente tanto zurda como diestra, aunque nunca habrá algo más sublime que una falta directa ejecutada por un jugador zurdo, como Maradona o Messi.

Para conmemorar el Día internacional del zurdo, no nos ponemos de acuerdo sobre su origen, lo que vendría a demostrar lo complicado que somos –es broma-. Algunos le asignan a la ciudad de Topeka (Kansas) como el lugar donde se instaló la Organización internacional para personas zurdas. Otros aseguran que se debe al “left-Handers Club de Londres” que inauguró su primer almacén para zurdos un 13 de agosto de 1976. Los prejuicios culturales y las presiones sociales parecen haber desaparecido. En definitiva, ser zurdo no es un estigma tan grave como lo son tantos otros que aún no hemos ni abordado su erradicación. Ser zurdo de nacimiento no es grave, es un hecho más o  una condición. El resto es problema de la semántica o tradiciones verbales perversas. En el peor de los casos, solo sentiré algo de temor cuando me pique la palma de mi mano izquierda que se sigue asegurando que representa que he de perder dinero o fortuna. Mientras intente controlar mis flacas finanzas seguiré preguntándome porque casi nunca me pica la mano derecha, que representa la dicha. Y llegaré a la conclusión que peor lo tienen los diestros, que se asustan más el día que se levantan con el pie izquierdo…

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