domingo, 20 de septiembre de 2015

La fiebre volverá, de nuevo


"Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida".
Le dice Tránsito Ariza a su hijo, Florentino Ariza, en el libro "El amor en los tiempos de cólera".
En uno de los tantos momentos de ansiedad o tristeza por los que atravesaba en su espera Florentino Ariza, el texto nos regala la frase que utilicé en la apertura en la voz o letra de Tránsito Ariza, su madre. El más doloroso de los amores, el no correspondido o no enterado, quebraba por momentos, la convicción del eterno paciente. Gabriel García Márquez dibujó el perfecto perfil del perpetuo enamorado que aguarda más de media vida para fraguar la relación deseada.

Durante muchos años, los de mi iniciación literaria, consideré que esta novela del escritor colombiano era la mejor de las que había leído. Con el descubrimientos de nuevos escritores , con el correr de las lecturas y el paso del tiempo, incorporé disyuntivas u variantes sobre la mejor lectura vivida. Pero siempre regreso a esta épica historia. Con ternura y constancia, García Márquez narró la eterna espera de Florentino Ariza en su historia de amor pendiente con Fermina Daza. Si buscamos una síntesis a la hora de disfrutar el ansiado momento, donde estos "viejos" que pasan de los cincuenta años (él con 77 y ella con dudosos 53), se entregan a su amor físico a bordo del Nueva Fidelidad, en ese viaje por el Río de la Magdalena, diremos que es la coronación del héroe paciente.
Suele ser un tema conflictivo en la vida de las personas, aquel que abarca un nuevo amor en el tramo final de sus existencias. Tantas veces el entorno no justifica estos momentos, la pasión sólo es criticablemente aceptada en la juventud. Es cruel el papel que le asignamos a nuestros padres o abuelos cuando se mueren sus parejas. Anulamos cualquier posible rol que se aparte del de eternos viudos. Lo mismo sucede con aquellos tíos solteros que albergan la esperanza de encontrar por fin su alma gemela. No queremos saber ni palabra de pasiones de última hora, preferimos censurar dicha emoción con la palabra "ridícula" o "ha perdido la cabeza". Nos solemos mostrar verdaderamente ofendidos, ruborizados o indignados. Sólo los vemos como padres, tíos, hermanos o abuelos, pero casi nunca como hombres o mujeres, seres sociables y afectivos. No tienen permiso para sentir, y mucho menos, para volver a enamorarse.
Nos permitimos recordar toda la vida el pegadizo jingle del "primer amor". Más, si logramos clasificarlo dentro de "amor a primera vista". Somos contundentes y severos al asegurar con el cliché de que el verdadero amor existe una sola vez en la vida. Pero tenemos pocas referencias sobre el posible último amor. Y si surge, elegimos el camino de refutarlo. Nos olvidamos que somos seres sexuados desde que nacemos y hasta que morimos. Y hasta el último día, el acompañamiento, un beso, una caricia o el contacto con otra piel, nos permiten llevar mejor el tránsito por esta vida. El deseo de amar y ser correspondidos es inherente al ser humano y en cualquier momento. Debemos tener siempre presente que el amor adulto suele ser más sincero, menos prejuicioso y de tanta o más intensidad que el de jóvenes o maduros. Y no me estoy refiriendo solamente a lo sexual.
En los familiares del anciano enamorado, se desarrolla el factor sorpresa que desestabiliza al entorno familiar. Pero podríamos pensar que esa misma sorpresa ejerce sobre el enamorado, y en muchos casos ese asombro actúa como revitalizador en su vida. Cuando menos se lo esperan, pueden comprobar que aún ansían sentirse deseados y generar esa sensación, al mismo tiempo. La conmoción a su alrededor por lo acontecido parece lógico y justificado, no así la fascinación o el encantamiento de sentirse atractivo o seducido por ese último amor. Perdemos el contexto, invadidos por la ignorancia, egoísmo y por prejuiciosos.
Isaac Bashevis Singer, escritor esencial del siglo pasado, relataba lo que observaba del mundo, y era alguien que veía lo que la mayoría no llegaba a ver en el momento. Esa perspectiva de retratar al mundo generaba el efecto de un francotirador para algunos, y para sus hechizados lectores, la sensación de que era un Dios observador. Singer escribió un cuento que para muchos resultó ser una obra maestra: "El no visto". Esta parábola sobre el misterio conyugal, la fidelidad y el vértigo del deseo, genera un efecto similar al del encantamiento, pero al mismo tiempo nos atribula y extraña. No estamos acostumbrados a poder reflexionar sobre temas que en realidad, nos hacen perder la perspectiva. Se genera el espejismo de que al leerlo nos adentramos en un mundo impredecible, pero que en realidad es bien nuestro, que sucede con frecuencia.
Singer sabía adentrarse en los rincones significativos que cada etapa de la vida genera. Amor, horror, sufrimiento, deseo, grandeza o miseria, en distintas dosis para transgredir los tópicos de la vida, que están escritos pero que en realidad, parece que nunca representan nuestra esencia. La seducción es irracional, no debemos seguir reglas escritas para el cortejo. Escribió con pasión sobre el amor sexual, advirtiendo que a pesar de su rol clarificador, la literatura solía servir de bien poco. "Un novelista que escribe de los seres humanos debería tener una gran sensibilidad hacia el sexo. Hay tan pocos placeres en este mundo que el escritor no puede evitar inspirarse en el más grande de todos ellos". Sin embargo, no abundan las referencias literarias sobre estos temas.
Hasta que descubrimos a un Premio Nobel de las letras, envuelto en un caso de posible último amor, y recién allí comprendemos que Mario Vargas Llosa nos ha regalado temática amorosa y erótica a lo largo de su trayectoria. Es reciente su novela "Travesuras de la niña mala", editada en el año 2006. Pero en "Los cuadernos de Don Rigoberto", "Elogio de la madrastra", "Pantaleón y las visitadoras" y otros títulos, Don Mario nos confirmó que gozaba de ese talento de observador del mundo que puede narrar los alcances del erotismo. Quizás el descuido fue nuestro, es tan frondosa la temática del escritor peruano (historia, ensayo, policial, cuentista, notas periodísticas, obras de teatro) que no hemos advertido, que un autor identificado con el pasado pero también con el futuro, pudiera advertirnos que una nueva relación se adentraría en su vida personal, a riesgo de ser la comidilla de esta sociedad escandalizada, por el impacto de la noticia y por que en el camino parece quedar Patricia, su ex. En todo caso, aquí me he apoyado en tres grandes escritores para divagar sobre el amor y sus posibles cóleras.
El amor puede trascender al tiempo. El tiempo, a su vez, colabora estrechamente con el amor, pero también lo aleja. El amor necesita su tiempo, y la rutina del tiempo puede romper el miedo a perder un amor. La falta de tiempo puede derrumbar una historia de pasión o afecto. El amor es difícil, al tiempo que natural por su sencillez. El amor es generoso, pero también ruin o manipulador. Está presente al mismo tiempo que se ausenta. Existen tantas clases de amor, como seres en el planeta. Quizás cuando Florentino Ariza nos demuestra que se puede consumar un amor no correspondido o no enterado por más de media vida, no debamos depositar esa sensación de bienestar solamente en la lectura. Esa gran historia de amor es la novela definitiva sobre la madurez. Y algunos pocos logran escribirla en vida sin detenerse en las reseñas o criticas...


Entrada publicada en mi 13º aniversario de casado.

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